El legado histórico del antiguo imperio incaico se enriquece con la figura de Túpac Yupanqui, o también conocido como Túpac Inca Yupanqui, el décimo soberano de este imperio. Surgió como heredero y sucesor de su padre, el inca Pachacútec, compartiendo el trono en un período que probablemente abarcó desde sus 15 hasta los 30 años de edad, entre los años 1456 y 1461.
La curiosidad y la sed de exploración llevó a Túpac Yupanqui más allá de las fronteras conocidas del imperio. Durante su estadía en Ecuador, tras la conquista del Golfo de Guayaquil, escuchó relatos sobre dos misteriosas islas: Auachumni y Ninachumbi, con las cuales los lugareños mantenían contacto. Estas historias despertaron un interés genuino en el joven ‘auqui’ (príncipe heredero en el Imperio incaico), quien, ansioso por desentrañar estos enigmas, preparó una imponente flota de balsas para emprender una travesía hacia el oeste.
Fue así como en el año 1465, el hijo de Pachacútec alcanzó estas remotas tierras, llegando a las islas Mangareva (conocida como Auachumbi), Nuku Hiva y Rapa Nui (identificada como Ninachumbi). Sin embargo, la pregunta que persiste es: ¿qué evidencias respaldan realmente su llegada a la Polinesia?
La teoría de las expediciones precolombinas se fortalece cada vez más. Investigaciones recientes descubren similitudes culturales y lingüísticas entre los pueblos de América del Sur y la Polinesia, respaldando la posibilidad de contactos ancestrales. Leyendas polinesias y sistemas de escritura andinos presentes en islas como Mangareva y Rapa Nui sugieren interacciones precolombinas, reforzando la hipótesis de un vínculo entre estas civilizaciones antes de la llegada de los europeos.
El interés incrementó debido a similitudes observadas entre las construcciones en Vinapú y la arquitectura incaica. Relatos orales y crónicas históricas en lugares como Nuku Hiva, que describen a un rey navegante similar al llamado ‘Rey Tupa’, respaldan la posibilidad de un contacto que dejó su huella tanto en la ingeniería como en la tradición oral polinesia. José Antonio Del Busto Duthurburu destaca estas similitudes en su obra, insinuando una conexión más amplia entre ambas culturas.
“Conocimos Vinapú el 14 de marzo de 1967 y lo volvimos a visitar, varias veces, a partir del 24 de febrero de 1999. En todas las oportunidades nos causó la misma impresión: las piedras ligeramente ventrudas, los cortes precisos, los ángulos exactos, las junturas impecables y el pulido parejo. También había un parentesco en las piedras incrustadas y en las esquinas redondeadas. Todo recordaba a la fortaleza cusqueña”, se lee en una de las páginas del libro “Túpac Yupanqui, descubridor de Oceanía”, de José Antonio del Busto Duthurburu.
El libro de Del Busto propone que las expediciones de Túpac Yupanqui se dirigieron hacia las Islas Galápagos y Las Perlas en América, y posteriormente hacia Mangareva y la Isla de Pascua en Oceanía. Basándose en crónicas de Martín de Murúa, Cabello de Balboa y Pedro Sarmiento, el historiador examina las descripciones de los cronistas, contrastándolas con lo conocido sobre estas islas e investigando coincidencias, como la captura de individuos de origen melanésico y la fauna local comparada con narraciones incas.
Comprobando el posible recorrido de Túpac Yupanqui
La expedición Kon-Tiki de Thor Heyerdahl llevada a cabo en 1947, fue un hecho que cambió la creencia del descubrimiento de Oceanía. Demostró la viabilidad de las expediciones marítimas desde Sudamérica a la Polinesia utilizando tecnología precolombina. Partiendo de Perú el 28 de abril de 1947, culminó su travesía el 7 de agosto del mismo año. Su hazaña impulsó la teoría de los lazos precolombinos, respaldada más tarde por estudios genéticos que evidenciaron mestizaje entre polinesios y sudamericanos.
