La Quinta Heeren (Junín 1201), es una de las más emblemáticas casonas del Centro Histórico de la vieja Lima,… y también una de sus casas embrujadas más famosas. El tiempo no ha hecho mella en la imponente Quinta Heeren de los Barrios Altos, a pesar de que el polvo intenta esconder sus muebles de antaño y sus rincones con historias de la Lima criolla. Sus paredes de grueso adobe permanecen en pie y soportan con brío los techos revestidos de fino cedro nicaraguense. Solo la quincha, por la humedad, abandonó el lugar en algunos palacetes. Lo mismo que el camino de piedras que alguna vez cubrió las angostas calles de este Patrimonio Cultural de la Humanidad de cuatro hectáreas, por dónde se pasearon -alguna vez- coquetas damas de amplias faldas. Sus actuales inquilinos dicen que si las manijas del reloj dejaron de correr en la verde placita frente a la casona, dónde la hermosa casona luce aún su arquitectura neoclásica - alemana - inglesa de mediados del siglo XIX, fue gracias a ellos. Por eso, dicen, la Quinta Heeren es un patrimonio vivo, en el cual aún se resisten a partir sus más antiguos y fantasmales residentes,….
La Quinta Heeren fue construída por el ciudadano alemán Oscar Augusto Heeren en 1880 (s. XIX), convirtiéndose en la residencia permanente de sus descendientes por varias generaciones, entre los cuales se recuercan a su nieta Carmen Heeren y Barreda, quién se casó en 1900 con su primo hermano, José Pardo y Barreda –Presidente de la República-, y el segundo de los siete hijos, José Pardo Heeren (Lima 1903), vivió en la Quinta hasta la ancianidad. Si bien muchos asegran que varios de los muchos espíritus que moran en esta monumental casona pertenecen a miembros de tan noble familia, las leyendas que nos relatan acerca de presencias fantasmales en este lugar, vienen desde mucho antes: se cuenta que durante algunas noches suele aparecerse un jinete decapitado montando un caballo blanco y arrastrando unas pesadas cadenas. Según lo que se dice, el jinete aquel fue un español que vivió por la zona aquella durante la época de la colonia y que fue injustamente sentenciado a morir decapitado.
Mucho tiempo después, cuando la Quinta se convirtió en residencia de diversos personajes, se inició su leyenda propiamente dicha: A principios del siglo XX, en la Quinta Heeren vivía un acaudalado comerciante japonés de nombre Seikuma Kitsutani, quien se dedicaba a la importación de todo tipo de mercadería y según dicen, tuvo a su cuidado los ahorros de la colonia japonesa de Lima, siendo por ello, el hombre más poderoso de la colonia japonesa en el Perú. Debido a dos accidentes, en los cuales se hundieron los dos barcos que traían su mercadería, Kitsutani se fue a la quiebra y con ello su orgullo quedó herido. Por ser una persona de honor, Kitsutani decidió acabar con su vida, en el área de la Quinta conocida como “el palacete”, realizando el rito del “seppkku”. Tal acción causó conmoción en la sociedad de la época, y según otras fuentes, su esposa e hijos siguieron tiempo después sus pasos.
Desde ese trágico momento, el espíritu del japonés sigue paseándose por la casa donde vivió, no dejando dormir bien a quien la habita, siendo éste el fantasma más famosos de la antigua Quinta, haciéndose sentir su presencia, principalmente en las noches, lamentándose por su honor perdido. Los actuales inquilinos de la Quinta –algunos, viviendo ahí desde hace 50 años-, no son los únicos que perciben su presencia: innumerables grupos de visitantes de la Quinta y grupos de técnicos de cine o televisión (la Quinta Heeren es muy apreciada, para la realización de series y películas), han llegado a percibir su presencia, fotografiar sombras, luces, e incluso a filmarlas, así como ver con sus propios ojos, cómo una antigua silla cruje ante un peso inexistente: la antigua silla en que supuestamente, acabó con su vida.
Actualmente existen intenciones serias para restaurar la vieja Quinta, buscando devolverle su pasada gloria, y convertirla en un Centro Cultural, cosa a la cual sus actuales moradores revelan sus objeciones, aunque nadie aún, le ha pedido su opinión a sus más ilustres habitantes,…
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