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martes, 31 de octubre de 2023

Para ahorrar dinero, estadunidenses comprarían casas embrujadas

En Estados Unidos, más de una de cada 4 personas (29%) cree que realmente ha vivido en una casa embrujada este año, frente al 24% en 2022. De aquellos que han vivido en un sitio como este, el 73% no eran conscientes de la reputación paranormal de la vivienda antes de mudarse.

Como era de esperar, el 40% de los que compraron una casa embrujada a sabiendas se dejaron llevar por un precio más bajo, así lo dio a conocer una investigación de Real Estate Witch elaborada en conjunto con Estate Media y Zillowtastrophes.

A pesar del ahorro de costos, el 36% de los propietarios de viviendas embrujadas se arrepienten de vivir en una casa así y el 55% no compraría otra casa que supieran que estaba embrujada.

Un 68% de los estadunidenses cree que el gobierno debería exigir a los vendedores que revelen si una casa está embrujada. Paradójicamente, solo el 31% de los vendedores proporcionarían dicha información de buena gana por temor a que la vivienda fuera más difícil de vender.

Pero a pesar de que las casas embrujadas inquietan a los estadunidenses, más de la mitad (52%) siguen abiertos a la idea, y el 71% la consideraría si pudieran ahorrar dinero.

La mayoría de los estadunidenses (62%) solo ofrecerían un valor inferior al de mercado por una casa embrujada, y uno de cada 3 (31%) ofrecería unos 50 mil dólares menos. En particular, el 48% dice que nada podría convencerlos de comprar una casa embrujada.

Sin embargo, solo el 7% dice que los fantasmas son el aspecto más aterrador de ser propietario de una vivienda: el 93% expresa un mayor temor a los problemas de reparación de la vivienda, como el moho (60%), las termitas (57%) y un techo con goteras (54%), que a la presencia de fantasmas en sus hogares.

Los aspectos más aterradores de ser propietario de una vivienda para los estadunidenses son de naturaleza financiera: costos inesperados (50%), altas tasas de interés (46%) y la incapacidad de pagar la hipoteca (42%), se indicó.

(FUENTE: realstate.market.com.mx)

"El Estadio de los muertos"




El multifacético Parapsicólogo peruano Reynaldo Silva, se ha destacado, con el transcurrir de los años, no solamente en su área profesional, sino también en la narrativa y el cuento: acá les presentamos uno de sus cuentos de miedo, los cuales serán publicados -Dios mediante-, próximamente.


- Un relato de: Reynaldo Silva Salas.

Esta historia me fué relatada en una de mis últimas visitas a mi antiguo barrio de Balconcillo, en La Victoria, en una tertulia de barriada en la que pude estar, con amigos de barrio, viejos compañeros de aventuras de mi hermano mayor. Ahí nos encontrábamos, parados bajo un poste en una esquina, iluminados por su luz, bebiendo una botella de ron que pasaba de una mano a otra cuando me contaron la experiencia que todos habían vivido, la terrible historia del ocaso deportivo de un antiguo ídolo del barrio, y que mi hermano nunca me había relatado.

Rara vez el fútbol y el mundo de lo sobrenatural se juntan en una sola experiencia, pero esa vez aconteció así. A mediados de los setentas, mi hermano mayor y su patota de amigos del barrio, hicieron lo que todo grupo de chicos hacen en la edad de la adolescencia: fundar un equipo fútbol. Ansiosos de competir en un mega campeonato barrial en que participarían todos los equipos de la -para ese entonces ya-, gran ciudad de Lima. Tras ser despreciados por el equipo “oficial” del barrio, comenzaron a reunir a todos los de su edad que tenían hambre de fútbol.

Apoyados por un humilde emigrante de la sierra que, a fuerza de sudor y esfuerzo había logrado tener un pequeño grifo y taller de reparación autos en el barrio, el equipo comenzó a crearse. Dado que en aquellos años encandilaba a los jóvenes de todo el mundo la selección holandesa, decidieron emularlos; más, siendo unos chicos excesivamente bromistas, terminaron bautizando al equipo como “La Papaya Mecánica”. Parecía divertido,…hasta que todo el barrio comenzó a burlarse del nombrecito. Afortunadamente eso duró muy poco. En cuestión de semanas “La Papaya Mecánica” se convirtió en el “cuco” de todo Lima: goleada tras goleada, demostraron que no eran cosa de chiste. Simplemente eran un excelente equipo.

Entre los mejores jugadores, destacaba un moreno fuerte y espigado, muy desarrollado para su edad, proveniente del temible barrio de Matute. Se llamaba Francisco Dagnino. En el barrio le decían “Pacho” ó “Dañino”. El último apodo era el que mejor le calzaba. Imparable goleador, era común que metiese mínimo tres goles por partido. Era un genio con la pelota. Un monstruo en potencia a sus cortos 16 años,…pero era también un absoluto pedante y soberbio con aires de matón. Consciente de su brillante futuro con la pelota, no dejaba de hacérselo saber a todos. A todos le caía tremendamente antipático, pero era indispensable en el equipo, por lo que todos hicieron de tripas corazón y trataban de soportarlo, a pesar del odio que se granjeaba.

Muchos pensaban que semejante forma de ser tenía su origen en que Danigno, casi criado en la calle, nunca tuvo padre que le corrigiese, mientras que su madre falleció siendo él muy niño. Lamentablemente no dejaba que nadie le aconsejase en nada, siguiendo el su imparable carrera hacia la fama ó el desastre; lo primero que llegase. Un día, se enteraron que unos reclutadores de Alianza Lima irían a ver jugar al equipo. Obviamente, iban a ver a Dagnino. Era mediados del verano y “La Papaya” enfrentaría ese sábado a las divisiones inferiores del Deportivo Municipal; el escenario, el famoso “Estadio de los Muertos” de Chorrillos.

“Pacho Dañino”, ya enterado del hecho, llevó su soberbia a niveles estratosféricos: mientras todos los muchachos se emocionaban en el camerino, comentando que darían todo lo mejor de cada uno de ellos por el sueño de lograr ser fichados por Alianza Lima, Dagnino los bajaba de las nubes diciendo: “ustedes están en este equipo sólo para que yo destaque más”. Su actitud amenazaba con romper la unidad del equipo, pero a él no le importaba, mientras daba la espalda a todos y continuaba pateando la pelota contra la pared.

El mecenas del equipo había contratado a un casi anciano argentino venido a menos, que había llegado en los años cuarentas a Lima, como refuerzo para el aquél entonces, poderosísimo Defensor Lima. Una lesión acabó con su carrera deportiva y ahora vivía en un miserable cuartucho en Balconcillo. Se apellidaba Arana; todos le decían “Viejito”. Trató en vano de enseñarles a los chicos los secretos del fútbol. Vano esfuerzo: eran “ídolos de barrio”. Quererles enseñar a jugar era como querer darles perlas a los burros. El “Viejito” Arana, tras escuchar a “Pacho” decir sus tonterías, alzó la voz y comenzó a decir a todos sus pupilos:

“La soberbia no lleva a nada; créanme pibes. Yo lo sé mejor que nadie” – comenzó a decir, mientras se incorporaba y se acercaba a “Dañino”-, “mirá “fiera”,.… ”. Pacho volteó y le clavó la mirada con sus ojos negros y saltones, molesto. Bajó la vista. Le llevaba a Arana casi una cabeza de altura. Casi escupiendo, observó lo que tenía en la mano: era un viejo billete fuera de circulación de 1000 soles. “¿Y qué? – respondió con rabia-, “¡esa porquería no sirve ahora ni para comprar un cigarro!...”. El viejo ex jugador bajó la vista con pena. “Sí, no vale nada. Cuando me vine para acá, me pagaban con uno de estos todos los meses,… me alcanzaba para vivir como un rey, y aún me sobraba. Ahora mirá donde estoy…”.

El moreno era tan soberbio como bruto. “Eso le pasa a los malos: yo voy a hacer millones” -, replicó. Mientras Arana miraba cómo “Dañino” le daba las espaldas indiferente, caminando lentamente como lo hacía en su barrio, ladeándose. El “Viejito” le lanzó una mirada de lástima. “me hacés recordar al “Mágico” Castañeda…” –dijo mientras el muchacho se sentaba, calzándose, mostrando molestia por las palabras del entrenador. “….Castañeda jugó en los cincuentas en Alianza: era un demonio. Nadie le igualaba como centro forward. Yo era asistente en el Deportes Arica cuando lo conocí- , comenzó a relatar al grupo-, “la prensa decía que se iría a España. Era un pibe muy creído. Pensaba que se lo merecía todo. Un verano como éste, los del Alianza y del Deportes vinieron a veranear acá a Chorrillos. Iban a la playa y luego venían a esta cancha a jugar. En esa época los profesionales eran todos amigos; no como ahora que se matan si se cruzan en una esquina”.

Conforme avanzaba el relato, el argentino caminaba por el camerino, sin preocuparse por el tiempo, prefiriendo contar su historia en vez de dar indicaciones para el partido. “Cuando vinimos a jugar una “pichanga”, ví que todos se persignaban tres veces y susurraban algo. Le pregunté al entrenador del Deportes y me contó la historia de este campo”. Todos le seguían atentamente su relato: “sepan “pebetes” que este estadio fue antes un cementerio. Un cementerio para los marinos que morían en el mar. Con el paso de los años, ya abandonado, el municipio retiró las tumbas y sus muertos y lo construyó,… pero siempre se dice que a lo mejor se olvidaron de alguien. Eso me contó el entrenador. Cuando le pregunté qué susurraban los pibes, me dijo que pedían disculpas por si ofendían a alguien”- dijo a la vez que apuntaba la suelo.

“Todos hacían esa cábala; todos menos Castañeda. Decía que eran boludeces: antes de acabar el primer tiempo, se lesionó. Fue una lesión muy extraña: un momento una a patear al arco y en otro momento estaba en el suelo. Se había fracturado la pierna en tres partes distintas, pero nadie vió a qué le pateó. Ahí acabó su carrera”. En ese instante todos escuchaban muy atentos al entrenador, menos “Pacho”, claro está. El silencio fue roto por el llamado del árbitro para iniciar el partido. “Bueno pibes, llegó la hora” – exclamó Arana-, “salí y jugá a lo que saben. Suerte. Y no olviden persignarse tres veces”.

Al salir al campo la pequeña tribuna explotó; todo el barrio estaba ahí. Incluso los delincuentes más avezados del barrio estuvieron ahí. Al primer foul de uno de los contrarios, un malencarado moreno se levantó en la tribuna, y le gritó al joven jugador del Municipal: “¡OYE TÚ!” –dijo con voz ronca-, ¡SI LO VUELVES HACER, TE CORTO LA CARA!”. El pobre muchacho no lo intentó de nuevo. Aparte de esa anécdota, el partido transcurrió como se esperaba. “Dañino” hizo de las suyas, y al ver a los cazatalentos en la tribuna, egoístamente monopolizó la pelota. El partido acabó 6 a 0; cuatro de los goles fueron de “Pacho”.

“La Papaya Mecánica” clasificó a cuartos de final. El entrenador Arana terminó saltando y gritando de emoción, como si estuviese de nuevo en su querido barrio de La Boca. Mientras el equipo descansaba en el gramado bebiendo las gaseosas que el mecenas les llevó y recibían también la felicitación del vecindario, Dagnino y los cazatalentos conversaban lejos del grupo. Estaban complacidos y no querían al moreno para el equipo juvenil, sino para el equipo que jugaba en la profesional. “Pacho” no cabía en sí de contento. El contrato se firmaría al día siguiente. En un arranque de suficiencia, terminó la conversación diciendo: “está bien, pero….sería bueno si me dejan “alguito”; no sea que me anime por otro equipo”. Uno de los cazatalentos dejó en sus manos cuatro billetes, por precaución.

La tarde avanzaba y “Dañino”, loco de contento, convenció a todos a celebrar su suerte. No era el único; Gustavito Márquez, defensa del equipo, había sido convocado por los del Alianza para jugar en la categoría juveniles, así que todos aceptaron de buena gana. El “Viejito” Arana, borrachín empedernido, no objetó la propuesta. “Pacho”, frente a todos, le lanzó un billete al suelo frente al utilero, como si fuera cualquier cosa: “¡oye tú!; tráete todo el ron que puedas comprar”. Su actitud era insoportable, pero de sólo pensar que no lo veríamos más, podían aguantarlo. “Che, mejor pedí pisco” – intervino el entrenador-, “bebé el licor de tu tierra”. A “Dañino” nadie le replicaba nada, pero esa vez, accedió. “Tiene razón: hoy pisco por última vez: a partir de mañana, sólo “uiski” del importado, ¡JAJAJAJA!!..”.

