Varones y mujeres suelen sentir celos de manera diferente. Para ellos, en general, nada es peor que imaginarse a su pareja involucrada sexualmente con otra persona. En el caso de ellas, una relación sexual de una noche, a menudo no es el mayor de los problemas: a decir verdad, les molesta más ver a sus compañeros creando lazos románticos con otra persona. Este tiende a ser el patrón entre las parejas heterosexuales, según los estudios de la psicología evolucionista.
Pero la cosa puede modificarse si se incluye también a las personas homosexuales, que prefieren y mantienen relaciones con individuos de su mismo sexo, y a las personas bisexuales, quienes se vinculan emocionalmente con personas de ambos sexos. Una investigación coordinada por la psicóloga evolucionista Jaroslava Varella Valentova, del Instituto de Psicología de la Universidad de São Paulo (IP-USP), de la que también formaron parte investigadores de la Universidad de Coímbra (Portugal) y de la Universidad de Santiago (Chile), indagó precisamente en eso. La conclusión a la que se llegó en ese trabajo apunta que, independientemente de la orientación sexual, varones y mujeres sienten más celos por los rivales del mismo sexo. El estudio salió publicado en junio de este año en la revista científica Archives of Sexual Behavior.
El grupo convocó a varones y mujeres heterosexuales, bisexuales y homosexuales –todos ellos cisgénero, es decir, que se identifican con su sexo biológico de nacimiento– de los tres países, para poner a prueba su nivel de celos románticos. En total, participaron de las pruebas 1.744 personas (1.328 mujeres y 416 varones), con edades comprendidas entre los 17 y los 51 años. Aproximadamente un 55 % de los participantes eran brasileños, un 27 % chilenos y el 18 % restante, portugueses. Se los incitó, a través de una encuesta en línea, a imaginarse escenarios hipotéticos en los que sus parejas tenían alguna experiencia fuera de la relación. Las respuestas, puntuando en una escala numérica, medían el grado de celos expresado por los voluntarios en diversas situaciones.
“Solo hay celos cuando uno analiza la relación puesta a prueba por un rival”, explica Valentova. “Este sentimiento aflora mayormente cuando existe una competencia que pone en riesgo la oportunidad reproductiva”. La psicóloga, nacida en Chequia, es docente de la USP desde 2015 e investiga la sexualidad humana desde una perspectiva evolucionista. Este enfoque interpreta que un conjunto de capacidades y conductas, los celos inclusive, cuya finalidad mayor, aunque no única, consiste en asegurar el éxito reproductivo individual mediante la generación de descendencia.
Entre las especies que tienden a la monogamia, incluyendo a los seres humanos, existe competencia no solo para la formación, sino también para la conservación de las parejas amorosas. Como los recién nacidos dependen de los padres y el mantenimiento de la pareja es importante para la reproducción de los individuos, es de esperar que algunas capacidades, entre ellas los celos, hayan evolucionado para contribuir a conservar la pareja amorosa frente a los rivales. Otra línea de estudios de diferentes áreas de la psicología sitúa el foco central del surgimiento de los celos en factores socioculturales, tales como el lugar de procedencia, la religiosidad y el nivel de escolaridad de las personas.
En el estudio coordinado por Valentova, los voluntarios tardaron 40 minutos en responder un cuestionario que proponía cuatro situaciones. Tenían que evaluar, por ejemplo, qué los enojaría o los haría sufrir más: que su pareja compartiese la cama con otra persona, sin involucrarse emocionalmente, o que surgiera un vínculo romántico con otro varón o mujer, sin mediar sexo en la relación. También evaluaron cuál de esas situaciones sería “más difícil de perdonar”, de ocurrir. Los participantes bisexuales respondieron dos veces, una para compañeros del sexo masculino y otra para parejas femeninas. Todos respondieron sobre rivales de ambos sexos.
Como ya habían apuntado anteriormente otros estudios, los varones heterosexuales demostraron ser los más celosos cuando se trata de sexo extraconyugal. No obstante, los varones bisexuales son aparentemente tan celosos como los heterosexuales en cuanto a sus parejas mujeres, pero no tanto cuando se trata de varones. Al considerar solamente el grupo de las mujeres, las heterosexuales revelaron que sienten más celos ante la idea de que sus compañeros se involucren románticamente al margen de ellas.
Al fin y al cabo, ¿qué significa “involucrarse románticamente” con alguien? “Desde el punto de vista del estudio, se trata de la posibilidad de entablar una relación a largo plazo, que va más allá de compartir la cama con otra persona”, explica Valentova. Las relaciones más duraderas suelen tener el paquete completo: sentimiento de amor romántico, compromiso afectivo, deseo de permanecer juntos, exclusividad sexual y, según la investigadora, a veces, celos.
Los resultados del estudio también demostraron que los celos se centran más en los rivales del mismo sexo. Los varones tienden a compararse y competir más con otros varones y las mujeres, contra otras mujeres.
Tanto para las mujeres heterosexuales como para las mujeres bisexuales, la amenaza de que un rival masculino se involucre románticamente con sus parejas varones aparenta ser menor. La mujeres bisexuales, sugiere el estudio, consideran mucho peor la posibilidad de que sus parejas de sexo femenino vivan un romance con otro hombre, que podría dejarlas embarazadas y dañar su relación. Y los varones bisexuales se preocupan más por los posibles lazos románticos de las mujeres.
