Estamos en 1886 y el personaje que nos ocupa tiene 41 años. Está pasando por una profunda crisis de fe. Ni tan solo un viaje a Tierra Santa le ayuda a disipar dudas. En el fondo, inmerso en la pasión literaria, se siente demasiado vanidoso y pendiente de los laureles, algo muy lejos de su ideal y sus votos, como sacerdote, de pobreza y humildad.
Recuerda como, a los veintiocho, aconsejado por un médico para mejorar su salud buscó la paz en el mar. Entró como sacerdote en la Compañía Trasantlántica de Antonio López, banquero, empresario y futuro marqués de Comillas. Siendo el confesor personal del marqués pasa dos años cruzando el Atlántico.
El sacerdote y poeta Jacint Verdaguer fue confesor personal del marqués de Comillas
Considerado uno de los mejores poetas en lengua catalana, forjador del catalán moderno, pocos imaginan que en su vida se cruzarán las prácticas del exorcismo. Nacido en Folgueroles el 17 de mayo de 1845, el obispo Torras i Bages le bautizó como “Príncipe de los poetas catalanes”.
Ha comentado a sus allegados que oye voces, que le hablan del más allá, y quiere averiguar que hay detrás de esos fenómenos que le alteran y le persiguen. Conoce a Joaquim Piñol, vidente, discípulo de Palau y Quer, un carmelita que creó La Escuela de la Virtud y anda convencido de que el diablo persigue a mujeres disolutas y obreros anarquistas. Funda La Casa de Oración (Calle Mirallers, número 7, cuarto piso) y allí acuden acólitos que quieren aprender de él la práctica del exorcismo.
Nuestro hombre se siente atraído por lo que ocurre en ese piso y lo frecuenta. De hecho se conservan informes (en 1995 los publica editorial Barcino) con las notas que él mismo, Mosén Cinto, tomó en esas ceremonias. Sí, Mosén Cinto Verdaguer, el autor del mítico poema épico L’Atlàntida , que culminaría a bordo del Ciudad Condal, de regreso de Cuba.
Verdaguer se obsesiona tanto con las prácticas realizadas en ese piso que un día se le escapa comentarlas con la señora marquesa. Ella queda horrorizada. El marqués de Comillas lo echa de casa con cajas destempladas y lo denuncia al obispado.
Aunque el exorcismo era una práctica que podía impartir un sacerdote católico, sólo ostentaban el poder de realizarla quienes tuvieran permiso papal. Lo que al obispado le dolió es saber que Verdaguer, el gran poeta, flirteaba con ello a sus expensas.
Deciden desterrarlo al santuario mariano de La Gleva, cerca de Vic. En 1985 y 1987 publica unos durísimos artículos “En defensa propia” que generan polémica y estupor entre la jerarquía eclesiástica y la opinión pública catalana. Vuelve a Barcelona, libre de la pena, pero ya socialmente relegado y acaba viviendo en una habitación alquilada en casa de una viuda con tres hijos que dice ser médium. Empiezan juntos sesiones espiritistas.
El obispado prohibió a mosén Cinto celebrar misas por sus prácticas espiritistas
Es entonces cuando, finalmente, el obispado intenta encerrarlo por demencia pero no lo logra y le prohibe celebrar misa. Mosén Cinto murió en Vallvidrera, enfermo de tisis, en 1902, a los 57 años.
(FUENTE: lavanguardia.com)
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