La creencia de que brujas y brujos se reunían los viernes, y que lo hacían en cuevas en las que habitaban seres sobrenaturales, fue una creencia muy extendida durante la época colonial en Chile.
Los procesos judiciales de entonces dejaron testimonio de aquella convicción. Se pensaba además que, tanto brujas como brujos, tenían la capacidad de transformarse en animales. Zorros, perros y también aves, especialmente chonchones, eran algunas de las formas que tomaban.
Hablar de brujería en términos históricos, es considerar una rica fuente de imaginarios y símbolos, detalla la historiadora María Eugenia Mena, encargada del Archivo de Mujeres y Géneros del Archivo Nacional. Y a través de los juicios que se realizaron en esos años, es posible, dice, “movilizarnos por una serie de complejos entramados políticos, sociales, religiosos y sobre todo culturales, de una sociedad que buscó construir su identidad en un proceso de roce, choque y diálogo entre dos grandes tradiciones culturales que comenzaron a relacionarse desde la época de la colonización española en América”.
Juicios por brujería
Esta temática será parte de la exposición Brujería en Chile colonial: archivos e imaginarios, una muestra del Archivo Nacional (institución que depende del Servicio Nacional del Patrimonio Cultural), basada en juicios realizados en nuestro país en el siglo XVIII, muestra que podrá visitarse hasta marzo de este año.
Leer, analizar y reconstruir los juicios por brujería en Chile Colonial, agrega Mena, nos permiten conocer nuestro pasado y reconocernos en ellos. Lo que se lee desde los espacios judiciales, es que la brujería que era criminalizada, castigada y desarraigada, es el cúmulo de conocimientos ancestrales, que tuvieron asideros reales dentro de sus comunidades y territorios, “de esta manera, hombres y mujeres, criollas, indígenas y mulatas fueron objeto de análisis sobre sus comportamientos, relaciones y poder político que ostentar”.
De los juicios trabajados en la tesis y que son los expuestos en esta exposición, dos se dan en Santiago y los demás en provincias, en sectores como Chillán, Itata y Malloa.
Los protagonistas, dice Mena, son hombres y mujeres de diversos rangos etarios. “Principalmente son sujetos subordinados del orden colonial, es decir, esclavos de origen africano, indígenas y criollas”, explica.
Muchos de ellos cumplían diversas labores de producción dentro de sus comunidades, tales como, para el caso de los hombres, zapateros, curtidores, peones, otros también tuvieron cierto rango político militar como el de Cacique. Para el caso de las mujeres, esclavas e indígenas, declararon estar relacionadas con las labores del hogar, el hilado y los servicios personales.
¿Cómo es visto el tema actualmente? Las lecturas que se hacen desde hoy son múltiples y diversas, desde el género, etnia y clase, explica la historiadora, “lecturas que deben estar dentro de las investigaciones desde la historia y las ciencias sociales, sobre temas complejos e interculturales”.
Archivos e imaginarios
La exposición recopila material de documentos que sirvieron para la construcción de la tesis de magíster de Mena, y que se encuentran en el Archivo Nacional en el fondo Real Audiencia, es decir, son documentos judiciales de la época colonial.
En el trabajo realizado en conjunto con Rolando Baez, historiador del arte y curador del Archivo Nacional, buscaron materializar una exposición que tuviese una bajada visual. A a partir de ahí se convocó a Maliki (Marcela Trujillo) y más tarde a las artífices Greta Cerda y Marta Contreras, quienes recogen en el saber de loza policromada una tradición centenaria y característica de la zona central de Chile.
Baez señala que sabía de la existencia de estos juicios por brujería debido a investigaciones previas realizadas por Sonia Montecino y Eduardo Valenzuela. Pero fue cuando conoció hace un año a la historiadora María Eugenia Mena y que había realizado su tesis de maestría sobre el tema, comenta “que se me hizo claro desarrollar una exposición sobre la hechicería colonial, especialmente porque su trabajo destacaba aspectos de género, etnia y clase que me interesaba relevar”.
En términos generales, dice Baez, se trata de una muestra de arte en que se apuesta por los cruces visuales y los mestizajes tanto en los lenguajes como en las formas de entender el trabajo patrimonial. “Como ejemplo, está la museografía realizada por Laura Gandarillas, diseñadora teatral de larga trayectoria quien dio forma a un espacio laberíntico con detalles muy interesantes como las bolsas de género rojo que hacen referencia a los testimonios existentes en los fondos del Archivo Nacional”.
Una iniciativa dirigida a todo público, recalca, pensando especialmente en la comunidad que habitualmente no accede a esos espacios. “Por eso su sentido lúdico y absolutamente pop“, dice Baez.
Carlos Maillet, Director del Servicio Nacional del Patrimonio Cultural concuerda con el hecho de que “la exposición apuesta por los cruces disciplinarios, cronológicos y culturales como forma de acercar el patrimonio cultural hacia la comunidad”.
(FUENTE: latercera.com)
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