Antropóloga asegura que sepulcro se encuentra en caserío de provincia de San Miguel. INC no cree en versión, pero tampoco la desmiente. Acusa a investigadora de dañar huaca.
(FUENTE: Perú21)
La tumba de Atahualpa estaría en Cajamarca. Los restos del último inca descansarían al lado de varios de sus súbditos en un sepulcro que no habría sido profanado y que aguarda, inalterable, la llegada de arqueólogos que crean que su hallazgo podría cambiar muchos pasajes de la historia.
(FUENTE: Perú21)
La tumba de Atahualpa estaría en Cajamarca. Los restos del último inca descansarían al lado de varios de sus súbditos en un sepulcro que no habría sido profanado y que aguarda, inalterable, la llegada de arqueólogos que crean que su hallazgo podría cambiar muchos pasajes de la historia.
Aunque, para algunos, esta probabilidad pareciera arrancada del guión de alguna película, para la antropóloga Natividad Vásquez Pérez es una verdad comprobable. “Solo se requiere de apoyo para ir al encuentro de la historia y hacer el descubrimiento”, afirma.
La experta está convencida de haber encontrado el lugar donde yacen los restos de Atahualpa y, aunque lleva más de 30 años defendiendo su descubrimiento, recién pudo hacerlo público hace unos meses en Cajamarca.
LA TUMBA. Según refirió Vásquez a Perú.21, Atahualpa está sepultado en el caserío de Jangalá, en la provincia de San Miguel, donde se ubican las ruinas conocidas como las Ventanillas de Jangalá, que ella ha bautizado como Las Tres Huacas Reales del Inca Atahualpa.
El lugar, cubierto por maleza y roca sedimentada, albergaría, además de los restos del inca, a varios de sus súbditos. “A simple vista se observa ventanas, escalinatas, túneles, corredores y pozos de agua”, dijo Vásquez.
Estas huacas –refiere la antropóloga– eran casas reales del inca y fueron elegidas por sus seguidores para albergar su cuerpo. Y, aunque no hay datos oficiales, se cuenta que, tras su asesinato, Atahualpa fue enterrado en una capilla cerca de la Plaza Mayor, actual iglesia de San Francisco de Cajamarca.
Sin embargo, días después, su cadáver desapareció. Se cree que sus súbditos lo robaron y lo escondieron en un lugar remoto. Unas versiones sostienen que fue trasladado a Quito (Ecuador), pero esto nunca fue confirmado. Por ello, el paradero del cuerpo del inca sigue siendo un misterio.
Aferrándose a esto, Vásquez asegura que pudo determinar que el sepulcro de Atahualpa está en Jangalá gracias a la lectura de los cronistas de Indias, de la iconografía inca y de los relatos que ha recogido, además de otras pruebas que hablan de la ubicación de la tumba.
La investigadora señala que entregó un informe sobre su hallazgo al Instituto Nacional de Cultura (INC), pero que hasta la fecha no ha obtenido respuesta. Incluso, deja entrever que la institución no le quiere dar apoyo y que, más bien, intenta desacreditarla.
Comienza la polémica
Al respecto, Eduardo Cáceres, jefe del INC-Cajamarca, refirió a este diario que en Jangalá hay construcciones de origen preínca, pero que esto no demostraría nada. Más bien, considera que la investigadora ha causado daños en el lugar. “Hemos comprobado que hay serios daños que, aparentemente, fueron ocasionados por la doctora y sus ayudantes, por lo que la semana pasada enviamos una denuncia por este caso a la Fiscalía”.
Agrega que el INC no cree en la versión de Vásquez porque la misma no tiene respaldo científico. Sin embargo, no descarta que en el lugar existan restos importantes. “No podemos decir que allí estén los restos de Atahualpa, pero tampoco podemos negar nada pues la zona no ha sido aún investigada”, indicó.
Cáceres manifiesta que, si se quiere excavar en la zona, se debe solicitar permiso a la Dirección Nacional del INC que, luego de una serie de filtros técnicos, deberá entregar la autorización de estudios arqueológicos a las personas que lo solicitaron.
La noticia del hallazgo de la tumba del inca ha despertado mucho interés en toda Cajamarca y, particularmente, en los pobladores de San Miguel y de Jangalá. Ellos aguardan, esperanzados, una versión oficial. No obstante, sus autoridades prefieren aún guardar reserva. Pese a ello, ya se han organizado para custodiar la zona y evitar la profanación de la que podría ser la tumba de Atahualpa, el último inca.
