Donde hay agua, puede haber vida. Y en Encélado la hay, y en abundancia: todo un océano subterráneo que se cuela a la superficie del satélite a través de unas grietas que se encuentran en el polo sur de esta luna de Saturno. Esta abundancia de agua, los complejos elementos químicos que se han encontrado en la misma y la existencia de atmósfera han llevado a un gran número de expertos de la NASA, la Universidad de Edimburgo y el Imperial College de Londres a defender, desde hace unos años, que Encélado es el planeta donde es más fácil que se descubra vida extraterrestre. Una de las razones por las que los expertos consideran que los esfuerzos deberían centrarse en Encélado es porque su escaso tamaño –alrededor de unas 310 millas de diámetro, unos 500 kilómetros– y la erupción repetida de géiseres de agua haría que fuese mucho más sencillo encontrar formas de vida en esta luna que en otros cuerpos del Sistema Solar, ya que como asegura el profesor Charles Cockell de la Universidad de Edimburgo en The Guardian, “es probable que existan en otros lugares, pero probablemente enterradas bajo tierra, en lugares de muy difícil acceso”.
¿Qué tiene Encélado de especial?
Hasta hoy, Marte había sido el planeta donde más misiones eran destinadas a descubrir vida alienígena, ya que se considera que en un pasado pudo reunir las condiciones necesarias para la existencia de vida, aunque actualmente sea casi imposible. Por ello, gran parte del esfuerzo científico se está centrando en el subsuelo marciano, donde ha sido enviado el robot motorizado Curiosity que, si consigue tomar tierra con éxito el próximo 6 de agosto, pasará dos años en el planeta recogiendo datos sobre el astro. También se considera que determinadas lunas de Júpiter como Calixto, Ganímedes o Europa pueden reunir las condiciones necesarias para la vida, ya que en ellas hay incluso más agua que en la Tierra, aunque el grosor de la capa de hielo que las recubre dificulte su estudio. Lo mismo ocurre con Titán, otra luna de Saturno.
Sin embargo, Encélado sigue gozando de ciertas características que lo diferencian de otros astros del Sistema Solar. Se cree que en el interior de dicha luna existe un núcleo central como el de la Tierra que sería el que provocaría la expulsión del agua a la superficie en forma de géiser. Aunque aún no se ha llegado a un acuerdo unánime –se considera que puede deberse a los efectos de la gravedad de Saturno en las mareas–, el núcleo genera alrededor de 16 gigavatios de energía. Un enigma complejo, ya que no se ha logrado demostrar cómo un cuerpo formado casi por completo por hielo y roca puede albergar un núcleo que podría haber llegado casi a los seiscientos grados Celsius. Otra hipótesis que se maneja es que el calentamiento del corazón del planeta puto deberse a fenómenos de desintegración radioactiva, ya que la fuerza de las mareas no sería de justificar de por sí dicha temperatura. Por si eso fuera poco, se trata del único planeta del Sistema Solar, junto al nuestro, que tiene agua en su superficie, aunque en este caso no sea más que un géiser que, según el astrobiólogo de la NASA Chris McKay, tiene “el tamaño de los del parque de Yellowstone”.
Un proceso de siglos
Una nueva misión llevada a cabo por la nave espacial Cassini, que lleva ocho años en la órbita de Saturno –y otros siete más desde que partió de Cabo Cañaveral, en 1997–, fue la que recabó estos nuevos datos sobre el astro. Aunque su plan inicial no era centrarse en Encélado, todo cambió seis meses después de que comenzase su trabajo, a mediados de 2005. Fue en ese momento cuando un grupo de investigadores londinenses repararon en los resultados del indicador magnético, que sugerían la posibilidad de que dicha luna saturnina tuviese una atmósfera. Acto seguido, solicitaron que el Cassini hiciese una excepción en su recorrido y se acercase al astro. En julio de 2005, finalmente se descubrió que efectivamente existía una atmósfera compuesta por vapor de agua, dióxido de carbón, metano y nitrógeno. Esta misión, en la que también colabora el Instituto de Astrofísica de Andalucía, descubrió el pasado mes de junio mareas en la superficie de Titán, que podrían indicar la existencia de otro océano subterráneo en dicho cuerpo celeste.
Encélado es la sexta luna de Saturno de tamaño mediano, junto a otros satélites helados como Mimas, Tetis, Dione, Rea, Hiperión y Jápeto. Se trata de uno de los cuerpos que más luz reflejan de todo el sistema solar: su albedo –término utilizado para medir el porcentaje de radiación que cualquier superficie refleja– es casi del 100%, el mayor conocido, frente al 37-39% de la Tierra o el 15% de Marte. Fue observado por primera vez en 1789, justamente el año que tuvo lugar la Revolución Francesa y dio comienzo la Edad Contemporánea en la que nos encontramos. Fue el astrólogo y músico alemán Wiliam Herschel, célebre por haber descubierto Urano, quien avistó al astro por primera vez el 28 de agosto de aquel año. En concreto, un día después de que la Asamblea de París publicase la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano.
De la mitología a la ciencia
Ahora mismo, la discusión se encuentra sobre si los defensores de la importancia de Encélado serán capaces de recabar los fondos suficientes para incluirlo en el programa Discovery de la NASA, que lleva a cabo misiones de bajo coste en el Sistema Solar. Según los investigadores, los costes no superarían los quinientos millones de dólares –la expedición del Curiosity supone alrededor de dos mil millones de dólares, cuatro veces más–, por lo que la inversión no sería descabellada, en comparación con los resultados que se podrían obtener.
El nombre de Encélado se refiere a uno de los Gigantes engendrados por Urano en la mitología griega, cuya sangre cayó sobre Gaia después de ser castrado por su hijo Cronos, dando lugar a una nueva raza. Lo más significativo, dada la actividad volcánica del planeta, es el papel que jugaba en la mitología clásica: en ella se afirma que, tras su muerte, Atenea enterró al gigante bajo el monte Etna, por lo que las erupciones de dicho volcán serían el aliento de Encélado y los temblores de la tierra, el gigante revolviéndose en su tumba. Además, en griego existe una expresión para referirse a los terremotos que recuerda que son “golpes de Encélado”. Por otra parte, la nueva película de Ridley Scott y precuela de la célebre saga que dio inicio con Alien: el octavo pasajero (Alien, 1979), que relata el (terrible) hallazgo de vida alienígena en un planeta lejano, precisamente se llama Prometeo (Prometheus), otra de las lunas de Saturno, aunque en este caso haga referencia al nombre de la nave en la que viajan los protagonistas y al Titán de la mitología griega que robó el fuego de los dioses. Además, el planeta que aparece en la película, se parece sospechosamente a Encélado. ¿Coincidencia buscada o causalidad muy oportuna?
(FUENTE: elconfidencial.com)
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