La santería es una religión que tiene consecuencias culturales muy importantes. Se trata de una producción cultural cubana derivada de las religiones traídas por los esclavos y el catolicismo de sus amos (Castellanos, 2008). Esta práctica mágica-religiosa de la cultura afrocubana tiene sus orígenes en la cultura yoruba. Según Saldívar (2009):
se basa en una entidad llamada Olorun, le sigue Olofi y Olodumare (esta jerarquía se sincretiza en el pastoral católico con la santísima trinidad: Dios padre, Dios hijo y Dios espíritu santo), para ellos la fuente del ashé (la energía espiritual de la que se compone el universo, todo lo vivo y todas las cosas materiales) (pp. 154-155).
Todo esto como resultado de procesos sociales como las migraciones, la importación de mercancías o productos con fines esotéricos y la difusión de discursos, rituales colectivos, entre otros, con múltiples significados para sus cantos, ceremonias, invocaciones, celebraciones, entre otros, en torno a santos, personas santeras y la santería en general.
Un aspecto importante es que las deidades en la santería pueden ser invocadas para ejercer el bien o el mal. El bien y el mal, entonces, son dos caras de la misma práctica santera; sin embargo, no puede servir para justificar comportamientos indebidos, pues siempre hay que esforzarse por hacer el bien (Castellanos, 2008, p. 169). Este pensamiento mágico-religioso relacionado a la santería se entiende como una forma de interpretar las realidades sociales en la búsqueda de lo sobrenatural, para la cual se utiliza todo aquello que esté disponible en el contexto sociocultural mediante las construcciones espontáneas y vivencias que se generan en la vida cotidiana, que dependen de las creencias y las costumbres, así como de los conocimientos trasmitidos de generación en generación o basados en la experiencia de personas confiables que han obtenido buenos resultados.
Las culturas afro en América Latina, además de traer ritmos que se convirtieron en las bases de diferentes géneros musicales, trajeron diferentes cultos o rituales que permearon el género salsa en la región.
La salsa estalló como fenómeno musical en los años setenta, cuando las experiencias de los años anteriores convergieron en una manifestación perfectamente definida, con sonidos y características específicas (Rondón, 2017). Así, la música salsa se convirtió en un género popular que dio preponderancia al culto santero, ya que es uno de los géneros musicales que más le ha cantado y rendido culto a la santería. Según Blades (2021), una de las características de la salsa tradicional es que prefiere temas vinculados con la santería (En Padura).
Dentro de las canciones del género salsa existen una serie de composiciones que alaban o invocan alguna deidad de la cultura afrocubana; o sea, históricamente han sido canciones representativas por su inspiración en el culto santero. Algunas de estas son:
“Cuídate bien” (1973) de Ismael Miranda, cantautor puertorriqueño-estadounidense de salsa, en la que se hace referencia a una sesión en la santería, donde se interactúa con un espíritu que advierte al protagonista de la canción de los peligros de la envidia y la maldad de los enemigos.
“A Santa Bárbara” (1956) o “Qué viva Changó” (1956), quien en la santería es el rey guerrero de la región yoruba, es el rey de la justicia, es el rey de los rayos, es el rey del trueno, es el rey del fuego. El tema fue interpretado por el dúo cubano Celina y Reutilio, de quienes se dicen fueron los primeros en rendir culto a la santería a través de la música.
“San Lázaro” (1956), “Una fiesta con Oshun” (1975), “Babalú” (1940) o “Viva Yemayá” (1949) dejan entrever que, a través de la música salsa, diversos intérpretes de este género han cantado la historia de sus raíces negras y la religiosidad en Cuba y, aunque no son propiamente ritmos salseros, sirvieron como inspiración para este exitoso género.
Héctor Lavoe también rindió tributo a la santería con temas como “Rompe Saragüey” (1975) y el exitoso “Aguanilé” (1972) que es un honor al dios de la guerra, de los guerreros, de los militares y de los cirujanos. Se dice que Lavoe, en la preparación de la gira de la Fania All-Star en África, tuvo un periodo de abstinencia, acompañado de santeros que lo ayudaron a limpiarse.
Celia Cruz y Johnny Pacheco con la canción “Tengo el idde” (1974) en la que se habla abiertamente de la brujería. El idde es una manilla (brazalete) de cuerdas verdes y amarillas que pertenece a los hijos de Orula, deidad de la religión yoruba afrocubana, vista como dueña de los oráculos y encargada de virar el destino y el futuro.
Otros artistas importantes también rindieron tributo por medio de la música a la cultura santera, como Richie Ray, Bobby Cruz y hasta Rubén Blades con su canción “Primogenio” (2002), en la que se dice que África es la fuente original y que el camino lo abre Eleguá, quien en la santería se equipara con el Niño de Atocha, San Martín de Porres o San Antonio de Padua.
Dentro de la salsa hay muchas canciones que han servido de tributo a la santería, lo cierto es que la diversidad cultural de Latinoamérica y sus Antillas es fascinante. Los ritmos y las tradiciones populares permiten rendir tributo a nuestras raíces, así como cantar y bailar en canciones de salsa las más íntimas historias.
Es así como la música salsa ha sido un medio fundamental en la cultura popular latinoamericana para darle continuidad a las creencias que se han materializado en prácticas, simbolismos y rituales sociales como resultado de las necesidades cotidianas de las personas practicantes de la religión santera en busca de lo sobrenatural.
El hecho de que la santería se apropie de productos artísticos populares como la música salsa permite reforzar el proceso de sincretismo que se ha venido gestando en toda América Latina desde tiempos de la colonización.
(FUENTE: semanariouniversidad.com)