Como vemos, la polémica está servida y dicho supuesto descubrimiento se une a las declaraciones de arqueólogos de diferentes procedencias, los cuales aseguran desde hace años, haber descubierto las posibles ubicaciones de las momias de los Incas que gobernaron el Tahuantinsuyo, las cuales fueron robadas por los conquistadores y enterradas, según algunos, en Lima o en el mismo Cuzco.
La experta está convencida de haber encontrado el lugar donde yacen los restos de Atahualpa y, aunque lleva más de 30 años defendiendo su descubrimiento, recién pudo hacerlo público hace unos meses en Cajamarca.
LA TUMBA. Según refirió Vásquez a Perú.21, Atahualpa está sepultado en el caserío de Jangalá, en la provincia de San Miguel, donde se ubican las ruinas conocidas como las Ventanillas de Jangalá, que ella ha bautizado como Las Tres Huacas Reales del Inca Atahualpa.
El lugar, cubierto por maleza y roca sedimentada, albergaría, además de los restos del inca, a varios de sus súbditos. “A simple vista se observa ventanas, escalinatas, túneles, corredores y pozos de agua”, dijo Vásquez.
Estas huacas –refiere la antropóloga– eran casas reales del inca y fueron elegidas por sus seguidores para albergar su cuerpo. Y, aunque no hay datos oficiales, se cuenta que, tras su asesinato, Atahualpa fue enterrado en una capilla cerca de la Plaza Mayor, actual iglesia de San Francisco de Cajamarca.
Sin embargo, días después, su cadáver desapareció. Se cree que sus súbditos lo robaron y lo escondieron en un lugar remoto. Unas versiones sostienen que fue trasladado a Quito (Ecuador), pero esto nunca fue confirmado. Por ello, el paradero del cuerpo del inca sigue siendo un misterio.
Aferrándose a esto, Vásquez asegura que pudo determinar que el sepulcro de Atahualpa está en Jangalá gracias a la lectura de los cronistas de Indias, de la iconografía inca y de los relatos que ha recogido, además de otras pruebas que hablan de la ubicación de la tumba.
La investigadora señala que entregó un informe sobre su hallazgo al Instituto Nacional de Cultura (INC), pero que hasta la fecha no ha obtenido respuesta. Incluso, deja entrever que la institución no le quiere dar apoyo y que, más bien, intenta desacreditarla.
Comienza la polémica
Al respecto, Eduardo Cáceres, jefe del INC-Cajamarca, refirió a este diario que en Jangalá hay construcciones de origen preínca, pero que esto no demostraría nada. Más bien, considera que la investigadora ha causado daños en el lugar. “Hemos comprobado que hay serios daños que, aparentemente, fueron ocasionados por la doctora y sus ayudantes, por lo que la semana pasada enviamos una denuncia por este caso a la Fiscalía”.
Agrega que el INC no cree en la versión de Vásquez porque la misma no tiene respaldo científico. Sin embargo, no descarta que en el lugar existan restos importantes. “No podemos decir que allí estén los restos de Atahualpa, pero tampoco podemos negar nada pues la zona no ha sido aún investigada”, indicó.
Cáceres manifiesta que, si se quiere excavar en la zona, se debe solicitar permiso a la Dirección Nacional del INC que, luego de una serie de filtros técnicos, deberá entregar la autorización de estudios arqueológicos a las personas que lo solicitaron.
La noticia del hallazgo de la tumba del inca ha despertado mucho interés en toda Cajamarca y, particularmente, en los pobladores de San Miguel y de Jangalá. Ellos aguardan, esperanzados, una versión oficial. No obstante, sus autoridades prefieren aún guardar reserva. Pese a ello, ya se han organizado para custodiar la zona y evitar la profanación de la que podría ser la tumba de Atahualpa, el último inca.
Como vemos, la polémica está servida y dicho supuesto descubrimiento se une a las declaraciones de arqueólogos de diferentes procedencias, los cuales aseguran desde hace años, haber descubierto las posibles ubicaciones de las momias de los Incas que gobernaron el Tahuantinsuyo, las cuales fueron robadas por los conquistadores y enterradas, según algunos, en Lima o en el mismo Cuzco.