“Hacen más que simplemente drenar tu energía física. Los más malignos pueden hacerte creer que no eres digna ni digno de ser querido. Otros infligen daño de manera sutil pero no por eso menos grave para finalmente disminuir la autoestima de la persona que tienen al lado”. Así describe la psiquiatra estadounidense Judith Orloff, a los ‘vampiros emocionales’ en un artículo en la revista Psychology Today. Según plantea en su análisis, de base tienen rasgos narcisistas, son manipuladores y logran, como precisa en el artículo, chupar todo el optimismo y la tranquilidad de la persona con la que se relacionan; mientras ellos se fortalecen, el otro se debilita.
Así también lo plantea el psicólogo y columnista estadounidense Albert J Bernstein en su libro Emotional Vampires: Dealing with People Who Drain You Dry (2000), en el que sostiene que estos vampiros emocionales vienen en distintas formas; pueden ser nuestros maridos, amantes, familiares o hijos. Pero además, algunos vampiros son antisociales, otros son obsesivos compulsivos, otros tantos son controladores y paranoicos, y finalmente están los narcisos.
Y es que el término, que no se usa clínicamente y es más bien coloquial, surgió a principios de los dos miles en libros de autoayuda como el de Bernstein, más que nada para designar a un conjunto de individuos que, aunque difieran enormemente entre sí, de base tuvieran algún tipo de trastorno mental que se traduce en el desgaste de quienes se cruzan en sus caminos. La metáfora rápidamente agarró vuelo y, hasta el día de hoy, se usa para hablar de aquellos que, tal como lo hacen los vampiros, se alimentan de la energía y la alegría de los demás. Como explica la psicóloga y terapeuta familiar, Catalina Baeza, en la medida que consumen las ganas de vivir de los demás, ellos se alimentan y el otro las va perdiendo. “Son como los parásitos, pero lo que caracteriza a estos vampiros es que manipulan todo; lo que dices, lo que no. Dan vuelta las palabras, o ponen otras palabras en tu boca. La intención siempre es descalificar, pero como son personas significativas para ese otro, es difícil que los corten”, explica.
A eso se le suma que estas personas suelen ser atractivas y llaman la atención. Son plenamente conscientes de eso y, tal como los narcisos, lo usan a su favor. Como se plantea en el imaginario que ronda en torno a los vampiros; seductores, misteriosos y llamativos. “Dan ganas de relacionarse con estas personas porque quitan, pero dan. Y los seductores, por más simple que suene, seducen. Eso es lo que saben hacer. Las personalidades narcisistas acostumbran tener este tipo de comportamiento, pero de base las personas que los rodean solo existen como instrumento. Para el vampiro emocional y el narciso, las personas a su alrededor son funcionales y le sirven en la medida que los ayuden a cumplir sus deseos o metas”, explica. “No existen como sujetos legítimos o seres humanos. Por lo mismo la dinámica relacional que se genera es muy compleja y para el que está siendo drenado o absorbido por el vampiro, se crea una dependencia emocional”.
Y es que, como explica la psicóloga forense especialista en temas de género, Guila Sosman, los narcisistas se victimizan para chantajear emocionalmente y para demandar atención y cuidado. Muchas veces, en ese proceso de victimización que van a utilizar como herramienta para obtener lo que quieren, van a hacer que la mujer sienta culpa por no poder entregarle todo lo que exigen. “Los hombres narcisistas, en general, recurren a la descalificación o devaluación constante del otro para sentirse admirados y valorados ellos mismos. Incluso hoy, habiendo más consciencia respecto a la violencia contra la mujer y cuerpos feminizados, en muchas dinámicas de pareja en las que hay violencia psicológica y en las que la mujer está puesta en una posición inferior, es ella la que admira y atiende al hombre narciso, que la descalifica, perpetuando así la dinámica”, precisa.
Por eso, como explica Baeza, el trabajo que hay que hacer es personal. Lo más importante, según detalla, es pensar por qué necesitamos involucrarnos con alguien que nos seduce y al mismo tiempo nos consume. “Es clave preguntarse qué nos lleva a buscar eso y cuál es nuestra carencia. Más que pensar en alejarnos de ese tipo de personas, lo primero es darnos cuenta que cuando nos rodeamos de personas que están chupando nuestra energía, generándonos dolor, o personas con pensamientos catastróficos y tendencia al drama, lo que hay de base es una necesidad propia que no está del todo resuelta. O quizás no creemos que nuestra mirada es suficiente”, explica. “El trabajo, entonces, es pensar en qué nos lleva a estar ahí. Porque arrancarnos apenas vemos a un vampiro no va cambiar en nada; lo que vamos a hacer es encontrar otro con otra cara”.
(FUENTE: latercera.com)