Benín, el pequeño país de África Occidental situado a orillas del Golfo de Guinea, es la cuna histórica de una de las religiones más antiguas del mundo: el vudú. Esta religión animista tiene raíces milenarias, pero está estrechamente asociada al reino de Dahomey, un estado de África Occidental que existió desde 1600 d.C. hasta 1904. Los doce reyes del reino gobernaron desde Abomey -una ciudad al noreste de la actual capital, Porto-Novo- y, aunque Dahomey era conocido por su cultura militarista, el noveno gobernante del reino, Ghezo (a veces escrito Gezo), adquirió una reputación especialmente sanguinaria.
Líder de Dahomey de 1818 a 1852, la decoración de Ghezo estaba a la altura de sus ambiciones militaristas. El callejón que conducía a su choza estaba supuestamente pavimentado con cráneos y su trono descansaba sobre los huesos de sus enemigos. La leyenda cuenta que incluso las cabañas funerarias del palacio de Ghezo (declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO) se construyeron con mortero derivado de la sangre de 41 víctimas de sacrificios (41 es un número importante en el vudú). Ahora, arqueólogos franceses han puesto el mito a prueba científicamente, y resulta que las leyendas son ciertas. Los resultados del estudio se publicaron la semana pasada en la revista Proteomics.
"Concebimos una estrategia original para analizar las proteínas presentes en cantidades ínfimas del revestimiento muestreado de la fachada interior del muro del cenotafio y establecer su origen", escribieron los autores en el estudio. "Varios indicadores atestiguaron la presencia de restos de sangre humana y aviar en el material tomado".
Estas dos estructuras funerarias se erigieron originalmente para recordar al padre de Ghezo y anterior rey, Adandozan. Los investigadores señalan que la construcción era extraña por la elección de los materiales: en lugar del mortero habitual que se encuentra en edificios similares, estas estructuras utilizaban aceite rojo y agua lustral mezclados con sangre humana que probablemente se obtuvo de pueblos esclavizados o cautivos de poblaciones enemigas. Los investigadores utilizaron un método conocido como metaproteómica, que estudia muestras de proteínas recuperadas de entornos específicos, y llegaron a su espeluznante conclusión utilizando la secuenciación de ácidos nucleicos. Así descubrieron que tanto la hemoglobina como la inmunoglobulina humanas y de pollo podían encontrarse en los materiales de unión del edificio.
"Este perspicaz análisis metaproteómico de una muestra de pared de una tumba real permitió confirmar no sólo la presencia de sangre humana, sino también reconstruir secciones enteras del ritual de consagración y/o mantenimiento de la vitalidad correspondiente a las creencias vudú", afirma el artículo. "La detección de proteínas específicas como las que indican la presencia de sangre es un punto fuerte del enfoque, un resultado que no puede obtenerse mediante metagenómica".
Un giro sorprendente en este análisis de la casa que construyó la sangre es que el mortero también contenía restos de trigo, un cultivo que no se cultivó en la región hasta mucho después del reinado de Ghezo. La teoría de los investigadores es que Ghezo, un conocido admirador de su homólogo francés Napoleón III (incluso matriculó a sus hijos en una escuela francesa en Marsella), pudo haber obtenido harina y trigo en medio de este intercambio cultural e incluido los raros artículos en estas estructuras como parte del sacrificio.
Aunque este estudio se limitó a una pequeña muestra de la cabaña funeraria, los investigadores creen que un estudio exhaustivo de toda la estructura podría aportar más datos sobre su truculenta composición.
(FUENTE: esquire.com)
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