
El Hospital Juárez del Centro, está en edificio que data desde la Conquista, cuando Fray Pedro de Gante fundó las cuatro primeras iglesias, de las cuales, una fue denominada Parroquia de los Indios de San Pablo, que estuvo a cargo de los padres franciscanos. Es interesante saber que en este lugar se fundó la primera biblioteca de la Nueva España, y que fue ahí mismo donde se comenzó la era de la astronomía en el México conquistado; ya que ahí llegaron los primeros Astrolabios e instrumentos astrológicos del Viejo Mundo, mismos que sirvieron para los primeros estudios en la Nueva España. Siglos después, cuando los Estados Unidos amenazaba a México con una guerra de invasión, Don José Urbano Fonseca, fue autor del proyecto de convertir en un hospital de sangre al viejo edificio de San Pablo, que servía como cuartel para los militares mexicanos, logrando que se entregara parte de éste para los heridos de la guerra que en esos momentos se desataba. Los primeros heridos a los que se les atendió fueron a los del Batallón de Padierna el 23 de agosto de 1847.

La leyenda de “La Planchada”
Cuenta la leyenda del hospital que es recorrido constantemente por una enfermera fantasma; de ahí procede el otro nombre con el que es conocida esta leyenda: "La Enfermera Visitante". Esta leyenda es de las más populares del siglo XX, en México.
Según internos y trabajadores del hospital, han escuchado, sobre todo en las noches, ruidos y sonidos extraños. Lo más “común”, en el Hospital Juárez es la atención que esta enfermera tiene hacia los enfermos; ya que se dice el que el fantasma de “La Planchada” se aparece cuando algún enfermo no ha tomado sus medicamentos, ya sea por negligencia de las enfermeras o por cualquier otro motivo. En varias ocasiones los enfermos argumentan que ya han tomado sus medicamentos, cuando en realidad la enfermera en turno no había suministrado medicamento alguno. Y, en efecto, dada la descripción de esta enfermera, que pocos han visto (pacientes y enfermeras), ha atendido a “sus enfermos”.
Hay ocasiones en que las enfermeras del turno de la noche, al hacer guardia se han quedado dormidas, y precipitadamente las han despertado sintiendo un golpe con la palma de la mano en sus cabezas. Estas, al despertar, no ven a nadie a su alrededor, solo los largos y viejos pasillos, quietos en la mitad de la noche.
En realidad exciten dos versiones de esta aparición en el viejo hospital, la cuales podríamos calificar como “antigua” y “moderna”:
La versión antigua
Según esta versión, la leyenda de “La Planchada” nace en tiempos del inicio del Hospital y sería un fantasma de la época colonial: esta versión argumenta que, el exceso de trabajo y el escaso personal, hacía que por cansancio se quedaban dormidas las enfermeras y al despertar apresuradas para atender a los heridos de la guerra, se encontraban con la novedad de que ya habían sido atendidos por una enfermera que nadie conocía. En medio del furor de la guerra injusta que culminó con la pérdida del 52 por ciento del territorio mexicano al firmarse los Tratados Guadalupe Hidalgo, algunos trabajadores y militares se pusieron de acuerdo para seguir a la mujer que les brindaba cuidadosa atención, y se espantaron al ver que desaparecía a escasos metros del Hospital.
No se sabe casi nada, ni de dónde vino, ni cuando ingresó al hospital y ni cómo murió; solo se sabe que fue una mujer hermosa, de pelo corto y rubio, seria, pero sobre todo, estricta, siempre de uniforme blanco almidonado; caminando erguida por los pasillos. La enfermera Romy del Rayo Gordillo, dijo que a todo el personal le consta la existencia del fantasma que describió como una mujer alta, rubia, de ojos azules, con ropaje similar al usado en el Virreinato, pero que nadie desea hablar de ello. Algunos trabajadores que pidieron el anonimato, argumentaron el temor a la que alguien pueda mofarse.
En la dirección de este hospital, a la cual misteriosamente el paso es muy restringido -inclusive para los que ahí trabajan-, se habla de un cuadro que se encuentra en una de las paredes; dicho cuadro, según dicen los internos del nosocomio, correspondería a esta enfermera.
La versión moderna
La otra version de cómo ocurrieron los hechos que dieron origen a la leyenda narra que una enfermera de nombre Eulalia entró a formar parte del personal del hospital aproximadamente a mediados del siglo XX, y en poco tiempo se ganó la simpatía y el afecto del personal médico y administrativo.
