El convite al “tío”, un demonio que protege a los mineros, revivió hoy una tradición, sacrificio de llamas incluido, que preludia el día grande del Carnaval de Oruro, único de Bolivia declarado Patrimonio de la Humanidad.
Los trabajadores de la nueva mina San José, a las afueras de esta ciudad andina, volvieron esta mañana a su lugar de trabajo pero no en busca de oro ni plata, sino para honrar al diablo que les cuida.
“El tío es el dueño de la mina”, aseguró a Efe Enrique Yucra, uno de los responsables de la cooperativa que agrupa a unos 350 mineros que en las entrañas de un cerro buscan, además de plata y “oro en pequeñas cantidades”, metales como zinc, plomo y estaño.
La figura con cuernos, largos colmillos, orejas puntiagudas y piel color fuego “nos protege y nos da riqueza a los mineros”, sentenció en medio de la fiesta en honor de su protector.
Aunque para seis llamas, en vez de celebración, el rito fue su adiós a este mundo, antes de que las extrajeran el corazón una vez sacrificadas.
El sacrificio es una costumbre ancestral en esta tierra del altiplano, como “challa” u ofrenda a la Pachamama, la Madre Tierra para las comunidades originarias.
“Para que nos dé la riqueza que tiene dentro el corazón del cerro”, explicó el veterano minero.
La fiesta empieza frente a la entrada del túnel al ritmo de flautas y tambores, regando con cerveza una especie de altar con figuras que representan la propia mina, un casco de minero o danzas típicas del Carnaval de Oruro como la diablada.
Algunos mascan hojas de coca frente al cerro del extrarradio de esta urbe situada a unos 3.700 metros de altitud, mientras otros beben y bailan ataviados con el casco, el traje y los útiles de minero.
Enfrente, las llamas permanecen tumbadas y ajenas con los ojos tapados, antes de ser introducidas en el túnel junto con el altar y una cargamento de confeti y serpentinas para engalanar a la comitiva que se adentra en la tierra.
Allí esperan iluminada la figura del “tío”, a quien será ofrecido el sacrificio de los camélidos, cuyo corazón se entierra en lo profundo de las galerías y la sangre sirve para que algunos se pinten con ella el rostro.
Una gran hoguera y la “challa”, palabra aimara que expresa el ritual a la Madre Tierra, despiden al diablo adorado y cierran la ceremonia antes de continuar la fiesta en el exterior de la mina.
Esta tradición representa uno de los actos más singulares de la fiesta carnavalesca orureña, declarada por la Unesco como Obra Maestra del Patrimonio Oral y Intangible de la Humanidad.
Por la noche una velada y una serenata anteceden hasta el amanecer al desfile del día grande del Carnaval de Oruro, considerado uno de los más vistosos de Suramérica junto con el de Río de Janeiro en Brasil.
(FUENTE: elsalvador.com)
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