Más pruebas de los incas
La presencia del camote en la Polinesia fue una de las pistas que sugieren la posible conexión entre América y este remoto archipiélago. Este tubérculo, nativo de la zona central y sur del continente americano, tiene sus raíces más antiguas en el Perú, específicamente en Chilca, datando su presencia aproximadamente ocho mil años antes de Cristo. Se plantea la teoría de que pudo haber sido llevado por la expedición de Túpac Yupanqui, siendo denominado Kuumala por los polinesios, un nombre utilizado por los incas.
Además, investigaciones genéticas dirieron luces sobre esta posible interacción entre los habitantes de la Polinesia y América. Un estudio de 2014 realizado a 27 individuos de Rapa Nui reveló que un 8% de su composición genética tiene raíces en los nativos del continente americano. Esto indica una mezcla que ocurrió siglos antes de la llegada de los europeos, respaldando la teoría de un contacto ancestral entre estos dos territorios distantes.
Aunque esta teoría plantea debates e interpretaciones diversas, una hipótesis alternativa sugiere la posibilidad de que los polinesios podrían haber llegado a América antes que Cristóbal Colón. Un estudio genético más reciente, llevado a cabo en 2020, apunta a la presencia de nativos americanos en la Polinesia alrededor del año 1200 antes de Cristo, lo que añade más capas a esta compleja narrativa de intercambio humano a larga distancia.
Las construcciones en Vinapú
Una construcción muy parecida a la inca se encuentra en la isla Vinapú; en el idioma rapanui no existe una traducción. En quechua, esta palabra significa “licor que embriaga fuertemente”, generando una inmediata asociación con la arquitectura del imperio incaico al ser mencionada. Este detalle refuerza las crónicas antiguas que narran la expedición naval de los incas hacia Oceanía.
En el siglo XVI, el marino, escritor e historiador español Pedro Sarmiento de Gamboa relató en su crónica sobre Túpac Yupanqui: “Andando Topa Inga Yupanqui conquistando la costa de Manta y la isla de la Puná y Túmbez, aportaron allí unos mercaderes que habían venido por la mar de hacia el poniente en balsas, navegando a la vela. De los cuales se informó de la tierra de donde venían, que eran unas islas, llamadas una Auachumbi y otra Niñachumbi, adonde había mucha gente y oro. Y como Topa Inga era de ánimos y pensamientos altos y no se contentaba con lo que en tierra había conquistado, determinó tentar la feliz ventura que le ayudaba por la mar... y... se determinó ir allá. Y para esto hizo una numerosísima cantidad de balsas, en que embarcó más de veinte mil soldados escogidos”.
La crónica prosigue: “Navegó Topa Inga y fue y descubrió las islas Auachumbi y Niñachumbi, y volvió de allá, de donde trajo gente negra y mucho oro y una silla de latón y un pellejo y quijadas de caballo...”. Este hecho tan extraordinario llevó a Sarmiento a expresar: “Hago insistencia en esto, porque a aquellos que tienen conocimiento sobre las Indias, les resultará un caso extraño y difícil de creer”.
Huellas de Tupac en las tradiciones de Mangareva
Elementos culturales presentes en la isla de Mangareva sugieren una posible conexión histórica con el Imperio Inca, en particular con el líder Túpac Yupanqui. Entre las evidencias de este vínculo, se destaca el nombre de un cuerpo de agua denominado Te-Ava-nui-o-Tupa, una danza local que representa a un personaje conocido como “un hombre rojo”, que podría ser Tupac, y el singular diseño de las embarcaciones tipo pae pae, que guardan similitud con las naves de la región andina de Ecuador y Perú. Estas características diferencian a Mangareva de otras islas en la Polinesia.
Además, la influencia de Tupa en Mangareva podría haber promovido la llegada de poblaciones melanésicas que impactaron en la composición genética de los habitantes locales. Los relatos y prácticas culturales que sobreviven en la isla, manteniendo vivo el legado de Túpac Yupanqui por más de 500 años, evidencian la relevancia de su figura en la historia y cultura polinésicas.
(FUENTE: infobae.com)
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