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lunes, 19 de julio de 2010

Historias misteriosas del cerro Pilán


Existen muchísimas historias con respecto al legendario y misterioso cerro Pilán (Piura), incluso sin tocar para nada, su ya conocida conexión con el fenómeno OVNI. El cerro Pilán es desde siempre un lugar de poder muy misterioso, lleno de enigmas, de las cuales compartiremos con ustedes algunas de ellas, aunque no podamos aclarar aún uno de sus principales misterios: el origen de su nombre.

Sobre este punto, al momento no existen los elementos contundentes que digan de donde proviene el término Pilán. Lo que ha señalado el profesor Carlos Arrizabalaga Lizárraga, en el sentido de que por la extinción de los topónimos de la zona resulta difícil descifrar el origen del vocablo Pilán. Del cerro Pilán, mucho se ha hablado, sobre todo desde el punto de vista del misterio.

Tal vez, la historia misteriosa más importante es el hallazgo de varios ladrillos de oro, sin embargo, quiero aclarar que todos los nombres de los personajes que aparecen en las historias son verdaderos. Al momento algunos de ellos aún viven y otros como es natural han fallecido. La mayoría de éstos son naturales del caserío de Franco, ubicado en el distrito de Morropón y han sido tomados en cuenta con sus relatos fidedignos por la cercanía con el misterioso cerro.

Existen un sinnúmero de historias, empero hemos tomado en cuenta las que usted leerá a continuación por que en relato de los lugareños hemos encontrado abundantes datos coherentes y que coinciden con otros testimonios y al compararlos, no ha sido fácil armar la historia. Estoy trabajando en otras historias y es muy probable que más adelante podamos alcanzarlas como la virgen en el gigante relatada por Luciano Sancarranco Zapata, poblador del caserío de Franco; el misterio de La Peña y el cerro Pilán, el hombre del tambor en la quebrada Pilán, el misterio de Salas y Pilán, las mujeres rubias en el cerro Pilán, entre otras.

Los ladrillos de oro
El protagonista principal del hallazgo de los ladrillos de oro, es Teófilo Montalbán, quien hacía los años 1925 y 1930, aproximadamente, se encontraba pastando una manada de cabras de su propiedad en el cerro Pilán. Al ingresar a una hoyada, encuentra en un hueco (especie de una hornilla) varios ladrillos de oro. Teófilo Montalbán, acompañado de un hijo menor, probablemente de apodo "Moro", en un principio él sintió temor, pero al mismo tiempo comenzó a llenar las ladrillos de oro en las dos alforjas que tenían.

Serapio Montalbán Romero, falleció en 1997, era hijo de Teófilo, en una noche de agosto de 1992, narró que su padre en el momento precisó de comenzar a llenar los ladrillos en las dos alforjas, hizo una serie de cuentas, como por ejemplo, que una de las tantos objetos valiosos que llenó era para sus demás hijos, sobrinos y hasta para un vecino.

Una vez que terminaron de llenar los ladrillos en las alforjas, Teófilo y el niño, iniciaron el retorno hacia el caserío de Franco, de donde eran naturales, sin embargo, a pesar de los denodados esfuerzos que hicieron no fue posible encontrar el sendero que los conduzca a Franco. Cada camino que tomaban se perdían y de repente se encontraban en el mismo lugar del hallazgo; para entonces la desesperación era evidente en Teófilo, pero mucho más en el niño.

Mientras tanto ambos buscaban desesperadamente una ruta posible para el retorno, no obstante, todo intento era vano; no era posible hallar un camino que los lleve a Franco, hasta que encontraron una manada de cabras - Teófilo pensó - que las cabras eran de algún poblador de Franco y determinó seguirlas. Las cabras caminaron bastante techo, en tanto Teófilo y el niño no las perdían de vista con la esperanza de que éstas enrrumbaran a Franco, para desgracia del hombre y el niño, las cabras se desviaron de ruta al ingresar por una abertura de una roca. Teófilo intento pasar por la abertura, pero no cabía hasta que perdió de vista a los animales.