Pero, ¿por qué ocurre eso con las personas bisexuales si, en teoría, pueden mantener relaciones duraderas con parejas de ambos sexos? En parte, según los autores del estudio, esto estaría vinculado al proceso evolutivo. Desde esta perspectiva, los varones suelen considerar más riesgoso invertir tiempo y recursos en una pareja que se involucra sexualmente con otros hombres y puede engendrar hijos que no serán suyos. De ese modo, desde el punto de vista biológico, para un varón valdría más criar un hijo suyo en lugar de contribuir con su esfuerzo a la crianza de un hijo que no comparte sus genes.
En cambio, a las mujeres les preocupa más la implicación emocional fuera de la relación porque esto podría llevar consigo una transferencia de recursos, protección y atención paternal de su compañero a una tercera persona. El estudio concluye que los mayores celos emocionales de las mujeres se deben, al menos en parte, a que ellas tienen que invertir en la reproducción y en el cuidado de la prole, puesto que gestan a los bebés durante nueve meses. Esto hace que ellas se preocupen más por la dedicación de su pareja a la relación.
“Heredamos propensiones a desarrollar capacidades cognitivas que incluyen reglas de decisión flexibles y dependientes del contexto fueron evolucionando en nuestra especie y que se originaron selectivamente debido a la recurrencia de un mismo reto adaptativo ancestral”, dice el biólogo y psicólogo evolucionista Marco Antonio Correa Varella, quien cumple una pasantía posdoctoral en el Departamento de Psicología Experimental del IP-USP y es coautor del artículo. “Nuestro estudio indica que los celos sexuales no son algo esencialmente masculino y los emocionales, no necesariamente femeninos, sino que ambos sexos son capaces de experimentar los dos tipos de celos”.
En un principio, el objetivo del estudio, al recabar datos de voluntarios en Brasil, Chile y Portugal, era apuntar eventuales diferencias culturales en la percepción de los celos. El número de brasileños bisexuales y de lesbianas se ajustó a las expectativas del tamaño de las muestras. En el caso de los chilenos y portugueses, sin embargo, la escasa cantidad de participantes de esos colectivos no permitió obtener conclusiones estadísticamente significativas sobre la incidencia del aspecto sociocultural en la manifestación de los celos en esos países.
La investigación de Valentova, Varella y sus colegas trabajó con una muestra en gran parte vinculada al ambiente universitario, de alto poder adquisitivo, lo que representa una limitación o un sesgo en el estudio. Las personas con mayor nivel de escolaridad también tienden a autodeclararse con mayor frecuencia como no heterosexuales. El rango de edades de los voluntarios también podría suponer otro factor limitante del estudio. En promedio, las mujeres evaluadas tenían poco más de 24 años. Entre los varones, la edad promedio orillaba los 26 años.
Según los investigadores, es infrecuente encontrar personas bisexuales que hayan mantenido relaciones a largo plazo tanto con varones como con mujeres. “Hay todavía lagunas en la literatura acerca de la existencia de celos en las relaciones breves en todas las variantes posibles de sexo del individuo, de la pareja y del rival, y habría que replicar los resultados principales en otras regiones del mundo, para determinar cuán universales son las asociaciones verificadas”, dice el psicólogo evolucionista.
Modelos sociocognitivos
Para el psicólogo australiano Richard De Visser, de la Escuela de Psicología de la Universidad de Sussex, en el Reino Unido, el estudio coordinado por Valentova constituye un aporte importante a un área que hasta ahora dispone de escasa literatura científica. “El artículo es interesante porque plantea cómo los celos podrían haber sido influenciados por factores evolutivos, pero también por aspectos culturales”, dice De Visser, quien no participó en el trabajo de sus colegas de la USP, en una entrevista concedida vía correo electrónico a Pesquisa FAPESP.
Para el investigador, la realización de estudios sobre los celos desde un abordaje primordialmente evolucionista puede suponer ciertas limitaciones. “Los modelos sociocognitivos de los celos sugieren que los aspectos sociales, tales como la historia personal y la cultura de un individuo, interactúan con los factores evolutivos y biológicos y pueden llegar a ser influencias aún más importantes”, comenta. Las explicaciones de los celos basadas en los modelos evolutivos y sociocognitivos son vistas como contradictorias, pero deberían considerarse complementarias”.
En un estudio que se llevó a cabo en Australia con más de 8.300 personas de entre 16 y 69 años, De Visser y su grupo diseñaron un modelo con seis variables que, según ellos, tienen que ver con la percepción de los celos: sexo biológico, edad, escolaridad, número de parejas a lo largo de la vida, tipo de relación y actitudes potencialmente infieles. El trabajo fue publicado en un artículo en la revista The Journal of Sex Research en 2019. Según De Visser, un abordaje similar también podría ser una forma interesante de dimensionar los celos emocionales en homosexuales y bisexuales, que suelen preocuparse menos por la cuestión reproductiva.
Desde el punto de vista biológico, Valentova subraya que la sexualidad, además de garantizar la reproducción directa, tiene otras finalidades vinculadas a la salud, el bienestar, la vinculación afectiva y la cooperación, que contribuyen a la supervivencia y benefician a los individuos de todas las orientaciones sexuales. “La perspectiva evolutiva es complementaria de otros enfoques y brinda su aporte a una comprensión amplia del ser humano como animal biopsicosociocultural”, concluye Varella.
(FUENTE: revistapesquisa.fapesp.br)
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