¿Cuándo está bien matar a una forma de vida alienígena?
En las películas, la respuesta suele ser bastante sencilla: está bien cuando se hace en defensa propia, sobre todo si inspira un discurso sobre el excepcionalismo humano. Pero en el mundo real, la elección no es simple ni abstracta. Muchas misiones a mundos vecinos podrían, accidental o intencionalmente, perturbar la vida extraterrestre. ¿En qué condiciones, si acaso, sería aceptable la pérdida de unos pocos alienígenas, presumiblemente microbios?
Los puntos de vista sobre esta cuestión son diversos, fascinantes y esenciales a la hora de detectar vida en otros planetas. Las misiones que se encuentran actualmente en Marte, así como las que se llevarán a cabo próximamente en lunas solares exteriores, como Europa, luna de Júpiter, y Titán, luna de Saturno, podrían encontrar formas de vida extraterrestre. "Es una cuestión sobre cuáles son nuestras prioridades, tanto si eres astrobiólogo como si eres un miembro del público en general", afirma Jayme Johnson-Schwartz, filósofa que ha escrito mucho sobre la ética de la exploración espacial.
El programa Viking de la NASA, que llevó los primeros robots a Marte en 1976, tenía una respuesta clara: está bien matar a unos cuantos alienígenas, siempre que haya una justificación científica. Los módulos de aterrizaje de las naves Viking llevaron a cabo experimentos con muestras de tierra marciana; algunas se bañaron en nutrientes y otras se esterilizaron a temperaturas abrasadoras. La lógica era que cualquier microbio hipotético rociado podría activarse, produciendo actividad detectable, mientras que los microbios que fueron flameados permanecerían tranquilos, proporcionando un control.
Dejemos a un lado el hecho de que el experimento Viking sí detectó signos de vida, un resultado que sigue siendo controversial casi 50 años después. Imagina que unos extraterrestres vinieran a la Tierra, reunieran a algunas personas, invitaran a un grupo a una comida de lujo y fulminaran al otro solo para asegurarse de que el primer grupo estaba realmente vivo. Sería una extraña introducción a una nueva especie, ¿no?
Aunque el experimento es un gran reflejo del primer contacto con vida extraterrestre, es muy limitado, porque los microbios se consideran generalmente prescindibles a nivel individual de una manera que las formas de vida complejas, como los seres humanos, no lo son. Si bien no podemos evitar matar algunos microbios aquí y allá, ya sea en la Tierra o potencialmente en el espacio, los ecosistemas completos son otra historia.
Para ganar hay que estar dispuestos a perder
El Comité de Investigación Espacial, una organización no gubernamental internacional dedicada a la colaboración en la exploración espacial, prohíbe cualquier actividad que suponga una amenaza para la biosfera alienígena o para la vida en nuestro propio mundo. Este principio de "protección planetaria" pretende evitar la transferencia de vida terrestre a otros mundos (contaminación hacia adelante) o de vida extraterrestre a la Tierra (contaminación hacia atrás).
"En la misión Viking, se tuvo mucho cuidado de no introducir ningún organismo terrestre que pudiera perturbar la biosfera marciana existente", aseguró David Grinspoon, científico jefe de estrategia astrobiológica en la sede de la NASA, en una respuesta enviada por correo electrónico que incluía aportaciones de Nick Benardini, responsable de protección planetaria de la NASA.
“Los experimentos biológicos del proyecto Viking no corrían el riesgo de dañar ninguna ecósfera marciana y cumplían todos los requisitos. Los protocolos de protección planetaria aceptados internacionalmente no tienen ninguna proscripción contra el daño a microbios individuales cuando se comprueba la presencia de vida”, añade Grinspoon.
Habrá que matar algunos, parece
En otras palabras, la posibilidad de destruir una pequeña población de alienígenas es un riesgo aceptado de nuestra exploración a otros mundos. Por ejemplo, muchas misiones espaciales están equipadas con un espectrómetro de masas, un instrumento de precisión que vaporiza muestras extraterrestres para revelar información detallada sobre sus componentes químicos, incluidos los alienígenas.
Chelsea Haramia, profesora asociada de Filosofía en el Spring Hill College de Alabama e investigadora principal en la Universidad de Bonn, Alemania, aclara que las ventajas y desventajas de los espectrómetros de masas y otros instrumentos deberían analizarse a fondo antes de las misiones.
“Existe el riesgo absoluto de que el uso de un instrumento de este tipo ponga en peligro la vida extraterrestre, si es que existe, y esperamos que los astrobiólogos se paren a pensar en las consideraciones éticas de emplear esta técnica”, detalló Haramia en un correo electrónico que incluía aportaciones de sus colegas Julia DeMarines, estudiante de posgrado en ciencias de la Tierra y planetarias en la UC Berkeley, Emilie Lafleche, candidata a doctorado en ciencias planetarias en la Universidad Purdue de Indiana y Michael Wong, becario posdoctoral Sagan del NASA Hubble Fellowship Program (NHFP), quien estudia astrobiología y ciencias planetarias en Carnegie Science en Washington, DC.