En otro momento los hombres se toparon con bastante ganado vacuno grande y hermoso. Teófilo Montalbán otra vez al igual que en las cabras, comenzó a seguir a las vacas con el fin de salir de una vez por todas del enmarañado cerro Pilán, pero no fue posible, las vacas por un hueco que cabía una hormiga pasaban. La búsqueda del camino correcto hacía el caserío de Franco fue infructuoso, y el cansancio era evidente en el hombre y el niño.

Serapio Montalbán Romero, cuenta que su padre le narró que en su intento de hallar un camino a Franco, observó que en el cerro Pilán existe una ciudad. él pudo observar como la gente caminaba de un lugar a otro, pero no pudo identificar a nadie; además en la ciudad se veían canales llenos de agua que surcaban el cerro Pilán. Cansado Teófilo, Pensó que los ladrillos que llevaban en ambas alforjas, era el origen del problema, determinó entonces por arrojarlas en el mismo lugar donde los encontró.

Luego de esa determinación la mente de Teófilo despejó y por fin pudo encontrar la ruta correcta al caserío de Franco, cuando ya estaba entre oscuro y claro (entre las dos luces). Serapio Montalbán Romero, quien fuera uno de los perfectos conocedores de los accesos y misterios del cerro Pilán, sostenía que sí su padre no hubiera determinado botar los ladrillos de oro en el momento oportuno y con la llegada de la noche él y el niño hubieran quedado encantados para siempre en el cerro para siempre.

El relato de Teófilo ofrecido a Serapio, cuando éste era niño, da cuenta que el momento en que los hombres anduvieron perdidos en el cerro, gran parte de la manada de cabras que pastoreaban regresaron a Franco y otro grupo no. Al día siguiente Teófilo observó en el corral que varias cabras le faltaban, entonces concluyó ir a buscarlas, pero luego de prolongada búsqueda no las encontró.

Después de varios días por consejo de un vecino optó por hacerlas rastrear de un brujo de San Pedro (a inmediaciones de Solumbre), quien aseguró que los animales deambulaban cerca del lugar que Teófilo arrojó los ladrillos, resuelto acudió al lugar precisado por el brujo y efectivamente encontró las cabras.

El perro encantado
Serapio Montalbán Romero, fue sin lugar a dudas en tiempos contemporáneos el que más conocía el cerro Pilán. Con él y con la compañía de Manuel Mena Escobar, Mariano Peña Sancarranco e Hipolito Carrasco Correa; entre los años de 1985 y 1992, visitábamos el cerro Pilán, con la finalidad de que nos enseñe las zonas más interesantes y pocas conocidas.

Es sabido que en el cerro Pilán existen túneles y cuevas, no obstante, están en lugares inaccesibles. José del Carmen Carrasco Peña (+), aseguró que una oportunidad observó una pared de piedra de aproximadamente de 15 metros cuadrados en la parte lateral izquierda de la cumbre del cerro Pilán. La pared tenía, inscripciones jeroglíficas y cerca de ésta había un túnel de dos metros cuadrados de boca con dirección al interior del cerro o en todo caso con dirección a Solumbre.

De estas dos construcciones dan fe muchos visitantes sobre todo los lugareños de Piura La Vieja, El Chorro y Solumbre. Lo curioso del caso según relato magnetofónico de José del Carmen Carrasco Peña, es que después de mucho tiempo regresó al cerro Pilán acompañado de varios amigos, para enseñarles el sitio en donde halló las dos construcciones, pero no posible encontrarlas, a pesar de que Carrasco hizo los esfuerzos necesarios para dar con el lugar del hallazgo de las edificaciones.

Por naturaleza, Serapio Montalbán Romero, era un hombre misterioso y quienes lo conocimos estamos seguros de su naturaleza humana. Era asiduo visitante al cerro Pilán; más de una persona lo escuchó conversar con el cerro. Sus coloquios con el misterioso cerro casi eran a diario. En una época de abundancia, Serapio Montalbán Romero, tuvo un fructífero y considerable rebaño de cabras, que como de costumbre pastaban en las laderas del cerro Pilán.