Unas discretas conversaciones con el solitario guardián del estadio les permitió quedarse ahí a beber. Los familiares y parte del equipo se habían ido a la playa a aprovechar las últimas horas de sol. Los maleantes del barrio se habían ido a celebrar a su manera, en los burdeles de la ciudad. Quedó un grupo de ocho jugadores, “Pacho” y el entrenador. Ese atardecer sentados en círculo en el centro del campo transcurrió apaciblemente. La noche se acercaba y, conforme la bebida hacía sus efectos, algunas de las sandeces de “Dañino” causaban más hilaridad que desprecio. “Vas a ver…” –dijo mientras despeinaba al chiquillo que fungía de utilero-, ”cuando juegue en el Real Madrid, te voy a dar mis “chimpunes” (calzado de fútbol), para que entres sin pagar al estadio”.

“Vos nunca vas a cambiar” -, intervino el “Viejito”. Todos reían al escuchar semejantes barbaridades. Al empezar a oscurecer, el guardián del estadio, que acompañaba al grupo, se puso de pie y dijo: “bueno chiquillos, gracias, pero ya me voy”. “… ¿Qué?, ¿usted no duerme aquí?” -, le preguntó uno de los muchachos. El guardián, tambaleándose, sonrió como si hubiese escuchado una broma: “¿queeeeé?,….¿dormir yo aquí?,…¡ni por que me pagan!, ¡JAJAJAJA!!”. Tras pedir que cierren con candado al irse, se dirigió a la puerta, dejando a todos intrigados.

“¡Bah!, estupideces de viejos!!” -, exclamó “Dañino”-, “tanta estupidez y, ¿saben qué?, yo no me persigné ni pedí perdón ni nada de esas idioteces, ¡JAJAJAJA!. Y ustedes “mariquitas” lo hicieron rapidito nomás!, ¡JAJAJAJA!”. Algunos de los miembros del grupo se espantaron al escucharlo, al resto ni les interesó. “¡Y bueh!, ya vos verás” -, fue lo único que le dijo el Entrenador Arana. La brisa fría del mar comenzó a envolverlos, al igual que la oscuridad de la noche. Apenas iluminaba al grupo una lejana luz proveniente de los baños del estadio. Gustavito Márquez, poco acostumbrado a la bebida, se había quedado dormido sentado. Según contó, descansaba plácidamente, cuando de pronto en su mente apareció una imagen: un viejo anciano barbado le tomó de pronto con unas manos huesudas y callosas de los hombros, apretándolo con fuerza y zarandeándolo le gritó: “¡despierta y vete!!”. Todo el grupo vio cómo se estremeció de pronto en su sitio, para luego pegar un grito y caer pesadamente para atrás. Todos se reían mientras él se levantaba deprisa, asustado, agitado. “¿Dónde está el viejo?!!!”-, dijo mirando para todos lados. “Ahí enfrente de ti”-, le dijo con tranquilidad mi hermano. ¡No, no: el otro viejo!!-, replicó asustado.

“Ché Ramiro” – dijo el entrenador-, “llevá a Gustadito al baño para que se moje la cara; que no sea que su viejita le vea llegar así”. Así Ramiro, tomando del brazo a Márquez le llevó a los baños, escuchándole hablar de un anciano que le habló. Ya dejándolo sentado en un excusado, Ramiro fue a un urinario frente a él. Mientras descargaba la vejiga, sintió que las piernas se le doblaban. Una fuerte patada en la parte posterior de la rodilla lo aventó de bruces contra el suelo. “¡Imbécil!, ¿qué tienes?...” –dijo mientras se trataba de incorporar, cuando se dio cuenta de que Gustadito estaba sentado donde lo dejó, totalmente beodo, hablando entre dientes. No pudo haber sido él. Tampoco pudo haberse equivocado: la patada fue real por que a él le dolía. Pero no había nadie más ahí que os dos.

Afuera pasaba algo similar. Mi hermano era el único que se le había enfrentado a “Dañino” en alguna ocasión y existía una velada inquina entre ellos. En un momento en que se incorporó también para ir al baño, sintió que alguien le cogió del tobillo, haciéndolo caer de cara al gramado. “Pacho” se rió, así que mi hermano se incorporó como una fiera y se le fue encima. El “Viejito” Arana apenas pudo reaccionar e impedir que se fueran a las manos. El grupo tardó mucho en convencer a mi hermano que “Pacho” no le había tocado. “Entendé, Henry –dijo en entrenador-, nadie te tocó…”. Mi hermano no lo entendía, lo había sentido nítidamente. Todos aseguraron, incluso juraron que sólo vieron que el pie de Henry se quedó detenido en el aire, a escasos centímetros del suelo, como asido por una fuerza extraña, pero invisible.

Todos hacían conjeturas, las cuales se agrandaron al retornar del baño Gustavito y Ramiro, contándoles éste último lo que había pasado allá. De pronto, sin advertencia, todo el grupo empezó a sentir una sensación extraña: era como si un aire frío les rodease. Dentro del corazón de cada uno de los presentes se introdujo un sentimiento de pena infinita: nadie lo dijo en ese momento, pero después, comparando su sentir en ese instante, coincidieron que fue el mismo: una sensación de infinita pena, de abandono, de que añoranza por un lugar muy lejano, de seres queridos que se hallaban lejos. Era como una opresión dolorosa que se aferraba a sus corazones, como una garra. Más de uno empezó a sollozar, alguno de ellos derramó alguna lágrima, y todos a la vez comenzaron a temblar sin control. A pesar que no corría viento, mientras sentían también un intenso olor a agua salada. Todos, menos “Dañino”, que parecía inmune a “eso”.

Al pasar algunos instantes, todos se sobresaltaron: sintieron que no estaban solos ahí. Una vida en un barrio de cuidado les había dado a todos la facilidad de sentir cuando alguien les observaba. Comenzaron todos a mirar a su alrededor. El campo estaba desierto y en total penumbra,…. Pero sentían y miraban que la negra oscuridad se movía. Se movía en diferentes direcciones, como si sombras negras en medio de ese negro nocturno saltasen y los rodeasen. Como fieras acechando su presa. Todos miraban de un lado a otro, tratando de ver quiénes estaban ahí. Ramiro no tardó en decir lo que todos pensaban: “¡vámonos de aquí!”. Hastiado de lo que creía era una broma, “Pacho” se incorporó. “Está bien, cobardes; vámonos” -, les replicó a la vez que daba media vuelta y enfrente de todos, comenzó a orinar en medio del campo.

“!Qué hacés loco!” -, le espetó el entrenador, muy asustado-, “¿no entendés que esto es un camposanto?!!!”. Danigno ni le hizo caso mientras todos se incorporaban llenos de miedo. “No le tengo miedo a nada, y nada va a pasar acá, viejo idiota” -, replicó mientras se ajustaba el pantalón. “Listo. Ahora, al barrio”. El grupo comenzó a caminar hacia la puerta sintiendo todavía más fuerte esa terrorífica sensación que les helaba el espinazo y erizaba todos los pelos de sus cuerpos. De pronto, surgido de la nada una voz extraña, con un tono metálico y un acento que nadie pudo identificar, se dejó escuchar en medio de la penumbra. “Oye, Dagnino” -, dijo. Todos voltearon. Era un hombre alto, vestía un sacón de esos que usan los marineros y una gorra de lana en la cabeza. Era muy fornido, de piel muy blanca y se podía ver una abundante barba cobriza enmarcando su cara. Estaba plantado en el arco, llevaba algo en una mano.

“Pacho” volteó y le plantó la mirada, desafiante. Todos se quedaron detrás de él. El sujeto separó las piernas y las plantó en el suelo con resolución. “Enséñame lo que vales” -, dijo como para que lo escuchen todos y le lanzó lo que llevaba en la mano. En medio de la oscura noche, el objeto tenía el tamaño de una pelota. “Dañino”, por instinto goleador, y aunado a su inmensa soberbia, dio un tranco al frente y saltó: estirándose en el aire se preparó para hacer una hermosa media tijera. Dicen los que estuvieron presenten que aún se estremecen al recordar el horrendo sonido que se escuchó a continuación: un ¡traaack! que aún les revuelve las tripas. “Pacho” cayó pesadamente al suelo, gritando, aullando de dolor. Se había roto la pierna en tres. Al llegar los chicos a su lado él se retorcía de dolor. Era horrendo el espectáculo de su pierna quebrada en varias partes, exponiendo los huesos en algunos sitios, retorcida como una muñeca de trapo.

El desconocido le observaba sonriente. Los chicos vieron al suelo y descubrieron que la “pelota” en verdad era un trozo de piedra, trabajada, y que exhibía algunas letras en inglés. Era el fragmento de algo sin duda. Dominados por la ira, y siguiendo sus instintos de barrio todos juntos se le abalanzaron encima al agresor, gritando insultos, rompiendo botellas dispuestos a destriparlo. Incluso el viejo Arana sacó su facón que llevaba siempre con él y se unió a sus muchachos. Rodearon al tipo, pero este ni se inmutó: sólo sonreía complacido por su acción, con las manos metidas en los bolsillos. Cuando todos se preparaban para asestar el primer golpe de lo que iba a ser una carnicería,….el tipo simplemente se esfumó. ¡SE ESFUMÓ FRENTE A SUS PROPIOS OJOS,…. DESAPARECÍO!!!!.

Nada había frente a ellos,…nada. Sólo sus propias caras contraídas por el horror era todo lo que tenían frente a sus ojos. “Pacho”, que estaba en el suelo pasos atrás, al observar tal fenómeno, comenzó a gritar más desesperadamente aún: “¡SAQUÉNME DE AQUIIII, NO ME DEJEN; SAQUÉNME DE AQUIIII!!!!!”. Aterrados, el grupo comenzó a correr hacia la puerta, gritando de pavor. Atrás quedaron los picos de botella, y el facón tirados en le suelo. Mientras se dirigían a la puerta, escuchaban con insistencia, casi retumbándoles los oídos, miles de voces hablándoles en diferentes idiomas. Venían de todas direcciones. No entendían lo que decían, pero en sus agitados corazones el mensaje que escuchaban, lleno de odio era: “¡VÁYANSE!, ¡VAYÁNSE!”. Casi no tuvieron tiempo de levantar a “Dañino”; sólo lo arrastraron por el campo. Su pierna rota se bamboleaba haciéndolo gritar más, acompañando en el grito de horror de los demás.

Cuando terminaban de contarme la historia, “Dañino” pasó por nuestra esquina: cojeaba notoriamente y recogía puchos de cigarrillo del suelo. Había sido vencido por la droga y el alcohol. Pero había algo más,…caminaba como tratando de alejarse de las sombras, buscando insistentemente la luz. Se notaba que aquel episodio de su vida no sólo dejó una marca en su cuerpo, si no también en su alma.

5 películas de terror para morirte de risa en Halloween

La noche de Halloween tradicionalmente se celebra con una sesión de películas o videojuegos de terror, pero somos conscientes de que hay gente especialmente sensible con el género y no es aficionada a pasarlo mal frente a la pantalla. A pesar de ello, también sabemos que queréis seguir la tradición temática con algunas películas que parezcan de terror (y de hecho, lo sean), pero al mismo tiempo, sean algo ligerito incluso con lo que echar un buen rato de risas. Estas cinco películas cumplen perfectamente esa labor, pero dejamos claro que algunas de ellas no están exentas de algunas escenas escabrosas...

‘No matarás... al vecino’, 1989

Tom Hanks se consagró en los 80 con una serie de comedias realmente divertidas, pero olvidáos de ‘Big’, ‘Esta casa es una ruina’ o ‘Despedida de soltero’: la mejor es ‘No matarás... al vecino’. Ambientada en un vecindario sencillo, Ray Peterson (Hanks) y algunos amigos empiezan a sospechar de que los nuevos vecinos, los Koplek, esconden un oscuro secreto, principalmente debido a su aspecto inquietante. La desaparición de un vecino no hace sino aumentar ese nerviosismo entre el grupo de protagonistas, que no deja de hacer el ridículo en sus investigaciones.