“Para ser claros, no estamos diciendo que haya que prohibir la espectrometría de masas, estos instrumentos han proporcionado datos exquisitos sobre la química de mundos lejanos, y nos enseñan mucho incluso cuando no hay vida que detectar”, añade el grupo. Pero, según ellos, los astrobiólogos deberían plantearse cómo cambiarían sus estrategias si un espectrómetro de masas encontrara pruebas tentadoras de la existencia de vida en otro mundo. “¿Deberíamos cambiar a técnicas menos invasivas? ¿Retirarnos por completo? Todavía no tenemos respuestas claras, pero deberíamos buscarlas. Deberíamos empezar a hacernos estas preguntas difíciles ahora, antes de tropezarnos con el descubrimiento de nuestra vida”, aclara el grupo.
Medidas de contención
El rover Curiosity de la NASA, que lleva explorando Marte desde 2012, ha sido capaz de determinar mediante el zapping de muestras, que el planeta fue una vez habitable hace miles de millones de años, entre otros muchos descubrimientos apasionantes. Los espectrómetros de masas estarán a bordo de la misión Europa Clipper de la NASA, cuyo lanzamiento está previsto para finales de este año, y que estudiará los gases de la luna Europa de Júpiter durante varios sobrevuelos; así como a bordo de la misión Dragonfly de la agencia a la luna Titán de Saturno, que aterrizará en el extraño mundo en algún momento de la década de 2030.
“Los experimentos de Dragonfly vaporizarán pequeñas cantidades de hielo de Titán para conocer su origen y evolución. El propósito será caracterizar sus procesos geológicos y meteorológicos actuales, y evaluar el potencial de evolución orgánica del tipo que puede haber conducido al origen de la vida en la Tierra. Esta misión no está diseñada para buscar vida, y es extremadamente improbable que estas investigaciones dañen a algún organismo hipotético”, explica Grinspoon.
Grinspoon añade que la oficina de protección planetaria de la NASA participa en el diseño y aprobación de cada misión lanzada a entornos potencialmente habitables, y que las naves espaciales, incluidos los vehículos exploradores de Marte, pasan por un exhaustivo proceso de esterilización para evitar la contaminación de mundos alienígenas con microbios terrestres.
"En el caso de los vehículos exploradores, es poco probable que existan microorganismos vivos en la superficie de Marte, por lo que la posibilidad de alterar un ecosistema es baja". Las misiones en Marte también evitan las "regiones especiales", porque estas zonas pueden contener agua líquida cerca de la superficie, lo que aumenta la posibilidad de que haya vida qué perturbar.
De este modo, los astrobiólogos y otros especialistas de las agencias espaciales federales, como la NASA y la Agencia Espacial Europea, calculan las posibles repercusiones de sus misiones sobre cualquier forma de vida extraterrestre. Pero las entidades gubernamentales ya no son los únicos actores en el espacio; la maduración de los vuelos espaciales comerciales ha revelado un nuevo conjunto de riesgos y actitudes sobre la exploración espacial, incluidas las preocupaciones de protección planetaria.
Por ejemplo, en 2018, la nave espacial privada Beresheet se estrelló en la luna de la Tierra, derramando su carga viva de tardígrados resistentes, un tipo de animal muy pequeño, en la superficie. O, la empresa de fabricación especial SpaceX, de Elon Musk, que también está desarrollando activamente planes para establecer comunidades humanas en Marte, por lo que vale la pena considerar qué directrices de protección planetaria deben aplicarse a las misiones humanas que visitan entornos extraterrestres potencialmente habitables, dado que nuestros cuerpos no pueden esterilizarse en una sala blanca.
Una tarea de mucha reflexión
Por encima de todo, es fundamental reconocer el abanico de opiniones que diversas comunidades mantienen sobre el valor de la vida, tanto aquí en la Tierra como en otros lugares, de modo que estas cuestiones complejas puedan afrontarse con aportaciones del mayor número posible de perspectivas.
“Se necesitaría mucho trabajo para hacer de Marte un lugar para nosotros. No podemos dirigirnos frívolamente a Marte y hacer lo que nos apetezca, sin antes reunirnos para pensar colectivamente en lo que queremos para nuestra primera interacción con otro mundo, y con otras formas de vida”, declara Johnson-Schwartz.
“Si no nos aseguramos de que las voces sean escuchadas, y de encontrar una manera de influir en la política, van a ser los ricos quienes marquen la agenda”, concluye.
(FUENTE: es.wired.com)
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