“Odio como me hablas, y tu forma de conducir,
odio tu corte de cabello y lo que llegué a sentir.
Odio tus espantosas botas y que me conozcas bien.
Te odio hasta vomitar, odio que sepas pensar
y que me hagas reír. Odio que me hagas sufrir,
y odio que me hagas llorar.
Odio tanto estar sola, que no hayas llamado aún,
Pero más odio que no te pueda odiar, aunque estés tan loco,
Ni siquiera un poco, lo he de intentar”.
Este es el poema que el personaje al que da vida Julia Stiles escribe en honor al personaje interpretado por Heath Ledger en 10 razones para odiarte. La película y el poema, inspirados en La fierecilla domada, de William Shakespeare, se erigen en un ejemplo más de cómo la cultura pop, la literatura y la poesía siempre han alimentado el mito de esas parejas que se detestan al tiempo que se atraen, una curiosa dicotomía que, al menos en la ficción, deviene siempre en un final feliz. En ella, el amor siempre vence al odio. Sin embargo, Marta Ridaura Alfayate, psicóloga especializada en familia, pareja y trauma, quiere hacer una advertencia: “En este tipo de historias, al comienzo ambos miembros de la relación se odian, por lo que parten de una dinámica tóxica y de poder, pero la forma en que se nos muestra hace que se retrate como un ideal que todos queremos alcanzar y que forma parte del juego de la seducción”, señala.
El psicólogo social Justin J. Lehmiller confirmó que esta curiosa y paradójica atracción es muy común al poner en marcha una encuesta para escribir su libro, Tell me what you want, en el que explora las fantasías de miles de personas. El estudio desveló que un 31% de las 4.175 personas encuestadas aseguró haber tenido fantasías sexuales con alguien que les desagrada al menos una vez, mientras que un 3% dijo tener esos pensamientos de manera recurrente. Pero, ¿cómo es posible desear a alguien que nos cae mal? Responde Marta Ridaura Alfayate. “En primer lugar, tenemos que plantearnos que la atracción física o el sentido del humor de alguien pueden resultarnos atractivos, a pesar de que emocionalmente la persona no nos caiga bien. Esto se debe a que la dopamina, la adrenalina y la serotonina que segregamos cuando alguien nos atrae físicamente se mantienen, aunque nos caiga mal”, asegura. Señala que, además, hay que tener en cuenta que las emociones, ya sean odio o frustración, que nos llevan a que esa persona nos caiga mal, pueden ser muy intensas y pueden generar una dinámica de competición o de tensión emocional que hagan que el deseo o la cercanía aumente. “A todo ello hemos de sumar el hecho de que, en ocasiones, proyectamos nuestras necesidades hacia fuera. Es decir, que si yo me siento frustrada en mi relación o no cuidada, puede ser que me caiga mal esa persona que sí que me atiende o me cuida, ya que esto me hace reflexionar sobre las cosas que no funcionan en mi vida”, añade.
De lo que no cabe duda es de que hay veces en las que discutir con alguien nos acerca más a esa persona. Así lo cree también Juan Muñoz, autor de Discutir es sano (si sabes cómo), que explica que, pese a que el conflicto es inherente a las relaciones interpersonales, desde la infancia hemos sido educados a rehuir de él. “Discutir (entendido como la capacidad para hablar desde nuestras emociones para llegar a acuerdos en común) significa dejar que te vean (que conozcan tus opiniones, deseos y metas) y esforzarse en ver a la persona con la que estás conversando. Aprender a discutir significa aprender a mostrarse al mundo de forma genuina y construir relaciones desde ahí. Así, aprender a discutir es un acto de amor propio y de cariño a la otra persona: quiero decirte lo que opino y también quiero saber de ti, quiero verte al completo. ¿Hay algo que pueda acercarnos más que esto?”, se pregunta.
Sin embargo, cuando le preguntamos si pueden las diferencias de caracteres y de mentalidad hacer al otro más atractivo, diferencia entre el corto y el largo plazo. “A corto plazo, podemos sentirnos atraídos por personas que tienen rasgos que querríamos tener. Por ejemplo, si yo soy una persona muy tímida, puedo admirar a otra persona que se muestra superextrovertida y sentirme atraído por él o ella. Si entendemos la pareja como un equipo que se esfuerza por funcionar en conjunto, considero positivo que cada integrante tenga diferencias de carácter, siempre que estas diferencias se empleen para construir algo conjunto. A largo plazo, debemos evaluar si estas diferencias están alineadas con los valores que nos mueven, ya que difícilmente podremos mantener una relación basada en la comunicación cotidiana (en la que podamos discutir de forma sana) con una persona que tiene valores diametralmente opuestos a los nuestros”, advierte.
Hate sex: cuando el odio entra en la cama
Al hablar de las paradójicas relaciones de amor-odio, resulta imposible no hablar del denominado hate sex, un tipo de relación sexual en el que entran en juego dos personas que se atraen, pero que, a la vez, se desagradan. “Cuando hablamos sobre hate sex, nos referimos a esos encuentros sexuales apasionados en los que mantienes relaciones con personas que, aunque te atraen, no te caen bien. Y no lo niegues, es algo que es posible. No olvidemos que el sexo es una forma de comunicación, por lo que también nos permite expresar emociones, desde el odio, hasta la alegría o tristeza”, explica Ridaura Alfayate, que incide en que el sexo no siempre necesita un vínculo emocional positivo, aunque sí que requiere un vínculo, es decir, que encontremos cosas que nos hagan sentir atraídas y deseadas. “Además, esos juegos de poder que suelen darse en el hate sex suelen atraernos más, aumentando el deseo que sentimos y, por lo tanto, desembocando en un encuentro sexual excitante, a pesar de que no nos caiga bien”, dice.
La psicóloga ahonda en la forma en la que algunos estudios han analizado la relación existente entre las relaciones sexuales con personas que nos desagradan y el autosabotaje. “Me gustaría que lo pudiéramos abordar desde dos puntos de vista; por un lado, el del control y el poder que se perciben en esas situaciones, en las que lo excitante es la idea del dolor o del control que se obtiene de la relación. Y por otro, cuando tenemos una percepción negativa de nosotros mismos, en muchas ocasiones accedemos a relaciones por la necesidad de sentirnos valorados externamente, porque no podemos reconocer nuestro propio valor y necesitamos que lo hagan otros, aunque esos otros no nos atraigan o no nos hagan sentir respetados. Por ello, es fundamental poder plantearse acudir a terapia cuando nuestra relación con nosotros mismos se centra en el autocastigo o la crítica interna elevada”, añade para finalizar.
(FUENTE: elpais.com)
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