‘Tucker y Dale contra el mal’, 2010

Tucker y Dale son dos pobres idiotas, dos rednecks sin malas intenciones que no quieren más que pasar unos días de relax en su destartalada cabaña en el bosque. Mientras, un grupo de adolescentes , en el fondo no mucho más espabilados, tiene los mismos planes, y cuando sus caminos se entrecruzan es cuando el disparate está garantizado. Los chavales confunden a Tucker y Dale con dos asesinos rurales salidos de ‘La Matanza de Texas’, e inconscientemente, y de manera absurda van cayendo poco a poco sin que nuestros pobres protagonistas tengan nada que ver. Una divertida parodia de los slasher de los 80.

‘Terror en el Estudio 666′, 2022

Una de las propuestas más absurdas de la lista, o probablemente, la que más. Dave Grohl (antiguo miembro de Nirvana) y el resto de los componentes de los Foo Fighters alquilan una misteriosa casa encantada donde antaño han grabado otras leyendas del rock. Después de 10 álbumes de estudio, el grupo necesita una inspiración que no llega, y deciden grabar su nuevo disco en este emplazamiento que termina volviendo majara a Grohl, y cuyas locuras terminan pagando sus compañeros, incluyendo el trístemente fallecido Taylor Hawkins, su batería. El grupo al completo hace gala del sentido del humor que siempre ha caracterizado sus videoclips, con una actuación destacada de Grohl, aunque no sabríamos decir si para bien... o para mal. Un homenaje al cine trash con todo lo que eso conlleva, porque avisamos: buena, lo que se dice buena, precísamente no es.

‘El día de la bestia’, 1995

Hoy puede parecer mentira, pero reunir a Alex de la Iglesia y Santiago Segura en los 90 era sinónimo de película irreverente y absolutamente divertida. La premisa no podría ser más absurda, y es que un cura (interpretado fantásticamente por Álex Angulo) prevé el nacimiento del anticristo en Madrid, algo que intentará evitar a toda cosa junto a un amante del metal más duro, José María (Segura), y la ayuda de un presentador de televisión amante del misterio y lo esotérico, el profesor Cavan. Sin saber ni cómo, terminan invocando al maligno en una ceremonia, aunque... no todo es lo que parece.

‘Los muertos no mueren’, 2019

Seamos honestos: esperábamos mucho más del dúo formado por Bill Murray y Adam Driver envuelto en un apocalipsis zombie, lo que no quita para que estemos hablando de una película divertida en la que lo vario pinto de sus personajes sea su principal atractivo. Los amantes del subgénero de los muertos vivientes echarán de menos más vísceras, pero como decimos, su principal atractivo reside en quiénes, más que en el qué, con un reparto también peculiar del que forman parte otros como Danny Glover, Steve Buscemi, Selena Gomez o incluso Iggy Pop. Es tan absurda que realmente, gusta a poca gente, de hecho, es difícil que os guste si termináis viéndola, pero sinceramente: si os entra, os va a encantar, porque es realmente diferente a todo lo visto en el género.

(FUENTE: as.com)

Guayaquileña narra su encuentro con duende en la cuna de su bebé

Nicole Moreno no puede dormir tranquila. Al más mínimo ruido que escucha en su casa se levanta al instante de su cama. Y todo por la culpa de un supuesto espectro (duende) que merodeaba a su hijo de 2 años.

Tras el nacimiento de su tercer retoño, en julio de 2021, junto con su esposo Carlos Núñez y sus otros 2 ‘pelados’, alquilaron una vivienda en una ciudadela ubicada en la avenida León Febres Cordero, en Daule, provincia del Guayas, lugar en el que fueron testigos de este hecho paranormal.

“Desde el inicio pasaron cosas raras. A mi esposo le gustan los caramelos y chocolates, por eso los teníamos en un recipiente en la sala, pero siempre aparecían tirados. Nunca le di importancia y solo los recogía”, relató la guayaquileña.

Cosas de valor como billeteras, joyas, monedas, entre otros, sin importar donde los dejaran, aparecían misteriosamente en la habitación de su bebé, que estaba en el segundo piso.

“En la casa solo vivíamos mi esposo, mis tres hijos y yo, y ellos me aseguraban que no movían las cosas. Lo curioso era que las encontraba escondidas en el cuarto de mi bebé, siempre metidas entre su ropa y debajo de la cama”, contó.

Nicole Moreno no puede dormir tranquila. Al más mínimo ruido que escucha en su casa se levanta al instante de su cama. Y todo por la culpa de un supuesto espectro (duende) que merodeaba a su hijo de 2 años.

Tras el nacimiento de su tercer retoño, en julio de 2021, junto con su esposo Carlos Núñez y sus otros 2 ‘pelados’, alquilaron una vivienda en una ciudadela ubicada en la avenida León Febres Cordero, en Daule, provincia del Guayas, lugar en el que fueron testigos de este hecho paranormal.

“Desde el inicio pasaron cosas raras. A mi esposo le gustan los caramelos y chocolates, por eso los teníamos en un recipiente en la sala, pero siempre aparecían tirados. Nunca le di importancia y solo los recogía”, relató la guayaquileña.

Cosas de valor como billeteras, joyas, monedas, entre otros, sin importar donde los dejaran, aparecían misteriosamente en la habitación de su bebé, que estaba en el segundo piso.

“En la casa solo vivíamos mi esposo, mis tres hijos y yo, y ellos me aseguraban que no movían las cosas. Lo curioso era que las encontraba escondidas en el cuarto de mi bebé, siempre metidas entre su ropa y debajo de la cama”, contó.

NARIZÓN Y ESCURRIDIZO

Ella seguía sin ‘pararle bola’ a estos hechos. Pero aquello cambió cuando una noche, aproximadamente a las 23:30, observó al duende escalando las rejas de la cuna de hijito.

“Se me había perdido mi anillo de matrimonio y lo fui a buscar. Cuando entré al cuarto, que tenía las luces apagadas, vi algo raro subiendo a la cuna... prendí la luz y era el duende, su aspecto era raro, parecía una persona enana, arrugada, tenía la nariz grande, garras y un sombrero café”, aseguró.

Ante esta terrorífica escena, Nicole se quedó congelada sin saber qué hacer.

“Me quedó mirando con sus grandes ojos. Quería moverme para coger a mi hijo, pero no pude. Luego de unos segundos, hice caer un adorno que estaba cerca a la puerta, para que escuchara mi esposo, pero con el ruido esa cosa se fue hacia debajo de la cama y desapareció”.

Esa noche no pudieron dormir. “Yo vi un duende y mi esposo no me creía, él pensó que era un ladrón, pero debajo de la cama no vimos a nada. Luego revisamos las cámaras que teníamos afuera de la casa y no vimos entrar ni salir a nadie”.

Este hecho los impulsó a buscar ayuda espiritual y le recomendaron que bautice a su bebé, para evitar que seres malignos le hagan daño. “No íbamos a poner en riesgo su vida. Al día siguiente lo bautizamos y esa misma semana nos cambiamos de casa, y hasta ahora nos ha vuelto a pasar eso. Ni un mes duramos en esa casa”.

(FUENTE: extra.ec)

¿Qué significa despertar a las 3:00 am en Halloween y Día de Muertos?

¿Por qué dicen que las 3 am es la “hora de los muertos”? Te explicamos por qué se dice que a esta hora el velo entre los vivos y los muertos es más delgado

Nuestros hábitos diarios pueden provocar que no tengamos un sueño profundo, como tomar café en la noche, cenar alimentos pesados, el uso de dispositivos electrónicos y realizar actividades físicas antes de dormir. El insomnio también suele aparecer de forma recurrente en las personas que sufren trastornos emocionales, estrés, ansiedad, pero ¿qué pasa cuando no cumples con estos puntos y aún así te despiertas constantemente de madrugada, en específico a las 3:00 o 3:33 am?

¿Qué significa despertar todos los días a las 3:00 o 3:33 am durante época de Halloween?

La hora del demonio

No te asustes, pero durante Halloween y Día de Muertos es más común que te despiertes a las 3 de la mañana debido a los rituales y ofrendas que se le hacen a los seres fallecidos; este horario también es conocido como “la hora de la muerte”. ¿Por qué se llama de esta forma? Resulta que esta hora tiene diversos significados espirituales y connotaciones paranormales debido a las películas de terror. Pero ¿qué tanta verdad hay en esta perturbadora leyenda relacionada con las 3:00 am?

De acuerdo al género de terror, despertar a esta hora indica que un suceso paranormal está sucediendo cerca de ti. La parapsicología asegura que las 3:00 am es un horario con mucha actividad demoniaca, espiritual y extrasensorial, por lo que se facilita contactar presencias y espíritus de otras dimensiones. Incluso se dice que a esta hora hay un velo mucho más delgado entre nuestra realidad y la de los muertos, por lo que a las personas fallecidas les es más sencillo ponerse en contacto con los vivos.

Además, hay otra hora en específico que aterroriza a los creyentes del mundo paranormal: las 3:33. La religión católica señala que Jesús falleció a las 3 de la tarde, por lo que algunos aficionados de la numerología han señalado que el número del diablo es el 666, y al ser el 3:33 la mitad de esta terrorífica cifra, han relacionado esta hora con la muerte de Jesucristo. “El diablo siempre busca oponerse a Dios y hace todo lo posible para burlarse de sus símbolos, pero a la vez, imitarlos”, dijo el teólogo Jesús González.

¿Y la explicación científica?

Si no crees en lo paranormal ni en otras dimensiones, entonces te decimos lo que dice la medicina tradicional china sobre despertarse a esta hora: “Si te despiertas todos los días a estas mismas horas puede que tengas problemas asociados a los pulmones, como neumonía o asma, dificultades respiratorias u obstrucciones por mucosidad, y es posible que sufras ataques de tos o estornudes con frecuencia”. Y es que los expertos señalan que nuestros órganos tienen un horario específico en el que trabajan más intensamente, por eso nuestro reloj biológico nos despierta a la misma hora frecuentemente.

(FUENTE: cosmopolitan.com.mx)

Memes esotéricos- CDIX

 


sábado, 28 de octubre de 2023

Kevin Bacon compró una casa “embrujada”. Ahora la derriba por miedo a ser poseído

Después de tantas películas de terror, hemos aprendido que vivir en una mansión encantada tal vez es una mala idea, sobre todo si eres creyente de dimensiones paranormales. Sin embargo, a pesar de todos los papeles que ha interpretado, el actor Kevin Bacon no parece tener esta misma escuela. En 2020, Bacon decidió mudarse a una casa embrujada junto a su esposa, Kyra Sedgwick, actriz de producciones de terror y otros géneros.

La parcela en la que Bacon y Sedgwick decidieron establecer su hogar tenía un pasado bastante turbio. Tanto así que el actor llegó a pensar por momentos que sería poseído por algún espíritu de la zona, según revela al pódcast Literally! With Rob Lowe. Todo comenzó después de que el propietario del inmueble se negase a vender la casa en un primer momento. Según el actor, fue allí cuando se le reveló que la casa estaba embrujada, por lo que el vendedor tenía miedo de que pudiese causar daños graves tras una posesión inesperada.

Tras varias discusiones, el hombre accedió a vender la casa. Eso sí, antes de hacerlo, dejó una condición: solo lo haría si Kevin Bacon y Kyra Sedgwick prometían demoler el lugar en menos de un mes.

El turbio pasado de la casa embrujada de Kevin Bacon y Kyra Sedgwick

Bacon estaba totalmente decidido a demoler la casa. Sin embargo, tras los primeros momentos en ella, comenta que sitió una fascinación especial por el inmueble. Desde hermosas tablas de pino antiguas, hasta barandillas de madera totalmente únicas. La tentación de quedarse con algunas de estas piezas fue bastante fuerte, pero más lo era la voluntad de Kyra Sedgwick por dejar el terror en el pasado.

Lamentablemente, el inmueble fue derribado. Tampoco se guardaron partes de la estructura. Después de todo, tanto Kevin Bacon como Kyra Sedgwick tenían miedo de acabar siendo poseídos por un espíritu maligno.