Su costumbre era soltarlas muy temprano. Mientras los animales pastaban en las estribaciones del cerro, eran vigiladas por "Bala", un perro ganacho*, que Serapio criaba desde que era cachorro y que función principal era cuidar el rebaño de los zorros cabeza negra* y del león. A eso del medio día como era su costumbre Serapio Montalbán acudía al cerro Pilán para cuidar de cerca a las cabras; pero cierto día no fue por que se sentía con dolores estomacales. Cuando las cabras regresaron eso de las cinco de la tarde, el perro ganacho con llegó con ellas.

Al día siguiente muy temprano, el ganadero enrrumbó al cerro conjuntamente con las cabras con el objetivo de buscar al perro. Ya en el cerro, Serapio escuchó el ladrido de "Bala", cuando de repente el animal abordaba a su amo. El hombre acariciaba y abrazaba al perro, pero cuando llegaba el momento de regresar al caserío de Franco del cual Serapio Montalbán Romero era natural, el animal luchaba denodadamente para soltarse de los brazos de Serapio, hasta que lo lograba. El perro al lograr su objetivo se perdía por una de las hoyadas del cerro.

Serapio Montalbán Romero, cuenta que por espacio de quince días luchó indesmayablemente para recuperar al perro ganacho, más no era posible, una fuerza sobrenatural se lo arrebataba cada vez que el perro venía a su encuentro. "Durante quince días luche para rescatar al perro de las entrañas del cerro. Cada vez que yo acudía al cerro Pilán, el perro salía a mi encuentro, pero en el momento de traerlo a Franco, el animal luchaba hasta que terminaba por fugarse", narró Serapio Montalbán Romero, allá por los años 1990, cuando tuve la oportunidad de entrevistarlo.

Después de muchos intentos por recuperar el perro, Serapio se dio por vencido, hasta que nunca más lo volvió a ver. Pasaron los años y de cuando en vez, se escuchan los aullidos lastimeros del perro de Serapio. Hasta la actualidad más de una persona dice escuchar ladrar al perro encantado en las profundidades del misterios cerro.

La música en el cerro Pilán
En la víspera de Semana Santa, hace más de cincuenta años era muy común escuchar en el medio día, y por las noches en la cumbre del cerro Pilán, a una orquesta ejecutando melodías musicales de la época. De estos hechos misteriosos dan cuenta los antiguos regadores del predio Santa Rosa (frente al cerro Pilán), de lo que fuera la hacienda de Morropón y Franco.

Uno de los hombres que escuchó en más de una oportunidad la música precisamente en Semana Santa, fue Odilón Campos, un poblador del caserío de La Bocana en el distrito de La Matanza, quien falleció en 1997 en Chiclayo, narra que la música también se escuchaba por las tardes y las noches a eso de nueve o doce. "Se escuchaba tan claro que parecía que estaba a pocos metros. A veces demoraba entre 15 o 20 minutos", acotó Odilón Campos, en 1992, en su residencia en el caserío de Franco.

Luciano Sancarranco Zapata, que por costumbre se dedicaba a pastar una manada de burros en las estribaciones del cerro Pilán que eran de su padre Francisco Sancarranco y que eran utilizados para llevar carga desde la costa de hasta la sierra de Huancabamba Y Morropón, sostiene que era costumbre y muy común apreciar como él dice la música con tanta claridad, que parecía estar muy cerca. Sancarranco, da cuenta que una vez que terminaba la música, el cerro quedaba en un silencio sepulcral, pero luego de unos minutos el bullicio se generalizaba en distintas direcciones del cerro.

Nicanor Alvarado, quien fuera administrador de la hacienda San Martín de Batanes en Chulucanas, fue uno de los priviligiados testigos in situ de estos hechos poco común .Odilón Campos, admitio que cuando él era niño y que vivía en La Bocana, Nicador Alvarado, le contó que las piedras se derrumbaban desde la parte más alta del cerro, originando un bullicio total.

