
(Puerto Maldonado, julio de 1952)
NIÑUST’O: Perú. Nombre con que se le denomina también a los “Niños Manuelitos” ó “Niños de la Espina”, los cuales son figuras ó representaciones del Niño Jesús, y que se elaboran en el Cuzco. Se utilizan para neutralizar “Daños” por medio de un ritual de “velado” (velación de la imagen por siete días con velas negras) Se le agradece el milagro recibido con misas anuales.
Se cuentan algunas historias escalofriantes acerca de algunas figuras de este tipo, que muestran dos espinas -una en cada pie-, y que tendrían "vida propia",... dejando sus pesebres y caminando de noche por la casa, y siendo solamente vistos por sus dueños. Se considera que estas figuras traen enfermedades y desgracias a sus propietarios.
Durante
Al parecer algo similar sucedió en el Perú, en un pasado remoto: sin tomar en cuenta todos los mitos del Perú precolombino, que reseñan que los dioses de los antiguos peruanos provenían del cielo –y que ahí regresaron eventualmente-, un ojo atento puede encontrar otros rastros, del paso de visitantes del cosmos por nuestras tierras: existen dos danzas típicas del Perú que, si uno revisa atentamente los mitos y leyendas acerca de sus orígenes, descubrirá con asombro, que tal vez la historia no necesariamente como la conocemos,…
La danza de las Pallas de Corongo
Considerada como una de las danzas más bellas del ande peruano, esta danza cuenta con una leyenda oficial, y con una serie de mitos que sólo es conocida por muy pocos: en la versión oficial de los orígenes de esta danza, es de origen incaico; dice que Cápac Yupanqui, el conquistó a los Conchucos. La victoria no fue nada fácil, pues ofrecieron dura resistencia. Según la tradición, los caciques del lugar lograron salvar a su pueblo, enviando a sus más bellas hijas ante el vencedor, pidiendo paz sin venganza. El guerrero cuzqueño, impresionado por la belleza y el atuendo de estas embajadoras, accedió. Antiguamente esta danza se bailaba en todo el Perú antiguo, quedando ahora solo presente, en su último reducto de Corongo.
Sus orígenes como danza ritual son evidentes, pero si uno escarba un poco más, encontrará detalles sorprendentes: algunas leyendas muy antiguas, en la región Ancash, que refieren que el origen verdadero de las Pallas, es recordar la aparición -no se señala cuándo-, de unos “seres”, que aparecieron ante los antiguos pobladores peruanos quienes los describieron así: “hermosísimos, brillantes como el oro, que se desplazaban de una manera extraña,… como danzando solemnemente”. La mejor descripción la podemos lograr de la vestimenta de las Pallas de Corongo: una “corona”, que es un extraño armazón circular, cual casco, tapizado de flores, de plumas, con un espejo redondo en la parte posterior. Una “pechera” (pectoral) en forma de corazón, recamada de oro, plata y preciosos brillantes, esmeraldas, topacios (hoy las joyas son de fantasía); espejuelos rosetados por todo el resto de la vestimenta,… como si fuese necesario dar a entender la idea de “ser brillante”; y finalmente, el hecho de que las “remangadas” (mangas), de
La danza de tijeras
Muchas, muchísimas son las leyendas acerca de los danzantes de tijeras, los “danzak”; brujos poderosísimos, capaces de lo imposible, seres misteriosos, que en secreto se reúnen en las montañas sagradas –los Apus-, para, lejos de toda mirada, entrar en contacto con sus “dioses”, o como los conquistadores quisieron que se creyese: para “rendir culto y pactar con el diablo”.
La leyenda que corre aún en Ayacucho, Huancavelica y Apurímac, acerca del origen de los “Danzak” es la siguiente: “hace mucho, de la nada, apareció en medio de los campos un hombre: su cabeza brillaba como el sol, y mientras recorría los campos, hacía sonar dos pedazos de metal que llevaba en la mano: al oírlo, la gente dejaba de labrar la tierra, y lo siguieron todos, ese hombre los llevó a un cerro, y no se les volvió a ver jamás,…”
Al igual que con las Pallas de Corongo, la vestimenta de los “Danzak” está plagada de espejos,… solo que en este caso, la leyenda sí admite que representan el esplendor de estos seres; asimismo, si bien les decimos tijeras, éstas no lo son en realidad: son de dos placas independientes de metal de aproximadamente 25cm. de largo y que juntas tienen la forma de un par de tijeras de punta roma,… las cuales simbólicamente, pueden significar, a la vez herramientas,… o instrumentos de una función desconocida.
