La fatiga pandémica, según las OMS, es la respuesta natural a una crisis de salud prolongada, vinculada a la desmotivación que surge respecto de seguir las pautas y medidas de protección impuestas. La gravedad y la escala de la pandemia han exigido implementar medidas invasivas en nuestra cotidianeidad, con impactos profundos en niveles emocionales, sociales, económicos y psicológicos de la vida de todos.
Tal como lo explica Antonio Cano, miembro del Consejo General de Psicología de España, “cuanta más fatiga hay, más cansancio, agotamiento y emociones desagradables se sienten”. En este sentido, es comprensible que luego de un año de pandemia y a punto de enfrentar una segunda oleada, nuestro cuerpo esté mostrando un conjunto de signos tales como cansancio, vulnerabilidad, estrés, desordenes en el apetito, falta de sueño, apatía, dificultades para concentrarse, entre otros. Estos signos surgen como producto del miedo al contagio, la preocupación económica, el aumento de las noticias negativas, la falta de contacto social y la prolongada incertidumbre. En este contexto, nuestro cuerpo empieza a mostrar fatiga mental, psicológica y física.
Existen muchos factores que no dependen de nosotros en una situación tan compleja. Enfocarnos en aquello que está en nuestras manos y a nuestro alcance nos puede ayudar a gestionar mejor nuestro este estado emocional y a superar la fatiga pandémica. En este sentido, voy a proponer cuatro claves que me han sido de mucha ayuda en este proceso:
Elige la información que consumes
Estar informados es parte de nuestra responsabilidad, pero es importante asegurarnos que la información que consumimos provenga de fuentes fiables y dejar de confiar en los mensajes anónimos que circulan en las redes.
No se trata de estar desinformados, pero no podemos vivir consumiendo solo noticias negativas. No se trata de no compartir información, pero no debemos hacerlo sin haberla validado previamente.
Hablar del virus y estar informado es una conducta responsable, pero que no nos convierta en monotemáticos. Es mucho más saludable centrar nuestra atención en los aprendizajes y las cosas positivas que también están ocurriendo en este contexto.
Muévete
Cuando movemos nuestro cuerpo, se mueve nuestra mente, nuestras emociones y generamos los neurotransmisores que regulan la química de nuestro cerebro que nos ayudan a generar la sensación de bienestar.
La práctica regular de ejercicio físico y una alimentación saludable, son el detonante para favorecer el sueño, el descanso prolongado y la sensación de bienestar. Podemos caminar, correr o buscar alguna aplicación para ejercitarnos en casa.
Acepta tus emociones y permítete estar mal
“No te pongas así”. “No te lo tomes personal”. “Tienes que reponerte”. ¿Cuántas veces hemos dicho o escuchado consejos como estos?
Si bien suenan lógicos y sensatos, sabemos de sobra que no funcionan ya que nuestras emociones no siguen órdenes ni cumplen nuestra voluntad. Dejar de luchar contra las emociones, aceptarlas y compartirlas resultan una buena forma de gestionarlas.
No te juzgues ni juzgues a otros por lo que sienten. Recuerda que cada persona vive su propia realidad, tiene su propia historia y sensibilidad.
Permítete sentir cada emoción, comprendiendo que aceptar no significa resignarte o victimizarte. Aceptar implica darte el tiempo y el espacio, que necesitas para que la emoción ocurra. Después, con mayor conciencia de tus sentimientos, podrás decidir cómo afrontar la situación de una mejor manera.
Cultiva tus relaciones más importantes
Somos seres sociales, hemos evolucionado a partir de nuestras relaciones. Incluso, el Consejo General de Psicología de España, ha demostrado que es más eficaz tratar la ansiedad y la depresión mediante procesos grupales más que de manera individual con medicaciones.
Esta coyuntura no nos permite socializar en grupos, sin embargo, podemos salir a pasear con algún amigo de manera responsable y tomando las medidas de seguridad correspondientes. Además, seguimos teniendo el soporte virtual que nos permite cultivar y cuidar nuestras relaciones personales.
Elige el punto que consideres se adapta mejor a ti y ponlo en práctica. Seguimos transitando este túnel, con la esperanza de que al final, reaparecerá la luz. Solo nos queda adaptarnos, y aprender a esperar, y es mejor si lo hacemos con una actitud de aprendizaje y una sonrisa.
(FUENTE: gestion.pe)
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