Cuenta la leyenda que cuando las lluvias torrenciales y los aluviones propios del Fenómeno El Niño arrasaron la iglesia de Túcume Viejo, en Lambayeque, solo quedaron en pie sus antiguos muros elaborados con grandes bloques de adobe. Sin embargo, días después, la imagen de la Virgen de la Natividad apareció milagrosamente intacta en la chacra de la familia Bravo, un célebre clan de curanderos norteños.
"Eso es puro cuento" –nos dice Pedro Bravo, hijo, nieto y bisnieto de maestros curanderos de Túcume. "Lo que pasa es que mi familia es devota de la 'Nati', mientras que en Túcume Nuevo son devotos de la Purísima Inmaculada, por eso el cura nos permite traer la imagen de la 'Nati' para celebrarla".
Lo cierto es que hubo un cura, hace más de diez años, que se creyó la leyenda y se negó a ofrecer misas a la 'Nati' por "idólatra". Fue entonces cuando Pedro Bravo, sus vecinos y los empresarios locales decidieron construir una capilla en la casa de los Bravo para festejar, siempre a mediados de setiembre, varios días de misas, procesiones y fiestas en honor a la "Nati", Virgen de los Curanderos.
Es viernes cuando la imagen llega en mototaxi y es instalada en su pequeña capilla de muros de adobe y techo de bambú sostenido por troncos ("horcones") de algarrobo. En el frontis se lucen los arcos con regalos para los feligreses, mismo cortamonte. Por la noche, apenas la luna llena asoma entre los contrafuertes cordilleranos y alumbra el Bosque de Pómac, don Pedro dispone su mesa de curandero para atender a sus "pacientes", un selecto grupo de turistas ingleses que llegaron a Túcume para participar en su sesión.
Mientras instala sus "artes" o "chontas", y dispone su mesa curandera y su vecina mesa ganadera (de ganancia) don Pedro nos cuenta que en Túcume casi todos los curanderos "son hombres", pero en su familia fue su abuelo, el maestro curandero don Tomás Bravo Suclupe, quien heredó el arte de su tía abuela, doña Natividad, una dama que murió soltera y que "no se dejó golpear", es decir, nunca fue afectada por los maleros de la zona. Desde entonces nació el culto a la "Nati".
El sábado todo está listo para la fiesta, previa misa oficiada por el cura de Túcume y una pichanguita en la "cancha" de los Bravo: la selección de Chiclayo versus la de Túcume, con el triunfo de los anfitriones gracias, obviamente, al apoyo de la "Nati".
El domingo, muy temprano, la Virgen de los Curanderos llega en procesión al vecino hotel Los Horcones de Túcume, donde turistas austriacos y suizos se suman a la celebración y al baile en honor a la "Nati". Más tarde, la imagen recorre en procesión los vecinos caseríos de La Raya y Túcume Viejo acompañada por "Los Diablicos", una danza declarada Patrimonio Cultural de la Nación desde el 2012 y que representa a los "demonios" que escaparon de las huacas durante la tenebrosa campaña de extirpación de idolatrías. Lo cierto es que fueron extirpados de las huacas, pero se insertaron en el imaginario popular de Túcume.
Por la tarde, la virgen es agasajada con una antiquísima tradición conocida como el Juego del Tejo y, antes de que arranque la fiesta –con orquesta incluida– los arcos de regalos son tumbados por el respetable para llevarse algún recuerdo de la "Nati".
(FUENTE: larepublica.pe)
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