En un reciente hallazgo que desafía las concepciones históricas establecidas, Nils Sulca, arqueólogo y catedrático de la Universidad Nacional San Cristóbal de Huamanga, ha compartido revelaciones significativas sobre el Qhapaq Ñan, el vasto sistema de caminos atribuido a la civilización Inca.
Las investigaciones de Sulca, fundamentadas en extensivas salidas de campo por regiones como Ayacucho, Apurímac, Ica, y Huancavelica, sugieren que la famosa red vial del Tahuantinsuyo no es un invento exclusivo de los Incas.
Este planteamiento encuentra su base en la observación de que las rutas se asientan sobre lo que se conocía como Wari Ñan o Camino Wari, evidenciando una herencia directa de la civilización Wari precedente.
El especialista indica que las similitudes arquitectónicas entre los caminos encontrados en diferentes ecosistemas—como la Costa, Sierra, y Selva—y su uso continuo hasta la actualidad, refuerzan la idea de una infraestructura vial mucho más antigua, posiblemente anterior incluso a la civilización de Caral.
“La carretera Panamericana sigue el trazado del Qhapaq Ñan de la costa”, afirma Sulca, subrayando cómo estas rutas ancestrales siguen influyendo en el trazado de vías modernas y facilitando el intercambio de productos variados entre distintas regiones, desde alimentos marinos hasta minerales como el mercurio, crucial para diversas operaciones durante el periodo prehispánico.
Sulca detalla cómo los incas no solo heredaron, sino que también mejoraron y expandieron la red de caminos Wari, incorporando elementos como muros de contención que ofrecían sombra y plantando árboles frutales a lo largo de estos para proveer de alimento a los viajeros. Además, menciona el uso singular de ciertas rutas para tareas ceremoniales, como el depósito de los muertos en cuevas veneradas por los viajeros.
La gestión y mantenimiento de estas rutas también reciben atención, revelando un sistema organizado que incluía la limpieza nocturna para evitar la acumulación de polvo y la asignación de responsabilidades a los miembros ancianos de la comunidad, demostrando una viva tradición de cuidado comunal extendido a las vías de comunicación.
Interesantemente, Sulca toca el tema de la adaptación y el cambio post-conquista, destacando cómo algunos de estos caminos prehispánicos jugaron un papel en la configuración de las ciudades virreinales mediante el proceso de las reducciones, diseñadas en parte para facilitar el control sobre las poblaciones indígenas recién sometidas.
Provincias como Huamanga emergieron en este contexto, señalando una transición en el uso de los caminos que refleja los profundos cambios sociopolíticos introducidos por la colonización.
La posibilidad de una ruta que conectara con el Brasil precolombino, aunque no confirmada debido a la densa vegetación y la falta de mantenimiento, señala el potencial aún no explorado de estas rutas en el entendimiento de las interacciones culturales y comerciales prehispánicas en Sudamérica.
Sulca enfatiza que el dominio de estas vías no se limitaba a la mera facilitación del comercio, sino que también servían como instrumentos de control social y político, una visión que, según indica, fue primero ejecutada por la civilización Wari.
Este cuerpo de hallazgos no solo aporta una nueva capa de comprensión sobre la ingeniería y administración prehispánica de caminos sino que también reta a reconsiderar las narrativas históricas sobre la evolución de las redes viales en Sudamérica y su impacto en la conformación de las sociedades contemporáneas.
Datos
Los materiales usados para los caminos en la época prehispánica se adaptaban a cada zona.
Los primeros en tener un sistema ordenado de caminos fueron, según recientes estudios, los Wari.
Los incas reutilizaron estas rutas añadiéndoles en ocasiones algunas mejoras.
Durante el Tahuantinsuyo se hicieron túneles en los cerros y puentes sobre ríos o quebradas para hacer más rápido los viajes.
(FUENTE: infobae.com)
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