¿”Ángeles”, visitando el antiguo Perú, mucho antes de que los ángeles cristianos, hiciesen su aparición entre nosotros?, ¿seres brillantes, que se desplazaban bamboleantes en su andar, como los primeros astronautas en
En las prácticas mágicas tradicionales de la amazonía peruana, el animismo es la piedra fundamental: es la creencia en que todo en la naturaleza (plantas, animales, ríos, árboles, etc.), es morada de poderosas deidades espirituales, a las cuales se les debe respeto y con las que se puede contar en caso de necesidad. Una clara diferencia entre este tipo de prácticas mágicas y la andina tradicional es que el chamán o curandero amazónico tiende a usar menos materiales para realizar sus trabajos, limitándose casi exclusivamente al uso de plantas, hierbas y otros elementos de su entorno, actuando como un “canal” de las energías de la naturaleza invocadas por él. En la amazonía peruana, los curanderos son popularmente llamados “médicos” (diferenciándolos de los doctores, a los que llaman “facultados”), y se consideran nacidos para curar los “Daños”; diferenciándose más bien del brujo, que es como denominan al “malero” o individuo que realiza “Daños” y del “hechicero”, que es como nombran a los brujos negros, a quienes consideran casi como a asesinos. Ningún curandero selvático tolera ser confundido con ellos o nombrado de esa manera.
La forma de iniciación en la magia en la amazonía tiene lugar a temprana edad en el caso de herencia familiar ó en otros casos, tras realizar un viaje de iniciación, de período indeterminado, por la espesura de la selva, siendo ahí instruido el chamán por los espíritus de la selva mismos. El conocimiento de la medicina herbaria por parte de los practicantes de esta rama de la magia es inmenso y no deja de sorprender a los científicos e investigadores, anhelantes de encontrar nuevas propiedades medicinales y curativas en la fantástica farmacopea herbaria amazónica, y que son totalmente desconocidas por la ciencia occidental.
Los chamanes y curanderos amazónicos se consideran inmersos en una comunidad mística con la selva y sus habitantes, tanto los que pertenecen a esta realidad como los que pertenecen a las otras, siendo el uso ritual y curativo de las diversas variedades de plantas psicoactivas o alucinógenas muy común para ellos, teniéndolas clasificadas de la siguiente manera: las que hacen ver, que son las que permiten ver situaciones y realidades más allá de la capacidad de los sentidos normales; las que hacen viajar, que son las que les permiten ver y observar sitios épocas y lugares ubicados en este mundo y en otros; las que enseñan, que son las que les dan la posibilidad de aprender la magia y sus inmensos conocimientos en medicina herbaria, en esos casos, ellos consideran que “la planta les enseña”. También están las que calientan el cuerpo, utilizadas para procesos curativos, las que afinan y embellecen la voz, utilizadas para seducir, las que dan fuerza, las que queman las almas, usadas para anular “Daños”; las que cicatrizan heridas, y finalmente, las que se intercambian con las entidades invisibles. Entre todas ellas, destacan a la ayahuasca (Banipteriosis caapi), a la cual consideran su maestra.
Para realizar el ritual de la toma de la ayahuasca, como paso previo se realiza una limpieza y purificación de las vísceras por medio de la ingesta de un cocimiento en base a la planta conocida como yawarpanga, la cual posee un poderoso efecto vomitivo, siendo la evacuación tan exhaustiva. que, se asegura que se llega incluso a sentir que se expulsa medicamentos tomados tiempo atrás; una vez realizada esta limpieza, se realiza un día de ayuno, para luego finalmente realizar la ceremonia en sí.
La ayahuasca no se consume sola, sino más bien se hace un cocimiento de esta planta y la chacruna, pues es esta última la que hace activa las cualidades psicoactivas de la ayahuasca. Apenas transcurrida media hora, aproximadamente, se inicia el estado alterado de conciencia, conocido por los chamanes como mareación, condición en la cual, tras una sensación de un impacto sordo en el área del tórax, se inician las visiones e imágenes, envolventes, nítidas y llenas de color, que van desde ver sucesos pasados y futuros de la historia de la humanidad, hasta asuntos personales, pasando por simbolismos referentes a la vida y estado del participante; todo esto se vive mientras se tiene constantemente al chamán guiando la experiencia, envolviendo a los participantes en densas nubes de humo de cigarros de tabaco negro selvático, conocidos como mapachos, a la vez que recita y canta los icaros, que son versos y cánticos ancestrales propiciatorios para las visiones.
Durante el proceso de la mareación, el chamán que también se encuentra bajo los efectos de la ayahuasca, observa atentamente las emanaciones de color que despiden los participantes, -las cuales pueden ser consideradas como manifestaciones del Aura del paciente-, interpretándolas con la finalidad de identificar enfermedades y “Daños”, para tomar medidas para eliminarlos; muchas veces los realizan por medio de una flema mágica, el mariri, con la que envuelven el “Daño” absorbido por ellos para finalmente escupirlo. En este proceso a veces el “Daño” se logra manifestar físicamente, adoptando generalmente una forma animal. El proceso en que el chamán absorbe este tipo de “Daño” y lo expulsa es el más peligroso de todos, incluso llegando a poner en riesgo la vida del curandero. Muchos chamanes logran también, por medio de la ingesta de ayahuasca visitar otras partes del mundo y de otros mundos bajo los efectos de las mareaciones.
