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lunes, 21 de abril de 2014

Lovecraft, la reencarnación del terror


Howard Phillips Lovecraft (1890-1937) es uno de los autores más influyentes de la literatura fantástica del siglo pasado. Tan personal como polémico, su papel como maestro del género de terror es aceptado por muchos (la mayoría) y cuestionado por otros que menosprecian al artista por su controvertida personalidad (su misoginia y su antisemitismo son solo la punta del iceberg).

Más allá de debates estériles (el genio es genio por su obra, no por su vida), lo cierto es que la figura de H. P. Lovecraft siempre ha gozado de una fuerte presencia en la industria editorial de nuestro país, desde que allá por 1969 Rafael Llopis publicara la antología«Los mitos de Cthulhu» (Alianza), recopilación de relatos del autor de Providence.

En 2014, cuando se cumplen 77 años de la muerte de Lovecraft (y uno después de que se liberaran los derechos sobre su obra), muchas han sido las editoriales (en su mayoría independientes y, sobre todo, literarias) que han publicado nuevas ediciones de algunas de sus grandes obras.

Así, destaca la recuperación que la siempre exquisita Acantilado ha hecho de «El caso de Charles Dexter Ward» y «En las montañas de la locura», ambas traducidas por Miguel Temprano García, o la apuesta de Periférica por «El resucitador» (con nueva traducción de Juan Sebastián Cárdenas), inspirada en el «Frankenstein» de Mary Shelley, según el propio Lovecraft.

Pero, entre tanto ruido mediático (aumentado por la supuesta influencia de Lovecraft en Nic Pizzolatto, creador de la serie «True Detective»), un relato perteneciente a «Los Mitos de Cthulhu» llama la atención por haber sido recuperado en una cuidada edición. Se trata de «La sombra fuera del tiempo», publicado por la editorial Nevsky con una extraordinaria introducción de Javier Calvo y traducido por Jon Bilbao, que también se encarga del prólogo. Con este último hemos analizado los motivos de tan singular resurrección «lovecraftiana», al tiempo que hemos repasado las influencias de su obra en la literatura y su relevante actualidad.

- ¿De dónde surge ese resucitado interés hacia Lovecraft en el mercado editorial?

- Me temo que en buena medida de la liberación de los derechos sobre la obra del autor (el año pasado, fecha en la que se cumplieron 76 año de la muerte del escritor de Providence). Pero Lovecraft siempre ha estado presente en nuestras librerías, así que, más que el interés renovado, lo que me llama la atención es que las nuevas ediciones de sus obras aparezcan en editoriales «literarias» y no, como hasta ahora sucedía en la mayoría de los casos, en editoriales de género. A riesgo de parecer ingenuo, quiero pensar que es una señal de que la alta cultura comienza a mirar con mayor consideración a la cultura popular.

- Lovecraft es una de las voces indiscutibles del terror pulp. ¿No cree que ese género empieza a definir de nuevo, en buena medida, las ansiedades de la actual sociedad?

- Uno de los aciertos de Lovecraft fue el de no ser concreto en cuanto a las fuentes del terror en sus relatos. Se habla de criaturas inmemoriales, cultos subterráneos, brujería… pero todo ello no es más que el extremo visible, la punta del iceberg. Por debajo se oculta algo mucho mayor y terrible. Lovecraft no cayó en el error de querer explicar lo inexplicable, y así creo alegorías difusas de las que cada lector puede extraer una lectura particular. Eso hace que los relatos de Lovecraft continúen siendo actuales.

- ¿Cómo descubrió a Lovecraft? ¿Qué le llevó a él y qué efectos causó en su futura alma de escritor?

- Empecé a leerlo en la adolescencia, después de pasar por otros autores de terror, desde los clásicos como Bram Stoker a los contemporáneos como Stephen King. A día de hoy, de todos aquellos escritores, Lovecraft es el único al que regreso periódicamente, y siempre con gusto renovado. Aunque, con alguna excepción, no practico la escritura de género, Lovecraft me ha influido en cuanto a creación de atmósferas y construcción del suspense.

- ¿Qué secretos, complejidades… encierra traducir a un autor como Lovecraft?

- Lovecraft no era Flaubert, no era lo que se entiende por un estilista. Su recursos técnicos no iban tan lejos, pero los que tenía los manejaba con maestría. A la hora de traducirlo hay que eludir la tentación de mejorarlo: de evitar repeticiones de adjetivos, de hacer que los personajes hablen con voces bien diferenciadas… Hay que confiar en el autor. Las intervenciones sólo contribuyen a aguar el típico sabor «lovecraftiano».

- ¿Cree que el tiempo ha hecho justicia con él? Me refiero a que en ocasiones ha sido denostado y otras muchas no valorado lo suficientemente, en parte por motivaciones personales (véase su antisemitismo y su misoginia).

- Seguimos leyendo a Lovecraft y su influencia es palpable en muchos autores actuales. No se me ocurre mayor reconocimiento para un escritor.

- ¿Qué le debe la literatura del último siglo (y si me apura la actual) a Lovecraft? ¿Y la ficción audiovisual? (estoy pensando en su influencia en series recientes y exitosas como «True Detective»)

- A Lovecraft no solo le debemos sus libros sino un imaginario que él no llegó a agotar y del que se nutrieron, y se nutren, otros escritores. En lo audiovisual, aprecio menos su influencia, supongo que por la dificultad de traducir a imágenes sus historias, lo que además mermaría la imprecisión deliberada con que trataba sus horrores cósmicos. No obstante, hay casos, como «True Detective» que han sabido reflejar, o al menos han encontrado una afortunada inspiración, en las atmósferas de Lovecraft.

- La renuncia al realismo es clara en toda su obra. ¿Eso juega en desventaja o todo lo contrario?

- No creo que ningún aficionado a Lovecraft eche de menos el realismo en sus relatos. Seguramente, ligar sus textos a la realidad le habría impedido desarrollar un imaginario tan extenso, personal y fértil.

- ¿Cuáles serían los rasgos más recurrentes en la obra de Lovecraft?

- Un horror que por sus dimensiones, inconcebibles para el ser humano, y sus orígenes remotos linda con lo abstracto; y personajes que se enfrentan a ese horror, llevados en parte por el destino y en parte por la fascinación, a sabiendas de que nada pueden hacer contra él.

(FUENTE: abc.es)

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