En la pasada Feria del Libro de Bogotá causó impresión una larga fila para firmar autógrafos. Los fanáticos no buscaban a Héctor Abad, a Jorge Franco, ni al siempre popular Pirry.
Anhelaban la firma de una caleña joven, delgada, de aspecto misterioso, con el pelo negro y liso y el rostro muy blanco como en las historias clásicas de vampirismo; ella no estudió literatura sino homeopatía, por el placer que le causaba conocer el poder de la naturaleza, el secreto escondido tras cada planta, la magia benéfica que surge de su uso medicinal y que conocían muy bien las mal llamadas “brujas” medievales.
Su nombre es Carolina Andújar, aunque su verdadero apellido debería ser húngaro, como el de sus antepasados que huyeron de las guerras europeas a mediados del siglo pasado y se refugiaron en Colombia, donde cambiaron su “Juhasz” por Andújar, creyendo que los locales podrían pronunciar mejor el apellido de algún perdido ancestro español.
Carolina, quien leía libros de vampiros y brujas mientras terminaba su tesis de homeopatía en el Quindío, se vio de repente sin nada interesante qué leer sobre este género, así que decidió sentarse a escribir. Resultó un libro de 500 páginas que se regó de mano en mano entre su familia, sus conocidos, y que causaba curiosidad entre todo aquel que lo poseyera.
Sin pretensiones literarias de ningún tipo, solo por el placer de escribir, siguió adelante con su afición por las historias de vampiros, pero no la versión liviana y edulcorada de tantas películas y series de televisión modernas. A Andújar le gustan las historias ambientadas en la vieja Europa del Este, de siglos atrás, esa Europa rural, oscurantista, llena de leyendas que llegaron a sus oídos de la boca de su abuela y sus padres húngaros.
Sus novelas, de mano en mano, llegaron un buen día a la Editorial Norma, donde no dudaron en publicarlas y, para sorpresa de muchos que no creían que el vampirismo “made in Colombia” pudiera funcionar.
Carolina regresa a Cali para presentar su tercera novela, ‘Pie de bruja’, un libro de contenido más adulto y donde se desprende momentáneamente de la temática vampira para sumergirse en las profundidades de las historias de brujas. Así habló Carolina con El País:
Háblenos sobre la protagonista de esta historia…
Mi personaje es Abba, una joven criada en Austria, que por giros del destino termina viviendo en Serbia, en la casa de su peor enemiga, así que decide huir de esa vida y se refugia en el campo, donde empieza a descubrir que tiene poderes especiales, como el dominio sobre los animales. Ella había oído de la leyenda del Pie de Bruja, sobre un niño al que creían hijo del diablo y de una bruja. A medida que se adentra en esta historia, cosas inquietantes comienzan a ocurrirle.
¿Qué características de bruja reconoce en usted?
Las brujas han sido demonizadas por la cultura, pero en realidad son mujeres complejas, muy intuitivas, que están en contacto con sus poderes personales y que son capaces de anticipar los acontecimientos y las energías que las rodean. No son cualidades exclusivas de la mujer, los hombres también las poseen. Por ejemplo, me ocurre que sueño con alguien que hace mucho tiempo no veo o que está muy lejos, y a la mañana siguiente recibo su llamada o escribe, como si hubiéramos estado conectados.
¿Qué tanto usa el material de sus sueños en las novelas?
Son una gran fuente de inspiración para mis novelas, a través de ellos el subconsciente habla muy claro. Uso los sueños como materia prima y me resulta poderoso dejarlos expuestos para que los demás entren en contacto con ellos, en contacto con mi inconsciente.
¿Qué relación tiene con sus lectores?
Tengo un vínculo estrecho con ellos, estamos en contacto a través de redes sociales y me recomiendan libros, algunos los comentamos juntos. Veo que son aficionados a las sagas juveniles, aunque mis vampiros son clásicos…
Los suyos no van al ‘high school’…
Exacto. Yo noto que a mis lectores les mueven los temas trágicos, tal vez por ser adolescentes y estar atravesados por tantas inquietudes y sensibilidad. Les gustan las historias que los muevan a las lágrimas, donde muera el protagonista, donde el amor no sea correspondido y sufran. Hay algo catártico en el drama, en la tragedia personal. Por eso les gustan los vampiros, la imposibilidad del amor…
¿Y los suyos, qué tipo de vampiros son?
Yo retorno a lo clásico. Mis vampiros no son éticos como los de ‘Crepúsculo’, que hacen el bien y hasta son vegetarianos. Los míos no son idealizados, sino aterradores, tanto que buscan como sea desconvertirse; son antagónicos de los humanos.
Cuál es el ambiente que busca para inspirarse en los temas de sus novelas, ¿gótico?
(Risas) No, vivo en pijama escribiendo. Vivo en las afueras del Quindío donde estoy rodeada de naturaleza y quietud. Me inspira el heavy metal, me parece música muy sexy, con potencia creativa, fuerte, dinámica. Para mí no es música oscura sino alegre, feliz y rumbeable.
Usted es la antítesis de la princesa…
He sido muy romántica, pero detesto lo asociado a la figura de la princesa. Me gusta lo monárquico por aquello de “comandante de los ejércitos”, no por el niño vestido de azul pastel.
¿Cómo escribir sobre vampiros y brujas europeas, estando usted en el Quindío, y que resulte creíble?
He viajado mucho por Europa, he vivido allí largas temporadas. La familia de mis padres es húngara, mis padres huyeron siendo niños prácticamente, y se casaron en el avión que los condujo a Colombia. Tuvieron que abandonarlo todo, y mucho tiempo después pudieron traer a sus padres, mis abuelos. Siempre buscaron integrarse a Colombia, adoptar las costumbres locales sin creerse diferentes. Son mi mitad extraterrestre. Mi otra mitad es colombiana.
(FUENTE: elpais.com.co)