Rosa María Palacios es una de las mejores periodistas del Perú: todos alabamos su estilo de investigación minucioso e inquisitorial, pero el reportaje de anoche en su programa "Prensa libre", dejó un mal sabor de boca, dado que si bien lo presentó inicialmente como un reportaje que pretendía defender las creencias del poblador del ande y de paso dar claridad sobre el asunto a la población, pero terminó convirtiéndose en un desagradable ejercicio inquisitorial contra la Policía Nacional, y de paso soltar de una manera nada disimulada que todo aquel que crea en los Pishtacos y su accionar son "ignorantes" (sin importar si es campesino o policía) Así, el reportaje de la Palacios, el cual yo por lo menos esperaba alturado e imparcial, cayó demasiado rápido en una postura parcializada y casi en una denuncia de "cortina de humo" por parte del gobierno.
Entendemos que la postura crítica de Rosa María Palacios con respecto al gobierno es parte clave de su programa (y nos gusta que se así), pero de ahí a tomársela de una manera tan personal (Rosa María tiene todo el derecho de creer que algunas cosas son solo supersticiones), que logró todo lo contrario que supuestamente propuso como línea editorial en el reportaje: aclarar el tema y respetar las creencias de la gente del ande peruano.
Somos conscientes que el comisario, el profesor y el alcalde son en muchos casos "la autoridad intelectual" en los pueblitos perdidos en medio de nuestra selva y sierra, pero,... ¿era necesario mostrar tanta zaña con respecto a la creencia de los pishtacos, tildando a la policía de ignorante, embrutecedora y difundidora de disparates y demás?, asumir esa postura de "superioridad intelectual" contra la policía y la gente de la sierra y la selva no nos ayuda en nada, señora Palacios: esa postura de "soy de la capital y yo sé todo" es la misma que usted criticaba en los conflictos con las etnias de la amazonía, que ya nos han costado tantos muertos.
Acá no se trata de creer o no creer a pies juntitas que los pishtacos existen o no: lo importante es que para la población que los ha tenido como amenaza cree en su existencia, que los policías -que muchas veces proceden de la zona en cuestión-, han conocido su existencia desde la infancia y ahora se encuentran con el caso y lo más importante: que los deudos de las víctimas (ya sea uno o 60), creen por que han perdido a un ser querido,... y también creen en el mito de los pishtacos los propios asesinos, ya que creyéndoselo o no , usaron esa figura mítica para su delito. Aquí no hablamos de un ejercicio teórico acerca de una leyenda urbana, señora Palacios: estamos ante el caso de que una leyenda urbana se hizo realidad.
Igualmente la exposición del Antropólogo Jaris Mujica fue realmente deplorable desde un punto de vista profesional: nuevamente una postura de superioridad con respecto "al indio al que llego a culturizar", que no ayuda en nada al asunto; dudo mucho de la profesionalidad de un antropólogo que no asume la postura de la comunidad o el corpus de creencia de un grupo social: no necesita creer en lo que la comunidad cree, sino en analizar las motivaciones y orígenes de la creencia y en base a eso, aceptar que la creencia es válida para un grupo determinado, y en base a eso hacer una investigación para desarrollar una mejor comunicación y comprensión con el grupo humano creyente, no asumir el argumento sencillo y occidentalizante de "eso es una tontería" y nada más. Otra vez en acción la muletilla de "la ciencia exacta", que se considera como verdad irrefutable por los salidos de una universidad y que no permite ver de manera objetiva otras realidades y formas de ver la vida. El ejercicio de investigador de biblioteca. Ah, y por cierto, señor Mujica: no todo es "Saw" ni "Masacre en Texas" en esta vida: desconéctese un poco de la televisión, no haga quedar mal a sus colegas con esas declaraciones.
Deseo finalmente hacer llegar algunas claridades acerca de lo mostrado en el reportaje: primero, la grasa humana en realidad no tiene un valor comercial en un mercado "legal", pero ahí obviamos un mercado del cual muy poco se habla: existen dos mercados existentes, subterráneos, en los cuales sí tiene un alto valor comercial; nos referimos al mercado esotérico -el de la magia negra para ser más precisos-, y el de la farmacopea popular. En el primer caso, brujos negros y satanistas de la peor calaña lo utilizan para decenas de oscuros intereses, y esto se da tanto en el Perú como en muchas partes del mundo. La segunda -y hay que decirlo, es más frecuente de lo que uno se imagina-, en la sierra sur peruana, la grasa humana es muy utilizada, en aplicación directa, para borrar cicatrices de cesáreas y otras; he recibido a lo largo de los años cientos de testimonios en los cuales los mismos doctores y enfermeras destacadas en la sierra llegan a comercializarla incluso,... es un tema del que nadie habla es cierto, pero es un hecho real.