¿Pero cuál era la turbia historia detrás de la casa embrujada de Kevin Bacon? Según revela el actor tras varias investigaciones, el pasado del inmueble está ligada a la peor faceta del colonialismo. Fue en el siglo XVIII cuando un nativo americano fue asesinado en el recinto por un soldado inglés. Tras esto, cosas extrañas comenzaron a suceder, y el propietario anterior incluso llevó a varios equipos cazafantasmas para liberar la zona.

Aunque la historia tiene más de tres siglos, sus consecuencias siguen bastante vigentes en el imaginario colectivo. Sin embargo, ahora los fantasmas de esta antigua casa descansan en algún vertedero de basura. En su lugar, el nuevo y reluciente hogar de los Bacon-Sedgwick toma su antiguo puesto.

(FUENTE: hipertextual.com)

Una aparición fantasmal en el volcán



El multifacético Parapsicólogo peruano Reynaldo Silva, se ha destacado, con el transcurrir de los años, no solamente en su área profesional, sino también en la narrativa y el cuento: acá les presentamos uno de sus cuentos de miedo, los cuales serán publicados -Dios mediante-, próximamente.

Un relato de: Reynaldo Silva Salas.

La ciudad donde yo vivo, Arequipa, en el sur del Perú, se halla rodeada de montañas. Los antiguos peruanos tenían por tradición señalar a una montaña o pico de cierta importancia en una comarca como el guardián o protector de la región – denominándolos “Apus”-, y convirtiéndolo en un monte sagrado, en una divinidad. No es raro por tanto, encontrar que existen muchísimas leyendas, mitos e historias sobre cada uno de ellos. Mi ciudad cuenta con tres de ellos: dos volcanes extintos y un nevado: curiosamente, el guardián tutelar de la ciudad, el Misti, es el único que no tiene nombre incaico. Se dice que los incas lo "maldijeron" en un pasado remoto, condenándolo a no tener nombre, según dicen por que algo muy terrible pasó ahí. Desde siempre se han contado historias sobre los raros sucesos que tienen lugar en las faldas de ese volcán, y fue precisamente lo que descubrimos mis amigos y yo aquella noche....

Ocurrió en 1990. En aquellos años se realizaba en la ciudad una maratón de ascenso al volcán con motivo del aniversario de fundación de la misma. Yo ya había participado el año anterior en la misma, y animé en ese año a tres compañeros del colegio: Omar, Juan Manuel y Luis. Era nuestro último año de secundaria y ellos consideraron que podría ser una interesante experiencia; además, el hecho de que aún estábamos en el colegio hacía que, gracias a la práctica constante de deporte en esa época –y sin tabaco ni alcohol,... por lo menos, no mucho-, no teníamos pues temor de que semejante prueba nos fuese algo insuperable.

Tras inscribirnos y pasar las pruebas médicas, nos sentíamos importantes reunidos con los demás participantes, en las charlas informativas, sentados junto a maratonistas bolivianos y africanos que también habían llegado para participar; definitivamente iba a ser una gran aventura. La mañana de la partida, todos estábamos reunidos en la plaza de armas de la ciudad, portando nuestras mochilas y con un número de control en el pecho. Tras darse la partida, los cuatro comenzamos a trotar atrás del grupo; no participábamos por el premio en metálico ni por fama, sólo queríamos conocer un lugar nuevo, nuevas experiencias,… pero no puedo negar que nos sentíamos muy bien al cruzar la ciudad, mientras la gente salía y nos aplaudía, como a todos.

Cuando comenzamos la lenta ascensión al volcán, las cosas realmente se pusieron buenas: una cosa era trotar por el asfalto y otra muy distinta las laderas de un volcán, algo escarpadas y compuestas de una mezcla de tierra suelta y ceniza vieja. El sol realmente abrazaba y la desazón cundió en nuestro pequeño grupo al ver que tardábamos demasiado en ascender la primera loma,… mientras que una radio anunciaba por medio de altavoces, que ya había llegado el primer maratonista a la cima.

Convencidos de que no habría ya una emotiva competencia (por lo menos para nosotros), decidimos tomarlo más bien como una excursión al campo, y sin importarnos ya que los demás competidores nos rebasasen. Cada uno de los integrantes de mi grupo tomaba las cosas a su manera. Luis, el más fornido y deportista de todos, era casi una máquina y ni siquiera movía un músculo del rostro cuando asaltábamos una elevación difícil. Juan Manuel, algo soñador, lo veía todo como una aventura y francamente lo disfrutaba. Yo, por mi parte esperaba no ser derrotado por el volcán (el año anterior no había podido llegar a la cima), y trataba de esforzarme. Omar, el eterno negativo del grupo, al poco rato ya refunfuñaba por el sol aplastante y el polvo. A casi una hora de avanzar por las faldas del volcán, se hizo el silencio: la ciudad quedaba atrás y no se sentía ni el vuelo de una mosca en la desértica inmensidad del lugar: era un silencio inquietante que no he vuelto a sentir jamás.

De pronto, al terminar de rodear una loma, nos dimos de lleno con algo que no esperábamos: un cementerio clandestino. En muchas ciudades de mi país es común que los más pobres eviten enterrar a sus difuntos en los cementerios oficiales por los altos costos, así que, simplemente buscan un lugar algo alejado de la ciudad y los entierran ahí. Con el paso del tiempo, otros les siguen el ejemplo. No es raro también que ahí se entierren personas que murieron de formas, digamos que "oscuras". Alguna vez había visto algunos, desde el asiento de un bus, al viajar.

Este en particular era inmenso: cientos, quizás miles de cruces sembraban el suelo en total desorden. No había nadie ahí y mi grupo de amigos y yo comenzamos a cruzarlo con el cauteloso silencio y respeto que uno tiene al ingresar en un camposanto. Definitivamente nos habíamos perdido: ¡en ningún punto de la ruta del maratón se indicaba que debíamos atravesar un cementerio!. Al comentarles eso al grupo, todos decidimos que lo mejor era ir hacia el otro extremo del cementerio, ya que remataba en una colina bastante alta y desde ahí podíamos tratar de avistar a los otros competidores.

Mientras lo cruzábamos, no dejábamos de sentir una rara sensación de ser observados. Prácticamente todos comenzamos a mirar esas cruces que mostraban con caligrafía de primaria, los nombres, fecha de nacimiento y defunción. En algunos casos tenían al centro de la cruz las fotos de los difuntos, que parecía que nos seguían con sus miradas vacías. Realmente nos sentíamos unos intrusos en aquel lugar. El viento comenzaba a soplar, agitando las coronas de flores de papel, llenado de pronto el lugar de mil y un sonidos extraños.

Al final de nuestro grupo, Omar se había quedado leyendo la inscripción de una cruz muy grande, de color negro: la miraba mientras mascullaba algo. El había estado particularmente molesto desde hacía buen rato: el calor, el polvo que levantaba el viento, todo en su conjunto, le estaban haciendo pensar que debía desquitarse del trance de alguna forma. Sin razón alguna, levantó el pie y soltando un insulto, echó al piso la cruz de una patada. "¡Que haces loco!" -, le resondré. "¡Bah! -respondió encogiéndose de hombros-,"ya están muertos, ¿a quién le importa?,…".Todos los demás se aunaron a reprochar su proceder. Sin hacernos caso, Omar comenzó a caminar hacia la colina. Juan Manuel se apresuró rápidamente a volver a colocar la cruz en su sitio.

Tras ese incidente, no tardamos mucho en llegar a la cima de la colina: pudimos observar a los demás competidores y corrimos a retomar la ruta. A partir de ese momento, todo el resto del trayecto transcurrió en medio de bromas, risas y fotos para el recuerdo. Nos olvidamos de lo que hizo Omar; en realidad éramos grandes amigos y no podíamos estar molestos mucho tiempo.

Al caer la tarde, tratamos de apresurarnos para llegar al campamento base, ubicado a la mitad del volcán, para pernoctar y luego subir a la cima, para ver el amanecer desde ahí,... pero el ascenso era difícil y la noche nos agarró casi 400 metros más abajo. De nuevo solos, nos aprestamos a pasar la noche: nos abrigamos con todo lo que llevamos, comimos algo y, como no habíamos llevado una carpa, comenzamos a excavar un poco en la tierra para colocar ahí nuestras frazadas para dormir hombro con hombro y darnos calor: un viejo truco para pasar las frigidísimas noches en los andes. Rápidamente la temperatura bajó a cero grados. Como no había ahí nada que quemar, nos contentamos pasándonos una botella con un poco de pisco que habíamos llevado. Habíamos escogido para pernoctar un andén abandonado al lado del camino de ascenso al campamento, donde había un horno de carbón natural, también abandonado. Frente a él descansaba un inmenso peñón al lado del camino.

El frío nos obligó muy pronto a acostarnos lado a lado; la vista era excelente: veíamos así acostados el camino por donde habíamos venido, y muchos kilómetros más allá, las luces de la ciudad. Alzando la vista, podíamos ver la preciosa noche estrellada y la lluvia de estrellas fugaces de agosto. Pasaba la medianoche cuando, conversando de trivialidades, "algo" que se hallaba detrás de nuestras cabezas,… y que hizo llegar a todos nosotros una ventisca helada, mucho más helada, si es que podía sentirse aún, en aquel lugar: sorprendiéndonos, un tipo cruzó por en medio de nosotros, que permanecíamos acostados en el suelo.

Nos quedamos helados: era un hombre, de mediana edad, vestido con pantalón ligero, camisa blanca de manga corta y unos zapatos bastante pasados de moda. Nadie dijo nada, ¡en verdad nadie supo como reaccionar!, mientras el sujeto ese caminaba por el andén para terminar sentándose en una roca frente a nosotros, y observándonos muy fijamente. Casi instintivamente, todos comenzamos a mirarlo, a la vez que sacábamos nuestros cuchillos de monte, y que todos habíamos llevado. Un fuerte destello que salió de donde estábamos (el cual explicaré luego), lo iluminó por completo. Ahí lo pudimos ver con detenimiento: tendría unos 30 años, y por el pelo largo con patillas, y zapatos con un enorme taco, se diría que vestía a moda de los sesentas. Lo que nunca olvidaré era su mirada fija y dura. Estaba molesto y parecía que nos odiaba. No sabíamos que hacer.

Omar, que era algo más resuelto finalmente le habló: "¿quién eres?,…” -preguntó primero sin recibir respuesta-, "¿este andén es tuyo?". Nada: el sujeto ese sólo nos miraba. Sentado y sosteniendo su cabeza con ambas manos. Finalmente, y sin explicarnos por qué, Omar le pidió que nos permita quedarnos ahí y le pidió disculpas. Tras unos minutos que parecieron eternos, se incorporó y afirmando con la cabeza, como un matón de barrio, que así te hace saber que espera volverte a ver, comenzó a caminar hacia atrás del peñasco.

Preocupados de que fuese un delincuente y que tuviese compañía, Omar, Luis y yo corrimos tras él, mostrando los cuchillos. Apenas llegamos al peñón, nos dimos cuenta que el sujeto simplemente se evaporó.

"¡Trae las linternas!"- le gritó Omar a Juan Manuel, que se había quedado atrás petrificado de miedo. No tardamos casi nada en desgarrar la oscuridad de la noche con la luz de las linternas: no había nadie ahí. El camino que habíamos recorrido estaba ahí desierto,… ¡habíamos tardado casi media hora en subirlo y era imposible que alguien lo bajase en el escaso minuto que el desconocido había tardado!!!.

Salvo el peñón, no había dónde ocultarse: Todo el lugar era monte pelado. Regresamos adonde dormíamos a insistencia de Juan Manuel, que estaba sumamente nervioso. Las preguntas comenzaron a aparecer: ¿quién era?, ¿qué quiere?, ¿en mangas de camisa con este frío de -5 grados?, ¿de dónde viene si la ciudad está a kilómetros?, ¿un loco? un ladrón?,... no teníamos respuesta alguna.