Actualmente, varios médicos y científicos, peruanos y de diversos países se encuentran en la amazonía peruana, investigando codo a codo con los chamanes de descubrir si la ayahuasca y otras plantas psicoactivas pueden ser utilizadas para curar enfermedades por medio de los tratamientos que utilizan desde tiempo inmemorial los chamanes amazónicos.
Este relato me lo contó el señor J.M.H.G. destacado ingeniero y difusor científico, que por razones obvias prefiere mantener el anonimato, pero que para el siguiente relato lo llamaré “Jose Antonio”.
Corría un 11 de agosto de 1956 y José Antonio, un niño de apenas ocho años de edad, vivía en el Cuartel “Cabo Pantoja” del Ejercito Peruano, departamento de Loreto, frontera con el Ecuador, un lugar sumamente ignoto, perdido en nuestra amazonia. Para que se ubiquen, es donde, de acuerdo al mapa, el Perú en su parte superior termina en “punta”. Allí vivía el pequeño José Antonio con su padre un médico asimilado como Comandante de la Sanidad del Ejército, su madre y hermanos.
A pesar de las precarias comodidades del cuartel era un niño feliz en medio de la selva. Sin embargo pronto se vería cara a cara con uno de los mas extraños misterios de la jungla peruana.
Diariamente el niño tenia que caminar, acompañado de otros compañeritos, a la única escuela de la zona, distante 8 kilómetros. Una tarde, debido a que lo habían desaprobado en un curso, lo castigaron mandándolo a dormir temprano. Serian las ocho de la noche.
Había estado sollozando José Antonio largo rato y tratando a la vez, de conciliar el sueño. De repente escuchó que fuera de su cabaña, alguien imitaba sus lloriqueos infantiles. El, disforzado, empezó a llorar con mas fuerza. Y con mas fuerza afuera lo remedaban.
De repente el niño escuchó que en el techo algo de gran peso se posaba, haciendo un poderoso estruendo. Al poco rato, un soldado apellidado Panduro, que estaba haciendo de retén, se acercó alarmado a la cabaña y José Antonio le escuchó preguntar si todo estaba bien, ante el cual sus padres le dijeron que si, que no había ningún problema. Al rato se escuchó un gran escándalo, y a un hombre que gritaba desesperado. Toda la gente salió de sus casas y justo por la casa del niño, otro soldado disparaba a una especie de gran pájaro oscuro que en medio de las sombras atacaba a Panduro, y lo mas sorprendente ¡aparentemente trataba de llevárselo…!, En medio del alboroto de la gente, el animal, arrastró al soldado por unos 30 o 40 metros. Con los disparos la cosa aquella alzó vuelo y en medio del griterío desapareció, perdiéndose en la noche.
Todos inmediatamente se acercaron al soldado maltrecho, que se había quedado mudo e inmóvil. Providencialmente no había sufrido mayores daños físicos, salvo unos profundos rasguños en el cuerpo y los brazos. Luego de un largo rato, Panduro recobró lentamente el ánimo. Allí es donde contó horrorizado que el animal no era un pájaro. Hasta ese entonces todos creían que había sido un cóndor o algo parecido, aunque dicha explicación era insuficiente, habida cuenta que nunca se había escuchado historia de cóndores roba-hombres y menos por aquellos rincones amazónicos. Pero no. Lo que contó el soldado Panduro, con gesto de terror, era que lo que momentos antes lo había atacado, no era humano. Era un inmenso pájaro con la cabeza… de una horrible mujer . Y que con sus garras, lo había sujetado fuertemente del cuello.
Era el Japiñuñu.Luego durante su estada por esos lares, se enteraría que éste no seria sino uno de muchos encuentros que muchos nativos en la zona contaban desde tiempos inmemoriales. Tantos relatos señalando al mismo ser fantástico, que ya incluso tenía un nombre. Era pues el Japiñuñu.
Es interesante recordar como este ser, de índole mítica, ha sido descrito y visto en otras partes del mundo. Incluso tanto en la mitología griega como en su literatura se ha hablado de estos seres, que como se recordará, asediaron al legendario héroe Jasón, en su búsqueda del vellocino de oro y son mencionados también en La Odisea de Homero. Pero allí tienen otro nombre. Se les conoce como ARPIAS.
Rememoremos incluso como son mencionados como personajes que formaron parte de la Historia de la fundación del Tahuantinsuyo. ¿O acaso no recordamos a uno de los Hermanos Ayar convertido en un inmenso pájaro con cabeza humana? Pero mas allá de mitos y leyendas, ¿Qué fue lo que atacó al soldado Panduro aquella aciaga noche del 11 de agosto de 1956?, ¿fue un ser real? ¿O las sombras del terror le hicieron ver al conscripto, aquello que su cosmovisión andina, llena de supays y saqras, solo le podía dar? Solo para quienes lo han visto, o han sobrevivido a su ataque, el Japiñuñu es tan real… como la mas auténtica de sus pesadillas.
Por Anthony Choy