¿Porqué no usan la grasa obtenida por liposucciones como alegaba Rosa María Palacios?, por dos razones: en el primer caso, por que al considerarse que los "pishtacos" poseen poderes sobrenaturales -en la creencia mágico-popular-, sólo ellos pueden obtenerla y que la grasa así conseguida, sea útil para los propósitos de un brujo negro o satanista: ahí entra el matiz del morbo agregado en el acto de tomar algo a la fuerza de la víctima. En el segundo caso, se incorpora el concepto de "energía vital": la grasa debe pertenecer a alguien que ha fallecido recientemente, para lograr el efecto desaparecedor de cicatrices, y en su estado más natural posible. Para ambas circunstancias, la grasa humana procedente de una liposucción "no sirve".
También es necesario agregar que esta abominable creencia acerca de la grasa humana no solo está extendido en nuestro país: es también creencia generalizada el todos los andes sudamericanos y en otras regiones del orbe; un caso emblemático son los míticos "sacamantecas" españoles, activos hasta fines del siglo pasado. Precisamente de ahí viene el origen de los pishtacos: la creencia en los poderes mágicos de la grasa humana ya era moneda común en la Europa del medioevo; luego en estas tierras se fusionó con los "nacac" primigenios, quienes buscaban víctimas para sacrificios rituales.
Rosa María Palacios también alega en su reportaje que el narcotráfico utiliza a los pishtacos como cortina de humo para ocultar asesinatos; es probable, pero la teoría se cae por un aspecto fundamental: si así fuese, ¿para qué sacar la grasa entonces y ponerla en botellas?, o más importante: un narco necesita demostrar sus asesinatos para infundir miedo, ¿entonces porqué no encontramos en todos estos años decenas de cuerpos "desgrasados"? el narcotráfico y las prácticas ocultistas oscuras, así como la aparición de prácticas detestables ya superadas generalmente van de la mano: tenemos como casos emblemáticos los de la "Secta de los narcosatánicos" ocurrida en México el siglo pasado y las tristemente célebres "Muertas de Ciudad Juárez", ¿qué interés tienen los narcos en estas prácticas?, en primer lugar, la gran mayoría de ellos creen en la magia negra y el satanismo, y también se vinculan a estos actos por una sencilla razón: mientras tengan la impunidad que les da el poseer los medios para matar, o la chequera para participar y luego ocultar actos horrendos y escalofriantes, lo harán por el simple hecho de sentirse impunes y capaces de ello, sin consecuencias. El narcotráfico atrae hacia si, indefectiblemente, todas las más bajas pasiones de la conducta humana.
Acá no hago una apología a la práctica de los pishtacos: solo presento hechos que nos muestran que el asunto es más complejo de lo que parece y de paso, hacer notar un aspecto que Rosa María Palacios obvio en su búsqueda de "conspiraciones gobiernistas", aunque con su postura en su reportaje también lo puso en evidencia en parte: en el Perú, ni las fuerzas del orden ni el periodismo nacional están lo suficientemente preparados para tocar temas místico-mágico-esotéricos de manera seria e imparcial.
En el caso de la Policía Nacional y el Poder Judicial, sus integrantes no reciben ni han recibido jamás instrucción dirigida a sus necesidades acerca de las creencias míticas de nuestro país ó prácticas pseudoesotéricas que muchas veces se presentan en delitos: por eso cada vez que hay un caso relacionado a dichas prácticas, los juicios y las investigaciones se convierten en un reverendo circo mediático. Igualmente, no existe en el Perú una división policial dedicada a sectas peligrosas o actividades antisociales, algo que es moneda común en el resto del mundo (desde el Tercer Mundo hasta el Primero, para aclaración del escéptico)
En le caso de los medios de prensa, se ven dos posturas: una, la de la prensa sensacionalista que solo se apoya en la exageración, la mentira descarada o en bajar de Internet la información más escandalosamente increíble para "sazonar" la noticia. la otra postura -mostrada anoche en "Prensa Libre", fué caer en el simplismo de decir que todo es solo ridiculeces, "cosas de indios" y mostrar sin más la superioridad del pensamiento "occidental". La prensa peruana también necesita con urgencia charlas adecuadas para saber tratar temas como estos, si es que realmente deseamos acabar con la ignorancia y el desconocimiento.
¿Qué debemos hacer mientras tanto para acabar, por ejemplo con los pishtacos y la creencia en los poderes de la grasa humana obtenida así?, lo primero es lo que ha hecho la Policía Nacional: tras décadas de hacer oídos sordos a las denuncias, se decidió a investigar el caso sin temor a las burlas: el resultado es asesinos detenidos y encarcelados. Mis respetos a la PNP por eso. Para acabar con la creencia en los pishtacos, se necesita educación, si, pero también se debe acabar al mismo tiempo con la fuente del temor en sí: demostrarle a la población del ande que serán escuchados y que los culpables pagaran por sus crímenes.
-Reynaldo Silva Salas.
yo no creo que sea una cortina de humo del gobierno: hice prácticas de enfermería en la sierra y siempre escuché de los pishtacos y ahora parece que si eran reales
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