Al regresar adonde estaban nuestras frazadas, Omar me llevó a un lado mientras Juan Manuel trataba aún de encontrar al desconocido con la lámpara. "Mira" -me dijo. ¡Se me heló el espinazo: el tipo había pasado por en medio de Omar y de mi,... pero las frazadas no tenían ninguna huella encima,... era como,... si el tipo hubiese levitado encima,... o que no tuviese pies,...!!!! Aquella noche decidimos hacer guardia por turnos: en realidad nadie casi durmió. Juan Manuel fue el primero y yo lo veía de rato en rato, mirando nerviosamente a la oscuridad, aferrando su cuchillo, sobresaltándose cada vez que el viento ululaba. Fue una noche muy difícil.

Al día siguiente, despertamos muy tarde. No ascendimos al campamento base. En verdad, todos nos queríamos ir de ahí ya. Casi no hablamos del asunto en el trayecto de regreso; nadie sugirió siquiera seguir la ruta del cementerio. A media mañana, casi llegando a la ciudad, Juan Manuel se detuvo a tomar una última foto del volcán, y que se erguía majestuoso aquella mañana soleada. Ahí nos lo contó:

"…¿Saben?, casi me olvido: le tomé una foto a ese tipo anoche". Todos estallamos en júbilo. Hasta ese momento, todos pensábamos que habíamos tenido visiones. Si había una foto, teníamos una prueba de que diablos había pasado. Comenzamos a caminar alegres, hasta alguien se atrevió a decir que, si se trataba de un fantasma, podríamos ganar buen dinero vendiendo la foto a una revista extranjera. Días después pudimos ver el rollo revelado: la foto esperada no existía. Lo natural es que en una noche tan oscura, saliese una imagen también oscura, pero no,... la foto salió totalmente blanca, como si en vez de haber tomado un peñasco, hubiese Juan Manuel apuntado la cámara contra una hoja de papel. Para los entendidos, no tiene ningún sentido. Otras fotos que nos habíamos tomado en el mismo lugar unas horas antes, estaban oscuras, pero nosotros sí salíamos muy nítidos.

Ahora que todos tenemos ya casi 50 años de edad, no es raro que recordemos acerca de lo sucedido, cada vez que nos reunimos. Aún somos muy buenos amigos. Con Omar hablo de vez en cuando de aquella noche; él cuenta la anécdota cada vez que puede, y su rostro se vuelve sombrío cuando le preguntan acerca de que cree él que ocurrió: ".....en verdad, no lo sé..."-, responde gravemente. Un día le pregunté yo, si no creía que pasó aquello por que él pateó esa cruz en el cementerio. Omar se sorprende y dice que no recuerda haber pateado ninguna cruz,... pero yo sé que miente.

Fantasmas en el Centro de Barranquilla: la mujer que canta en el balcón del callejón

“Las casas cuando quedan solas, los espíritus se apoderan de ella… y como esta casa, en este antiguo callejón, tiene años de estar vacía, pues los espíritus han llegado y son los que la habitan…” 

Si me sigues en Instagram, de pronto te topaste con algunas de mis historias transmitiendo desde una oscura, solitaria y muy vieja calle o callejón en el Centro de Barranquilla… y ¡pues sí! Ese era yo, la noche de un Viernes Santo, buscando historias y explorando en plena investigación de campo, lo que yo llamo “El Deep Trocen”.“Deep” de profundo… y pues “Trocen” de esa manía (de los barranquilleros) de decir palabras al revés.

De manera muy personal, siempre he pensado que la configuración del Centro Histórico es una desde el Paseo Bolívar (calle 34), y otra muy diferente de esta antigua calle ancha hasta el Mercado (la calle 30). Es como el centro del centro, ¡una zona súper histórica! Calles angostas, casi laberínticas, curvas, balcones deteriorados, muchas construcciones viejas, una que otra placa rememorando un hito, es como si fuera otro lugar en el corazón de la ciudad. 

Tenía que caminarlo, olerlo, escucharlo y la decisión más sabia fue pasar una noche en un viejo hotel de la zona que me permitiera caminar sus calles al caer la oscuridad para preguntarle a cualquier alma desvelada (casi todos vigilantes) sobre la presencia de  apariciones en un lugar que tiene todas las características para que salgan fantasmas. Que fuera una noche de Viernes Santo sí fue pura coincidencia… creo que eso aumentó el morbo y la atmósfera de misterio en la zona, una tarde nublada, triste y misteriosa como todo Viernes Santo que se respete. 

Antiguamente en Barranquilla lo que hoy conocemos como una carrera, era llamado “callejón”, una larga y estrecha conexión urbana de andenes angostos que aunque ya no podemos verlos tanto en nuestra ciudad, pero existen aún en los Centros de Santa Marta o Cartagena. Para mediados del siglo XX se inició un proyecto de apertura de esos viejos callejones cuando se demolieron todas sus aceras izquierdas para ampliar la conexión del Centro con esa nueva Barranquilla que se levantaba más alejada de los caños.

El callejón “Cuartel”, que debe su nombre al viejo cuartel militar que funcionó desde 1879 en toda la calle ancha, se convirtió en la carrera 44; el angosto “Callejón de La California” –nombre que se le dio por una loma ubicada donde hoy está el Sena– se convirtió en la “Avenida 20 de Julio” o carrera 43. De esta manera se fue transformando la configuración urbanística de un Centro que por medio del asfalto y nuevas construcciones quería dejar atrás el pasado arenoso de sus estrechas y polvorientas calles. 

Mi fascinación por lo que llamo el “Deep Trocen” se debe a que todavía esta parte del Centro se mantiene casi congelada en el tiempo, deteriorada y poco modificada. Si tienes suerte, tu mente te puede traicionar viendo a los antiguos pobladores caminar por sus viejas calles, una Barranquilla muy alejada a la actual: “moderna y ‘encementada’”. 

Parte de mi ejercicio investigativo era caminar el famoso “Callejón de la Policarpa” (carrera 42C) mejor conocido como “Callejón del Meao”, que hoy podemos transitar mucho mejor debido a la recuperación de su espacio público –el verdadero fantasma del Centro es la invasión de sus calles. 

Entrada la noche en la ventana de mi habitación y luego de pasar la tarde en la Plaza viendo la procesión del Santo Sepulcro de la Iglesia San Nicolás, pude ver a un sujeto que no se movía de su sitio, aparentemente era el vigilante de la zona y custodiaba el ingreso al callejón de manera muy atenta acompañando por varios gatos.

Decidí bajar y hablar con el personaje, al cual abordé no con mi famosa pregunta, sino expresándole que estaba buscando “leyendas nocturnas” en el Centro. Su acento delató que era paisa y con su look bastante pintoresco, me respondió: 

“Este callejón no solo lo vigilo yo, también lo vigila el espíritu de una mujer. Ahora a esta calle le dicen también el ‘Callejón de los Burros’ porque aquí vienen a fumar hierba. 

Pilla allá donde está el segundo poste –prosiguió el hombre–, en esa casona de dos pisos dicen que sale una señora y se asoma en el balcón. Todo esto aquí es puro patrimonio histórico, usted no se imagina todo el tiempo que esto lleva abandonado. Yo una vez, casi a la medianoche, iba caminando y vigilando y vi el visaje como de una persona asomada que luego se entró, pero lo extraño es que eso tiene uhh… mucho tiempo abandonado, en ese segundo piso no hay nadie. ¡Ahí no vive nadie!”. 

¡Lo que escuchaban mis oídos era maravilloso! Me gusta cuando los inmuebles históricos se conectan con apariciones o actividad paranormal y la casa de la cual hablaba mi nuevo amigo paisa/vigilante, es una de las tres del sector que tengo en mi mente gracias a unos datos suministrados en una caminata junto a la Secretaría de Cultura y Patrimonio de la ciudad ya hace algún tiempo. 

Se dice que en Barranquilla no fue un asentamiento colonial, por tal razón, afirmar que existen casas coloniales es un error. Se recuerda un gran incendio en la ciudad en el siglo XIX que consumió gran parte de las estructuras de madera con vestigios de la colonia, pero al día de hoy en el Centro Histórico podemos encontrar tres casas con este tipo de arquitectura: 

Una de ellas queda en ese mismo callejón, pero más abajo, en esquina con la calle 30: la propia casa con balcones de madera, muy parecida, a menor escala, a cualquiera en el centro de Cartagena. Otro inmueble de este estilo está a un costado de la Plaza de San Nicolás, el famoso edificio Lacorazza, una casa de dos pisos, de balcones y tejas que luego de un voraz incendio, y tras su restauración, es hoy una papelería del sector… y la tercera, adivinen ¿cuál? ¡Sí! La protagonista de esta historia y en la que en su balcón aparece el fantasma de una mujer asustando a todo aquel que se atreva a caminar por el callejón a altas horas de la noche, ¡o sea, a nadie! Jajaja.  

El vigilante me recomendó hablar con el Sr. José, propietario de lo que parece un punto frío en el primer piso de esa casa que comparte locales con dos negocios más. Siendo casi las 10:30 p.m. y al ver la luz prendida y la puerta abierta del cual brotaba el sonido de un vallenato suave, llegué para preguntarle al señor sin tanto adorno: “Llave, ¿aquí salen fantasmas?” A lo que este hombre mayor, sin camisa, y entre unas viejas rejas de hierro, me contestó: 

“Vea, amigo… las casas cuando quedan solas, los espíritus se apoderan de ellas… y como esta casa tiene años de estar vacía, pues los espíritus han llegado y son los que la habitan. Yo vivo junto a mi mujer aquí en el primer piso, también tengo aquí en la mitad de la casa un parqueadero de motos, pero cuando subo al segundo piso a veces para hacer limpieza, siento la presencia de alguien más.

Aquí al frente la vecina la vio y la escuchó. Ya esa señora se mudó, pero ella me contó que una medianoche escuchó a una mujer cantando. Una voz tan concentrada en la melodía que ejecutaba, que los oídos de la vecina se fijaron no solo en ver a una señora en la terraza de una casa al frente que estaba deshabitada, sino en su voz. Ella cuenta que por un momento estaba como embobada, pero luego reaccionó y del susto se encerró a dormir.

Hasta la propia dueña de esta casa dice que ha visto sombras. Una vez que la visitó me dijo que yo qué creía, que si me había pasado algo aquí, porque ese día acababa de ver lo que parecía una sombra femenina detrás de ella. Esta casa es muy vieja y tiene mucho rato de estar sola… si quiere venga y subimos y la conocemos”, me dijo el Sr. José.

¡Din! ¡Din! ¡Din! ¡Palabras mágicas! En serio no sabía que tenía tantas ganas de conocer las entrañas de la casa y más después de escuchar su historia en la mitad de la noche… ¡Es que realmente esa casa puede ser una de las más viejas de Barranquilla!

Aunque el inmueble fue construido en el siglo XIX, al cierre de esta publicación no conocía la fecha exacta de su construcción ni su primer propietario, sin embargo, como era usual en la época y la zona, gran parte de las casas en estos callejones eran locales de familias que en su primer piso tenían el comercio y en el segundo, su residencia. Muchas eran “Pulperías”, espacios destinados a venta de productos variados, que iban desde vestimenta y medicinas, hasta licores y herramientas. Estas casas también se convertían en espacios de encuentro y entretenimiento, es posible que la casa haya tenido este uso en su primer piso. 

Recorrer la casa fue maravilloso, pero también tenebroso, no solo por el fantasma de la mujer que nos podía salir, sino por el estado del lugar. Una casa vieja con unas escaleras y piso viejo que parecía que en cualquier momento podía venirse abajo. El Sr. José se movía a sus anchas por los pasillos de la terraza del segundo piso, mostrándome cada cuarto y detalle de la casa, contándome cómo los goleros hacen cría en los desocupados espacios del lugar y que el batir de sus alas a veces lo asustan.

Noté cierta motivación en la cara de mi anfitrión al quererme mostrar un lugar en especial de la casa. Me llevó al último cuarto, a lo más profundo del inmueble, donde me compartió su teoría de la aparición y lo que para él puede ser la razón del fantasma de la mujer. En ese cuarto en medio del “ladrillo acostado” de su piso –primera vez en mi vida que lo veía en una casa en Barranquilla– me mostró una especie de cubo, un levante de mampostería anexado a una de las paredes que rompe la tradicional área de una alcoba. Parece un altillo, un nicho. Su teoría es la siguiente: 

“Se cuenta que antes a la gente se le enterraba en sus casas, yo creo que ahí están los restos humanos de alguien. O puede ser también un altar donde estaba la imagen de un santo de la devoción del dueño de la casa… o puede haber una ‘guaca’, joyas ahí escondidas. Pero lo que se aparece en esta casa yo creo que viene de ahí. Yo nunca he sido capaz de meterle ‘mona’ a eso, me da miedo con lo que me pueda encontrar”, me dijo el hombre. 