Odilón Campos recuerda que era el año de 1934 y para entonces vivía con sus padres en La Bocana, centro administrativo de la famosa hacienda" Monte de los Padres". Dice que era un Viernes Santo, a eso de las once de la noche, en el cerro Pilán se oyó un golpe de arpa; pero antes de la música del arpa que duro más de una hora, se escuchó en las estribaciones del cerro que un individuo arreaba un grupo de bestias....arre...arre....arre y en otro momento cuje..cuje.

El brujo ambicioso
Un conocido brujo enterado del hallazgo de los ladrillos de oro, tomó la resolución de ir al cerro Pilán para buscar los objetos valiosos. Antes de ir al cerro el brujo hizo viaje a Franco para entrevistarse con Teófilo Montalbán, para que le indicase en que lugar del cerro arrojó los ladrillos. Después de varios intentos de búsqueda por el lugar señalado por el pastor de cabras, el brujo no encontró absolutamente nada de nada.

Una noche el brujo subió a la cima cerro y decidió por intermedio de las artes (brujería) explorar en que lugar de la montaña se hallaban los ladrillos de oro. "Aunque sea quiero un par", dijo antes de iniciar la sesión. Cerca de la media noche el brujo y su séquito

se aprestaban a realizar la ceremonia, no sin antes a empezar a beber y a inhalar un brebaje llamado comúnmente en la brujería como san pedro (alucinógeno), cuando de pronto se presentó un regimiento de soldados de 30 centímetros de estatura cada uno fuertemente armados.

Los seres extraños comenzaron a acercarse paulatinamente a la mesa de brujería en tanto simultáneamente el cerro temblaba. El miedo se apoderó del brujo y sus acompañantes que no les quedó otra cosa que recoger sus pertenencias y fugarse despavoridos de la cumbre del cerro Pilán.

El hombre de las sogas
La última aparición del hombre de las sogas en las estribaciones del cerro Pilán, se registró en marzo de 1986. Después de este último registro no existen testimonios fidedignos que aseguren la posibilidad de a ver visto al hombre de las sogas deambulas por las faldas del misterioso cerro hoy llamado el cerro de los OVNIS.

Era una tarde de marzo de 1986 y como de costumbre, Ignacio Sancarranco Zapata, acudía al cerro Pilán a recoger unos burros que pastaban por el camino de Los Talanquera. Aún no había encontrado a los animales cuando a una distancia de unos 50 metros se le presentó un hombre de 1.60 metros de estatura que llevaba en sus hombros varias sogas.

Ignacio recuerda que el misterioso ser no se dejaba ver el rostro y vestía de todo blanco. Usaba sombrero grande y sus botas estaban adornadas de espuelas de plata. El pánico se apoderó de Ignacio Sancarranco al ver que el raro ser se acercaba, entonces determinó por correr no logrando su cometido por que el hombre de las sogas lo atajaba o le salía a su encuentro y cada vez que tomaba una dirección para escapar, el hombre le salía por delante.

El juego que el hombre misterioso sometió a Ignacio Sancarranco Zapata, duró seis minutos aproximadamente, luego desapareció en el acto sin dejar huella. El hombre de las sogas en el momento de aparecersele a buscador de burros no emitió voz alguna ni tampoco hizo movimiento con la manos para llamarlo.

Este misterioso hombre que nunca se dejó ver el rostro (al menos así señalan quienes lo pudieron ver) se les aparecía sobre todo a los pastores de cabras y vacas de los caseríos aledaños al cerro Pilán. Más de uno cuenta a ver visto al hombre de las sogas, haciendo de las suyas con sus ganados. Un poblador de Solumbre contó que una oportunidad el hombre de las sogas tal como lo describió Ignacio Sancarranco Zapata, le arrebató una res y en pocos desapareció con el animal.

Otro ganadero relata que el hombre de las sogas usaba precisamente las sogas para lacear a las reses. Después de 1986, la rara criatura o el hombre de las sogas como lo llamaban los lugareños se ha extinguido en las profundidades del cerro Pilán. Nadie lo ha vuelto a ver; lo que sí siguen desapareciendo sistemáticamente son las cabras y reses. La pregunta es. ¿Será el encanto del cerro Pilán que se traga a los animales o los abigeos que siempre han existido?.

(FUENTE: elregionalpiura.com.pe)

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