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domingo, 9 de febrero de 2025

Daniel Ortega y Rosario Murillo: una dictadura con brujería y magia negra

Daniel Ortega Saavedra (La Libertad, Nicaragua -11 de noviembre de 1945) es uno de los políticos más controvertidos de América Latina. Su nombre ha sido sinónimo de lucha armada y poder dictatorial dentro de un proceso sandinista que derrocó al dictador Anastasio Somoza en 1979.

Un evento que inicialmente fue celebrado como un triunfo del pueblo nicaragüense en su lucha por la justicia social. Sin embargo, con el paso de los años, Ortega pasó de ser un combatiente por la libertad a un dictador que se ha perpetuado en el poder mediante el abuso de las instituciones y la represión.

Su regreso al poder en 2007, tras un periodo en el que ocupó la presidencia de Nicaragua entre 1985 y 1990, marcó el inicio de un nuevo ciclo autoritario. Lejos de cumplir sus promesas de reformas democráticas, Ortega se aferró al poder mediante el control de las instituciones y la manipulación electoral.

En lo personal, su relación con la poeta Rosario Murillo (Managua, 22 de junio de 1951), con quien contrajo matrimonio en 2005, trasciende lo privado para convertirse en una grotesca alianza política. Nacida el 22 de junio de 1951 en Managua, ha sido una figura central en la consolidación del régimen de Ortega.

De carrera política en ascenso, se consolidó como la portavoz del Gobierno desde su regreso al poder, desempeñando un papel crucial en la propaganda del régimen y en la implementación de políticas represivas. Murillo además de ser Primera Dama en dos ocasiones (1985 – 1990 y 2007 – 2025), ocupó la vicepresidencia de Nicaragua hasta enero de 2025, cuando la elevaron al cargo de copresidenta de Nicaragua junto con su esposo, en un claro acto de nepotismo.

Junto a Ortega y Murillo han transformado la presidencia en una dictadura familiar, utilizando la propaganda, el adoctrinamiento y la represión para perpetuar su dominio.

Su estilo pomposo y su inclinación por la brujería y la magia negra la han convertido en una figura enigmática dentro del círculo cercano al poder. Al estilo de Rasputín, utiliza rituales y prácticas esotéricas para afianzarse en el poder y ejercer influencia sobre su esposo y el entorno político, todo ello bajo la imagen de una Frida Kahlo mística, con un aura de misterio y simbolismo.

A estas alturas, es posible que ella tenga el mayor control del régimen. En los actos políticos, es común ver símbolos y rituales de brujería como muestra de su dominio.

Es un secreto a voces la denuncia de Zoilámerica Narváez, hijastra del mandatario de 79 años, quien expuso públicamente haber sido víctima de abuso sexual por parte de Ortega desde su adolescencia. Este acto atroz evidencia la catadura moral del comunista en complicidad con esposa, quien prefirió protegerlo en lugar de defender a su propia hija.

Esta complicidad pone al descubierto la verdadera naturaleza de esta pareja siniestra. La bajeza moral de estos personajes se vuelve más evidente en la violación sistemática de los derechos humanos y en hechos personales aberrantes.

En el ámbito político, Ortega ha demostrado una baja estatura moral al utilizar la represión sistemática como herramienta para mantenerse en el poder. Las cifras de muertos, desaparecidos y exiliados desde las protestas de 2018 son un testimonio desgarrador de su crueldad.

Las violaciones a los derechos humanos incluyen encarcelamientos arbitrarios de opositores, torturas documentadas y el cierre de medios de comunicación independientes. Estas acciones han sido condenadas por organismos internacionales como la ONU y la CIDH.

Además, Ortega ha manipulado las instituciones democráticas hasta dejarlas irreconocibles. Bajo su mando, el sistema judicial nicaragüense se ha convertido en un brazo ejecutor de la dictadura, criminalizando a quienes osan desafiarlo. Las elecciones, que deberían ser un mecanismo de expresión popular, se han transformado en farsas cuidadosamente orquestadas para legitimar su permanencia en el poder.

A nivel internacional, Ortega ha buscado alianzas con regímenes autoritarios como los de Cuba, Venezuela, Rusia y China, intentando reforzar su permanencia a través de un entramado geopolítico que prioriza su supervivencia personal sobre los intereses del pueblo nicaragüense. Al mismo tiempo, ha despreciado los esfuerzos de la comunidad internacional por restaurar la democracia y el respeto a los derechos humanos en Nicaragua.

Daniel Ortega, el indeseable que representa todo lo que una nación libre y soberana debe rechazar. Su dictadura no solo ha destruido el tejido social y económico del país, sino que también ha mancillado el legado de la lucha sandinista, que alguna vez fue un símbolo de esperanza para los oprimidos.

(FUENTE: periodicocubano.com)

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