Para nada sería extraño que esa casa del Centro tenga un “entierro”. Por lo antigua de la zona, es una teoría válida. Recuerdo un caso que conocí en mi infancia en el colegio San José, un compañero que estaba en mi misma ruta de bus cuando cursaba cuarto grado, vivía en una vieja casa en el Centro y nos decía que su familia veía en las noches una llamita en un rincón de la casa, donde encontraron un cofre. He tratado de contactarlo por redes sociales para ahondar en la actualidad el suceso, pero nunca lo encontré y ni más volví a tener contacto con ese chico apellido Alzate.

Una bola de luz o de candela, una llama al mejor estilo de fuegos fatuos, un espíritu que se manifiesta, pueden ser los detonantes para que la casa nos avise de algo que hay en ella, en lo profundo de su piso u oculto en medio de sus paredes. Monedas de oro, viejos documentos, utensilios de épocas pasadas o huesos que vibran noche de noche para ser encontrados y liberarlos del olvido. 

Hoy la casa con influencias de la arquitectura colonial está en venta. El espíritu de la mujer seguirá apareciendo, seguirá cantando, pero no todos la verán y mucho menos si la zona sigue casi “escondida”, inmersa en esa apatía que le tenemos al Centro, que en medio de su fuerte olor a “meao” aleja las buenas energías de la restauración, ¡pero atrae las malas! Las de la desidia y el deterioro como una maldición que no deja ver la luz al final del túnel. De pronto el canto de ese espíritu tiene como finalidad enamorar los oídos de aquellos que con la vista no han logrado cautivarse con la belleza oculta de nuestro Centro Histórico. 

(FUENTE: contextomedia.com)

Aramu Muru: el misterio detrás de la construcción preínca y el portal interdimensional que fascina a los visitantes

Los incas son reconocidos por su destacada destreza en los ámbitos de la ingeniería y la construcción. Asimismo, empleaban técnicas avanzadas en la edificación, algunas de las cuales, incluso en la actualidad, resultan difíciles de replicar. Además, realizaron estructuras de notable complejidad que perduran a lo largo de los siglos, siendo un claro ejemplo de ello Machu Picchu, una impresionante obra que desafía con éxito el paso del tiempo.

Las culturas preíncas también destacaron en los ámbitos de la construcción. En Ilave, la capital de la provincia de El Collao en Puno, a orillas del lago Titicaca, se alza una monumental pared de piedra arenisca. En su centro, destaca una puerta esculpida con ocho ángulos, flanqueada por dos elevaciones que evocan columnas invertidas. Los historiadores sostienen que esta construcción es un testimonio del ingenio arquitectónico de las culturas preíncas, situada en un lugar que nos transporta al pasado, hacia un legado enigmático perdido en las alturas.

¿Cuándo fue descubierto Aramu Muru?

Según el portal ‘The Atlas on One Map’, durante una expedición en la zona de Puno, el montañista José Luis Delgado Mamani hizo un sorprendente hallazgo a principios de la década de 1990. En medio de la naturaleza, se topó con una enorme pared de roca que, de manera extraordinaria, había sido cuidadosamente alisada hasta adquirir una superficie perfectamente plana. No solo eso, sino que esta superficie estaba adornada con un pequeño nicho, un detalle que dejó perplejo al explorador.

La piedra plana que encontró mide aproximadamente 23 pies cuadrados (más de dos metros), y en ella se destaca una alcoba en forma de T, que se eleva unos 6 pies y 6 pulgadas sobre la superficie. El propósito de este espacio es un enigma, pero la explicación más plausible sugiere que se trata de un proyecto de construcción inca que nunca se completó. Los lugareños se refieren a esta intrigante estructura como la “Puerta de Hayu Marca” o la “Puerta de los Dioses”.

Las leyendas locales cuentan historias de personas que desaparecen misteriosamente por esta puerta y de visiones extrañas, como la aparición de “hombres altos acompañados de bolas brillantes de luces caminando por la puerta”.

¿Cuál es la leyenda detrás de Aramu Muru?

En el siglo XVI, durante la llegada de los conquistadores españoles al Tahuantinsuyo, una misteriosa leyenda toma forma. Según cuentan, un sacerdote inca llamado Aramu Muru, en compañía de una sacerdotisa, huyó de los invasores y llegó hasta un enigmático portal, cargando consigo el valioso “disco solar”, un tesoro de incalculable valor para los incas.

La narración relata que estos sacerdotes utilizaron el disco como si fuera una especie de llave interdimensional, que les permitió atravesar el imponente muro de piedra y desaparecer de este mundo, dejando atrás un misterio que perdura hasta nuestros tiempos.

En la actualidad, quienes visitan este lugar a menudo se sumergen en un ritual singular. Una persona se arrodilla ante el misterioso portal, con las manos extendidas, mientras otros dos individuos se ubican de pie dentro de las columnas invertidas que lo rodean.

Se dice que este ritual permite a la persona en el portal concentrar energía de las columnas. Los visitantes afirman sentir una fuerza especial, una vibración que escapa a lo común. Como parte de la ceremonia, es común dejar ofrendas a los pies de las columnas, como agua, dulces, vino e incluso hojas de coca, alimentando así la enigmática tradición.

¿Cómo llegar a Aramu Muru?

Para llegar a este atractivo turístico, se emprende una caminata de aproximadamente 30 minutos a través de un bosque. Este lugar, por sí solo, es digno de admiración debido a sus formaciones rocosas de gran tamaño, de aspecto peculiar y único. Además, ofrece a los visitantes un impresionante paisaje natural que se extiende ante sus ojos, con una abundante flora y fauna que lo hacen aún más atractivo. Para los amantes de la aventura, es un lugar ideal para la práctica del trekking, sumándole emoción a la experiencia.

(FUENTE: infobae.com)

¿Actividad paranormal en Risaralda?, al menos 500 indígenas permanecen encerrados por miedo al espíritu de una niña


El personero de Puerto Rico, Risaralda, Danilo Mejía, hablo sobre la situación preocupante que se presenta en el resguardo Bichubara cerca al casco urbano del municipio, donde 500 indígenas se encuentran confinados por la muerte de una niña de 12 años.

De acuerdo con las autoridades y líderes indígenas la niña se quito la vida hace una semana, generando pánico en la comunidad, puesto que dicen estar viviendo actividades paranormales, situación que tiene a estos cientos de personas al borde de una emergencia alimentaria debido al confinamiento.

El cuerpo de la menor de 12 años fue encontrado hace diez días en el mismo resguardo, de acuerdo con la información suministrada, los restos de la menor están en el cementerio ubicado en la zona. Los líderes indígenas aseguran ver a la niña pese a hacer varias oraciones para dar fin a este capitulo de ‘’terror’'.

Rosendo Queragama líder de la comunidad Bichubara manifestó que luego del fallecimiento de la niña no han podido descansar, según el líder el espíritu de la niña se aparece en las casas y fincas razón por la cual la comunidad tomo la decisión de confinarse en un salón.

“Están vigilando todos los guardias, hasta guardia indígena del Chocó, que son familiares de nosotros, han venido a cuidar a la comunidad, en 28 años que esta comunidad lleva acá, nunca cuando una persona se muere se aparece así, cuando encontramos a la niña estaba negra, con los ojos blancos y el pelo apachurrado”, manifestó el líder indígena

El personero del municipio de Pueblo Rico, dijo que la comunidad no ha salido recoger alimentos de sus cosechas por el miedo a la niña fallecida y agregó que están pidiendo la intervención de las autoridades, incluso dijo que solicitaron alimentos en el lugar donde se encuentran.

“En su forma de ver la vida aseguran que la niña se está apareciendo y tienen un temor, por eso se resguardan en una caseta, la comunidad en total tiene unas 520 personas, una gran cantidad están amaneciendo en esa caseta, dicen que por el mismo miedo no salen a recolectar los alimentos, hicimos gestiones con la Gobernación y la Alcaldía para que se suministre alguna clase de alimentos”, manifestó el personero.

Del mismo modo, señaló que el problema se debe a que no existe un contexto jurídico que justifique un gasto para esa situación.

Marcela Reyes vivió tremendo susto en su casa que aún no tiene explicación ¿Otro ‘‘espíritu’’?

Marcela Reyes es una de las mujeres de la farándula nacional que más da de qué hablar en las redes sociales, ya sea por sus magníficos toques de guaracha en los performance que hace, por las cirugías a las que le toca someterse por cuenta de los biopolímeros o por algunas situaciones extraordinarias que vive y que quedan registradas gracias a las cámaras de seguridad que tiene instaladas al interior de su hogar.

Esta vez, en dichos videos quedó plasmado un momento tan increíble como inexplicable que Marcela vivió en su propio cuarto, mientras estaba tranquila descansando en su cama acostada boca abajo, pues debido a la recuperación que adelanta de su última intervención quirúrgica no puede acostarse boca arriba ni sentarse sobre sus glúteos.

Mientras Reyes estaba tranquila en su cama, sintió que algo se movía a su alrededor y cuando se percató de lo que sucedía, vio una de sus lámparas balanceándose sin ningún tipo de acción mecánica que la haya impulsado, lo que de inmediato elevó los nervios de la paisa y lo primero que se le vino a la mente fue pensar en un temblor de tierra.

Marcela empezó a llamar a gritos a las personas que la acompañan de forma permanente mientras se termina de recuperar de su cirugía y con las limitaciones físicas que aún tiene, la DJ salió “corriendo” de su habitación, sin darse cuenta que no había ningún tipo de terremoto y solo se trató de un objeto balanceándose sin explicación.

Luego del susto, la también empresaria recurrió a sus historias de Instagram para contarle a sus más de tres millones de seguidores lo que había sucedido y atinó a mencionar varias teorías que no terminaban de convencer a la paisa, sobre la posible causa del movimiento de la lámpara que Reyes tiene en uno de los costados de su cama. Cabe resaltar que son dos de estos objetos los que se encuentran en dicho cuarto y solo se movió uno.

(FUENTE: semana.com)

¿Por qué los católicos no celebran Halloween?

A pesar de que una gran cantidad de las fiestas que hay en el calendario están relacionadas con las festividades religiosas que, a su vez, se originaron en celebraciones paganas anteriores a la propagación del cristianismo, existen algunas fechas que la Iglesia Católica rechaza por ser “contrarias” a la fe. Tal es el caso del Halloween.

Las fiestas de otoño, como el equinoccio, los días de Acción de Gracias y el mismo Día de Brujas, tienen su origen en la celebración que se hacía en torno a la cosecha de esta época, fruto del trabajo de todo el año que anticipaba el descanso que vendría en invierno. Sin embargo, la influencia religiosa fue cambiando el significado de las festividades y sustituyéndolas por rituales católicos o cristianos, como el Día de Todos los Santos o de los Fieles Difuntos.

Para los celtas, esta fiesta marcaba la entrada de la “oscuridad”, al terminar la mitad más luminosa del año y experimentar noches más largas durante los siguientes meses. Fue la cultura anglosajona y las producciones de Hollywood quienes agregaron un toque de terror a la fecha, por ello, los católicos se resisten a celebrar Halloween, conocido también como el Día de Brujas porque, “tiene un trasfondo de ocultismo y anticristianismo”.

Según los católicos, Halloween proviene de All hallow’s eve o bien All Hallows Evening, que significa “víspera de todos los santos”, que apareció por vez primera en 1556, pero aseguran que se ha desvirtuado al pasar de los siglos.

La fe católica busca, entonces, que se siga celebrando el día marcado en el calendario litúrgico como sucede desde el siglo octavo, que nada tiene que ver con los elementos alusivos a las brujas, fantasmas o monstruos de Halloween que, los más aventurados, tildan de “satánicos” o “demoniacos”.

Origen del Halloween

Lo cierto es que esta festividad se remonta a la cultura celta, muy anterior al cristianismo, que, conforme al calendario lunar, celebraba el Samaín o Samhain, que marcaba el fin de su año.