La joven enfermera era de buena presencia, y vestía su ropa siempre con una blancura impecable, y muy bien almidonada y planchada.
Era entregada a su vocación por atender a los pacientes, en una ocasión el Director del hospital llamó al personal porque iba a presentar a un médico de nuevo ingreso, pero sin embargo ella no acudió al llamado porque se encontraba atendiendo a un paciente.
El médico recién llegado se llamaba Joaquín, era joven y recién egresado, y después de un corto tiempo en el hospital se rumoraba que era orgulloso y envanecido. Cierto día se le encomendó a la enfermera Eulalia que auxiliara al Doctor Joaquín, quien iba a extraer una bala a un paciente que llegaba de urgencia.
Dicen que Eulalia quedó impactada al conocer al Doctor Joaquín, y que después de colaborar con el mencionado médico no dejaba de hablar de sus ojos y de lo bien parecido que era. A pesar de que muchas personas le recomendaron que no se enamorara del galeno, en poco tiempo se hicieron novios, aunque la relación no era equitativa: ella le entregaba todo su amor y él era fanfarrón, y coqueteaba con otras enfermeras.
Pasaron meses e incluso más de un año, y el Doctor Joaquín le dijo que se casarían. Ella se emocionó mucho y comenzó a ilusionarse con la boda.
Un día, él le pidió que le guardara un traje de etiqueta porque iba a ir a una elegante recepción al día siguiente. Ella accedió, y así al otro día él la visitó en su casa, donde se cambió y al terminar conversaron un rato. Eulalia le comentó que había olvidado mencionarle que a la mañana siguiente iba a salir temprano de viaje pues tenía un seminario al norte del país que duraría 15 días.
A la enfermera Eulalia le extrañó un poco que no le hubiera mencionado nada Joaquín acerca del viaje con anterioridad, pero le deseó buen viaje y se despidió del él.
A la semana, ella ya lo extrañaba mucho, y un enfermero del hospital conversó con ella y le confesó que tenía interés de que ella lo acompañara a una fiesta, pero ella le dijo que no podía hacerlo, pues estaba comprometida con el Doctor Joaquín, a lo que él le respondió que cómo iban a estar comprometidos si él se acababa de casar y estaba en su viaje de bodas, además que había renunciado a su trabajo y se iba de la ciudad.
La enfermera Eulalia no pudo evitar sumirse en una profunda depresión por el engaño en el que había sido víctima. Dicen que comenzó a llegar tarde al trabajo, descuidó a algunos enfermos, e incluso hay quienes mencionan que se le llegaron a morir por su desatención.
Pasó el tiempo, y ella cayó en cama por una enfermedad que la llevó más tarde a la tumba, en el mismo hospital donde trabajaba.
Después de un tiempo, comenzaron a suceder hechos extraños, como que una mañana un paciente que estaba grave amaneció muy bien, y le dijo a la enfermera:
-Gracias por sus cuidados, la medicina que me dio me mejoró mucho.
Sin embargo, la enfermera no había ido en la madrugada.
En otra ocasión, una paciente también mencionó que una enfermera vestida con ropa muy bien almidonada (de ahí su apodo: “La Planchada”), había ido durante la noche a darle unas pastillas.
Así comenzaron a ser comunes las narraciones de las visitas de la fantasmal enfermera a quien llamaron desde entonces "La Planchada". El personal del hospital se familiarizó con las apariciones de Eulalia, quien en las noches circulaba por los pasillos, entraba a los cuartos, y nadie duda que hasta haya sido auxiliar en alguna de las de cirugías.
Tal ha sido la fama de este lugar y su eterna enfermera como compañía que, en 1976, se realizó un concurso de poesía llamado “Dr. José Rojo de la Vega”, convocado por el Comité Organizador de la XXII Asamblea Nacional de Cirujanos en el cual concursó el siguiente poema:
“La Planchada Fantasmal enfermera que lucía impoluto uniforme almidonado
Con gran esmero, y con primor planchado
En el viejo hospital se aparecía.
A los pacientes atendía Con eficiencia y especial cuidado,
Si en nocturno bregar, rudo y callado, Agobiada enfermera se dormía.
¿Quién era esa mujer?; ¿era alma en pena?;
¿Era flor por la vida desechada, qué así purgaba singular condena?”.
El día de hoy todavía sigue escuchándose de vez en cuando que alguien comenta sobre una visita de la enfermera, con su vestido largo, blanco y perfectamente almidonado y esto no ha sido solo en el Hospital Juárez, sino en otros nosocomios de México D.F.