Los celtas creían que en estas fechas, aunque los muertos deambulaban, su magia era más poderosa y podían expulsarlos con hogueras y nabos. Los niños, por su parte, recogían de cada casa “ofrendas” que los pobladores ofrecían para que los druidas pidieran a los dioses protección ante la oscuridad. En este ritual se ofrecían sacrificios de todo tipo, desde humanos hasta en especie.

Cuando los romanos sometieron a los celtas, encontraron excesiva la celebración e intentaron prohibirla. Además, impusieron el calendario romano para determinar las festividades del año que no depende de los ciclos de la luna, por lo que la víspera de todos los santos es fija y ya no depende de la luna llena.

La fiesta fue modificándose hasta que, en siglo VIII, el papa Gregorio III movió la celebración del Día de todos los Santos del 13 de mayo al 1 de noviembre, conmemorando a todos los apóstoles, mártires, confesores, y todos los santos o justos de la Iglesia.

Sin embargo, no trascendió a la diócesis de Roma hasta que, en el año 835, el papa Gregorio IV pidió al rey-emperador Luis el Piadoso, hijo de Carlomagno, que marcara la fiesta en el día 1 de noviembre para todo el Imperio Sacro.

(FUENTE: independentespanol.com)

Memes esotéricos- CDVIII

 


martes, 24 de octubre de 2023

Los disfraces más creativos para celebrar la noche de Halloween 2023, según IA

Halloween es una de las festividades más importantes del año, también conocida como ‘Noche de Brujas’, se celebra el 31 de octubre en varios países alrededor del mundo. Aunque su origen se remonta a las tradiciones celtas y romanas, a lo largo de los años, Halloween adoptó elementos de diversas culturas. Por ejemplo, los colonos europeos contribuyeron a la tradición del “trick-or-treat”, donde los niños se disfrazan y van de puerta en puerta pidiendo dulces.

Sin embargo, la forma en la que se celebra puede cambiar dependiendo de la región en la que se encuentre; pero una de las características que más se destaca en esta importante fecha, es la elección de disfraces creativos, donde las personas de todas las edades se visten como personajes ficticios, celebridades, monstruos o cualquier otra cosa que esté alineada con sus gustos y preferencias.

Disfraces que no pueden faltar en Halloween 2023

Esta es la ocasión perfecta para que las personas pongan a volar su imaginación y exploren su creatividad al máximo. En una noche, los usuarios se transforman en su personaje favorito, bien sea con un disfraz comprado o diseñado con sus propias manos.

Aunque la elección de un buen disfraz depende de los gustos y preferencias de los individuos, hay una lista de ideas que ChatGPT ofreció que no pueden faltar en la ‘Noche de Brujas’, pues son ideales para destacar en la fiesta o en cualquier lugar en el que se vaya a celebrar.

Vampiro

Los vampiros son personajes clásicos de Halloween. Puede optar por un look gótico y elegante con un esmoquin o un vestido victoriano, o bien elegir un estilo más moderno inspirado en la saga “Crepúsculo”. Agregue colmillos, maquillaje pálido y unas gotas de sangre artificial para un toque auténtico.

Zombi

El disfraz de zombi es una elección popular para Halloween. Desgarrados, ensangrentados y con un maquillaje que simule la piel en descomposición, puede lograr un aspecto aterrador. Agregue efectos especiales con látex y lentes de contacto espeluznantes.

Bruja

Un disfraz de bruja o mago ofrece un amplio espacio para la creatividad. Puede elegir entre una apariencia clásica con una túnica y un sombrero puntiagudo, o darle un giro moderno con vestimenta de aspecto más oscuro y misterioso. No olvide el caldero y la varita mágica.

Rick y Morty

Los fanáticos de la serie animada “Rick y Morty” pueden optar por disfrazarse como Rick y Morty. Rick lleva una bata y una botella de alcohol, mientras que Morty tiene su característica camiseta amarilla y pantalones azules.

El Joker

Si prefiere un enfoque más villano, considere el disfraz del Joker. Puede elegir entre las distintas encarnaciones del Joker, como la interpretación de Heath Ledger en “El Caballero de la Noche” o la de Joaquin Phoenix en “Joker”.

Piratas del Caribe

Si busca aventuras piratas, considere disfrazarte como Jack Sparrow de “Piratas del Caribe”. Un sombrero de pirata, una camisa desgarrada y una botella de ron falso son elementos clave para este disfraz.

Harry Potter y Hermione Granger

Viva la magia de Hogwarts al convertirte en Harry Potter o Hermione Granger. Estos disfraces incluyen las clásicas túnicas de la casa de Gryffindor, las gafas redondas y la cicatriz de Harry, o el cabello alborotado y el libro de hechizos de Hermione.

En última instancia, la elección de un buen disfraz para Halloween es una cuestión de preferencia personal y creatividad. Lo importante para este tipo de celebraciones, es que la persona se vista como se sienta cómoda para disfrutar de la noche.

(FUENTE: semana.com)

Los fantasmas del casino



El multifacético Parapsicólogo peruano Reynaldo Silva, se ha destacado, con el transcurrir de los años, no solamente en su área profesional, sino también en la narrativa y el cuento: acá les presentamos uno de sus cuentos de miedo, los cuales serán publicados -Dios mediante-, próximamente.


- Un relato de: Reynaldo Silva Salas.

Desde que se legalizaron los casinos en mi país, han proliferado en todas las grandes ciudades, llenos de sus luces y promesas de fortuna. Pero ahí termina la similitud con el mundo de glamour que nos vende el cine, al mejor estilo de Las Vegas: en mi ciudad, como en todo el país, son lugares elegantes donde en las madrugadas vagan sombras de personas más que personas en sí: hombres y mujeres que buscan algo que no encuentran en sus vidas, jugando lo poco, mucho o nada que poseen. Espectros de vivos más que otra cosa son, y yo, por un tiempo era uno de ellos. Estos sombríos y tristes ambientes eran, al menos para mí, el último lugar en el mundo en que pensé toparme con seres del Más Allá, pero eso fue a final de cuentas, lo que precisamente sucedió,...

Era una época oscura de mi vida. Solitario y deprimido, mi trabajo y los buenos negocios que lograba día a día, no llenaban para nada mi existencia. Luego de alegrarme –incluso saltando, alzando los brazos y dándome hurras a mi mismo-, al final de un día en el que mi billetera estaba a punto de reventar de dinero, terminaba dándome cuenta que no me servía de nada, cuando al caer la noche me encontraba solo, sin alguien a mi lado con quién disfrutarlo o compartirlo. Aunque sea un afecto sincero siquiera. Solo otra vez.

Aquella noche no tenía ganas de regresar a mi casa; en realidad no tenía ganas de nada. Después de pasar gran parte de la noche en un bar bebiendo solitariamente, ingresé al casino. Me había vuelto ludópata –y no tengo vergüenza en admitir que aún lucho contra ese vicio-, y a pesar de que no llegué como otros a perder todo en el juego, me estaba ocasionando un significativo forado en mi economía.

El casino en cuestión -uno de los más importantes en esa época en la ciudad-, ocupaba, como era habitual en esos tiempos, los ambientes de un antiguo banco quebrado durante la crisis económica de los ochentas. Era el ambiente excelente para ser casino: amplio, techos altos y una caja fuerte heredada de su pasado uso; no era el primer lugar en la ciudad que, siguiendo un destino, un karma, recibía como en otros tiempos, dinero a carretadas, aunque ahora de otra forma.

Era ya de madrugada. El lugar estaba casi desierto, salvo por los eternos trasnochadores de siempre, ya totalmente absorbidos por el vicio. Algunos ricos, algunos pobres, pero todos imposibilitados ya de controlar su adicción. Apoyadas en la barra del bar, cabeceaban las camareras, jóvenes que, luciendo diminutas minifaldas, prácticamente vivían ahí, esclavizadas a su belleza, recibiendo un sueldo de hambre. Era un ambiente tremendamente triste. Era excelente para mí, por que así se sentía mi propio corazón.

Tras avanzar por en medio de las máquinas tragamonedas, tambaleándome bajo los efectos del alcohol, una atenta y despierta camarera –seguro era su primer día- , me invitó a subir al segundo piso, mientras ponía en mis manos un vaso de licor: estrenaban una mesa de ruleta electrónica esa noche. Como yo no jugaba a ese juego hacía mucho, fui a la caja a que me den una tarjeta electrónica para jugar y subí despacio las escaleras.

Arriba sólo habían cuatro personas, sentadas en la mesa de la ruleta: un fornido hombrón en mangas de camisa, gordo y siempre sonriente, un joven barbado y descuidado en su vestimenta, una señora de unos cuarenta años, elegante y bien arreglada y una señora de unos 60 años, con apariencia de una abuelita bonachona.

Había dos asientos libres, así que me senté tras dedicarles una silenciosa venia. Todos asintieron con la cabeza y comencé a jugar. Conforme avanzaba la noche, comenzaron a conversarme, haciéndome sentir parte del grupo: Don Porfirio era el nombre del hombrón, siempre sonriente a pesar de los reveses en sus jugadas. Su tez morena y sus gestos campechanos evidenciaban que era un agricultor algo adinerado, pero venido a menos. César, en cambio, el joven de peinado descuidado y barba de tres días era uno de esos tipos desesperados y sin fortuna que esperan el día en que les llegue la suerte. Susy, la mujer elegante, era la esposa de un empresario que jamás estaba en casa y que mataba las noches de soledad gastando su dinero, y esperando alguna fugaz aventura. Doña Lupita era una viuda sin hijos, que entró una vez al casino y no salió ya más.

“¿No vienes mucho por aquí, verdad?”-, me soltó Susy, sentada a mi lado, con una voz muy melosa y haciéndome notar su espectacular delantera enfundada en su ajustado suéter de casimir. “¿por qué tan solito?”. Se notaba que había puesto su mira en mí. A pesar de sus años era una mujer muy atractiva. “Por que sí….” -, fue mi respuesta. No deseaba que nadie me preguntase acerca de mi vida.

“Ten cuidado, muchachito”-, me dijo en tono de confidencia Don Porfirio, pícaramente, codéandome-, “que si Susy te agarra, ya no te suelta”. Casi de inmediato soltó una tremenda carcajada que hizo retumbar el lugar. “¡Cállate viejo viagra!” -, le soltó Susy junto con un pellizcón, ocasionando que todos se rieran también. “¿Por qué tan seriecito, corazón?” -, volvió a la carga Susy. “….Cómo no voy a estar serio, si estoy perdiendo”- le dije. Mostrando su mejor sonrisa, volvió a la carga: “si es por dinero, no te preocupes; yo te presto,…”- dijo para luego voltear y alzar la mano-, “…señorita: dos escoceses en las rocas, por favor”.

Mientras la camarera nos traía las bebidas, el resto siguió la plática. Don Porfirio llevaba la voz cantante, como siempre: “¡bah!, ¿y qué si se pierde?, yo voy perdiendo 350 y no me quejo….”. Yo ya voy 600” -, agregó César, cogiéndose la cabeza de desesperación para luego dar un puñetazo a la máquina-, “¡maldición, esta porquería está arreglada!”.

“Cuidado Cesaritos, que te van a botar,…” – intervino Doña Lupita con tranquilidad, soltando un suspiro-, “yo voy 180 perdidos, pero que más da, ¿de qué me sirven si estoy sola?...”. Aquella gente era de cuidado: me estaban desplumando pero casi ni se inmutaban de las pérdidas que tenían. Alcé la vista y me encontré con los ojos azules de Susy, tendiéndome un vaso; “¿y a quién le importa?, ¡es sólo dinero!”-, me dijo como si leyese mi pensamiento.

De repente, Doña Lupita soltó un profundo suspiro y dijo: “….si al menos viese a Patty otra vez,…”-, lo dijo como si fuese la tal Patty la persona más importante en su mundo. “…¡ya van a empezar con sus historias!”-, exclamó molesto César, apurando de golpe su cuba libre. “Por que no crees en ella, ella no se te aparece….” -, le respondió la mujer con tranquilidad. Habían picado mi curiosidad y no me pude resistir a preguntar: “¿y quién es esa Patty?”. Todos se miraron a los ojos, como preguntándose si debían revelármelo. A los pocos segundos Don Porfirio respondió con un guiño: “es un fantasma”.

“¿Un fantasma, y cómo es eso?”-, interrogué ansioso. Todos guardaron silencio y dejaron que Doña Lupita comenzara el relato. Ella lo hizo con respeto, levantando la vista, como si le hablase a alguien más: “cuando abrió este casino, entró a trabajar una chiquilla; tenía menos de 18 años así que mintió para conseguir el empleo. Era muy hermosa,…tenía una carita de ángel” - suspiró de nuevo y prosiguió –, “era taaaan buena!...”.

“Preciosa realmente” -agregó Susy-, “mucho más que yo a su edad”. Doña Lupita la interrumpió, haciendo énfasis en lo que quería resaltar. “No sólo era su físico: era su alma. Siempre aconsejaba, te daba ánimos. Escuchaba tus problemas. Todos la querían y la respetaban. Si algún viejo verde la molestaba, no intervenía la Seguridad del casino: todos los clientes nos parábamos y sacábamos al insolente. Ella estaba sola en el mundo y nosotros éramos como una gran familia y ella era como nuestra hija”.

“Era la hembra más rica que haya conocido,…” -, exclamó César, interviniendo groseramente en el relato. “!Cállate imbécil; respeta a los difuntos!!” -, le soltó de golpe Susy. César le soltó un ademán con la mano y siguió jugando. “…Una noche, Patty se despidió y salió apurada….” –retomó el relato Doña Lupita, ahora más seria y triste-, “nunca se supo adónde se iba ó con quién. Tomó un taxi cualquiera, no de los de la empresa que hace servicio a los empleados del casino”.

De pronto, la ancianita comenzó a sollozar. Todos bajaron la mirada, muy serios. “Apareció a la mañana siguiente,….la habían matado. Unos malditos la habían violado y la tiraron degollada en un descampado, como si fuese un animal,… ¡malnacidos, ojalá se mueran todos!!!...”-, culminó la pobre mujer.

“Desde entonces, se aparece acá en el casino; aparece y te ayuda cuando tienes problemas”-, sentenció Don Porfirio. “yo nunca la he visto” -, intervino Susy. “Es que tú tienes plata, cariño: sólo ayuda a quién de veras lo necesita- , agregó la anciana-, “¿sabes?, una vez hice una tontería: aposté toda mi pensión a las tragamonedas. Tenía deudas y no me quedaba más que 5 soles. Me puse a pensar en ella. No la ví, pero sentí que estaba ahí conmigo: jugué de nuevo y la máquina me dio ¡tres veces seguidas el premio máximo!”.

“Una jugada en un millón….” -, volvió hablar César. “Si, es cierto –dijo la Doña-, “y yo por ambiciosa, quise seguir jugando, ¡y la máquina se apagó de pronto por completo!; ¡algo extrañísimo, ni el personal del casino sabían por qué!; en fin, entendí que Patty me decía que coja la plata y que me vaya,…. Pasé una bonita navidad ese año,…”.

“Yo sí la ví una vez…”-, comenzó a decir Don Porfirio-, “no la conocía hasta ese momento. Tenía deudas y el banco me dio un préstamo, ¡pero en vez de irme a mi casa me metí acá y lo jugué todo,….eran como 5,000 dólares!!!; me quedé toda la noche. A la una de la madrugada, me quedaban apenas 100. ¡Pensaba en pegarme un tiro cuando llegase a la casa,… lo había perdido todo!; entonces se apareció a mis espaldas. Me ofreció un cigarro y con esa sonrisita tan linda que tenía, me dijo: “14 - 33 y 8”,… y luego se retiró. No conocía su historia, así que lo tomé como una posibilidad. ¿Y sabes qué?, ¡jugué esos números y ¡los repetí cuatro veces en la ruleta y gané 8,000!!!, ¡JAJAJA!!!. ”

“Cuando cobré y me iba a ir, le pregunté a una de las chicas: “oye, ¿cómo se llama esa chiquita de pelo negro lacio, con uniforme naranja y blanco?, ¡se ha ganado un premio!”,…pero la chica me respondió muy seria, que no había ninguna chica trabajando con esas características,….y además, el uniforme naranja con blanco lo usaban dos años atrás, no como el de ahora que es azul”- , explicó apuntándome a la muchacha que nos traía cigarrillos. “Después me contaron que era una almita”.

“Bueno, fue interesante la historia, pero ya me debo ir; me dejaron “limpio”-, les dije poniéndome de pie. “Nooo; quédate. Que yo sepa, la noche aún es joven”-, me dijo Susy. “Me gustaría, pero debo trabajar mañana”-, traté de explicarle. Al mismo tiempo, las bebidas habían hecho su efecto y necesitaba ir a los servicios higiénicos. Ví de pronto un empleado de limpieza que entraba rápidamente a un cuarto al lado de la mesa y salía igualmente de rápido-, “¿ese es el baño?”. Todos se quedaron mudos de pronto. “mejor ve al del piso de abajo”-, me sugirió Don Porfirio. “¿Pero por qué si éste está más cerca?”-, inquirí. “….Por que Patty no es el único fantasma que hay aquí….”, - , me respondió Doña Lupita, mostrándome el temor en sus ojos.

“¿Me dejan contarle ésta?” -, exclamó de pronto muy emocionado César. Todos asintieron-, “¡bien!; esta te va a gustar. ¿recuerdas que éste lugar era antes un banco?”. Asentí con la cabeza: “sí, mi hermano mayor trabajó aquí…”. Se notaba que César se regodeaba contando la historia, a pesar de estar ya totalmente ebrio. “¡Pues bien!, hace unos 10 años hubo un desfalco, ¿te imaginas?, ¡millones de dólares se hicieron humo!,…¡eso sí es dinero de verdad! .Como iba diciendo, acusaron al sub-gerente general, pero muchos dicen que el responsable era el gerente general, que era un tipo emparentado con los dueños del banco. En resumen, cuando apareció el escándalo en los periódicos, el sujeto vió desde su oficina llegar a la policía para detenerlo. Se paró, se fue al baño de empleados y se ahorcó. Pero, ¿sabes qué?, yo creo que lo “silenciaron” para que diga no nada, ¿comprendes?”.

“Es un alma atormentada” -agregó Don Porfirio-, “¿viste a ese tipo que salió como alma que lleva el diablo?, nadie entra ahí y si lo hace, no se queda mucho tiempo”. Mirando la puerta cerrada, le respondí: “yo tampoco me quedaré mucho. Además, si busca venganza, no creo que tenga nada contra mí”. Me miró como un padre ve a su hijo. “¿No escuchaste?, ese tipo fue asesinado, no es una buena alma. Yo que tú no iría”. Pensando en aquel momento más en mis necesidades fisiológicas, finalmente me decidí: “ya vuelo”-, les dije. La única que me contestó fue Susy: “te espero aquí, corazón,…”.

Al cerrar la puerta tras de mí, no percibí nada dentro del baño. Estaba limpio y aseado y del exterior no se oía nada más que los sonidos propios del casino. Hice lo que tenía que hacer y ya presto para salir, me encontraba en el lavado aseándome. Pensaba si en hacerle o no caso a Susy, mientras me miraba al espejo. Igualmente, pensaba en que aquel baño no revestía nada que diese temor. En eso pensaba cuando sentí el primer golpe.

Mi rostro golpeó duramente contra el espejo, pero no lo llegó a romper. Me tenían firmemente agarrado del cuello, apretando mi cara contra el cristal, impidiéndome ver al agresor. Tenía manos extraordinariamente fuertes y la que me agarraba la cara como si fuese una tenaza. Casi al instante sentí la descarga: tres fuertes mazazos con el puño de mi cobarde oponente rehundieron en mi costado, justo en el hígado, sacándome de golpe todo el aire. Mis brazos cayeron a ambos lados como si de un muñeco de trapo fuesen. Estaba yo indefenso e incapaz de defenderme. Cuando apenas estaba reponiéndome, sentí ambas manos alrededor de mi cuello. Me estaba ahorcando. El maldito que me atacaba rodeó con sus dedos mi cuello, asfixiándome. Sin poder pedir ayuda, tratando de respirar, comencé a agitar las manos como loco, tratando de asirme a algo para responder al ataque. Mi cara seguía pegada al espejo. Quería gritar y no podía, mientras sentía esos horrorosos dedos comprimiendo, tratando demencialmente que yo deje de respirar para siempre. Apenas pude abrir el grifo del agua en mi vano intento de buscar algo que me sirviese como un arma.

Cada segundo que pasaba trataba en vano de decir “ayuda,… ayudaaa…” y lo único que salía de mi garganta eran estertores y sonidos guturales. Afuera nadie me escuchaba y sólo podía oír la mecánica voz femenina de la ruleta electrónica diciendo: “…HAGAN…SUS APUESTAS, SEÑORES….NEGRO EL 26…” . Cuando casi me daba por vencido, me sentí de pronto alzado en el aire: el muy maldito era más alto y más fuerte que yo y sosteniéndome con ambas manos por el cuello, me levantó del suelo. Sentí con terror cómo mis pies se despegaban del piso. Desesperadamente con las puntas de mis pies trataba yo de apoyarme de nuevo.

No sé si fueron minutos o segundos los transcurridos, pero conforme sentía la terrible falta de aire, las venas de mi cabeza a punto de estallar y como que mis ojos se salían de sus órbitas, el sujeto que intentaba asesinarme separó mi cara del espejo, y así pude ver finalmente la cara de mi agresor: no tenía cara….

¡NO HABÍA NADIE AHÍ!,…. Vi con horror cómo yo flotaba en el aire, a escasos centímetros del suelo: ese ser invisible, me ahorcaba salvajemente, pero sólo podía ver la forma que sus también invisibles dedos marcaban alrededor de mi cuello. Ahí sentí lo que me parece, hasta hoy, lo que se debe sentir al morir: una sensación de extraño vacío, una sensación de abandono, un embotamiento de las ideas,…. No sé cómo describirlo.

Cuando casi ya aceptaba mi destino, aquella entidad me agitó en el aire como un muñeco unas cuantas veces, para luego dejarme caer pesadamente al suelo. Sentir de nuevo el aire entrando en mis pulmones es una sensación que no olvidaré jamás. Tardé un buen rato en incorporarme,…. si no hubiese ido al baño minutos antes, tengan por seguro que me hubiese hecho encima. Sudaba yo a mares y mi pulso estaba apenas componiéndose cuando mirando mi deplorable estado en el espejo, y sorprendiéndome por las rojas marcas de dedos en mi cuello. A través del espejo pude ver a mis espaldas cómo la puerta de metal de uno de los excusados se abría y cerraba a una velocidad fenomenal, casi desprendiéndose de sus goznes. No lo pensé dos veces, ese ser quería que me largase y así lo hice.

Salí como una tromba del baño. No pensé en nadie ni en nada, sólo quería salir cuanto antes de ese lugar. Al pasar por la mesa de la ruleta, todos comenzaron a reírse con fuerza, sin importarles mi deplorable estado; ¡malditos desgraciados!, pensé que eran mis amigos…

Al bajar las escaleras tambaleándome dirigiéndome a la salida, comencé a respirar mejor. Los demás empleados del casino estaban tan adormilados que ni se fijaron en mí; pensarían que era simplemente yo otro borracho que se iba. No dejaba de temblar e instintivamente volteé hacia tras para ver si “eso” me seguía, y ahí fué cuando la ví: estaba parada atrás de dos señoras que jugaban en una tragamonedas. Era delgada, de pelo lacio oscuro, su cuerpo delgado enfundado en una blusa blanca y una minifalda naranja. Llevaba en la mano una charola con cigarrillos. Nadie la miraba excepto yo. Me miró fijamente, con una mirada que mostraba una infinita pena. En silencio, comenzó a menear su cabeza; entendí que me decía que no volviese. Eso fue lo que hice.

Los moretones en mi cuello tardaron en sanar. Jamás volví a ese casino. Aún juego pero por nada del mundo iría de nuevo allá. Al poco de lo que me pasó, me enteré que la gerencia del casino decidió clausurar el segundo piso del mismo, ignoro por qué. Sólo sé que algunas amigas mías han trabajado ahí después de ese día y todas aseguran haber visto a Patty en más de una ocasión. Con respecto a “lo otro”, ese baño ahora es un depósito lleno hasta el techo de cajas.


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