Gasparo Gozzi, un dramaturgo del siglo XVIII, tenía una frase que fue célebre entre sus contemporáneos: «Los celos son una ceguera que arruina los corazones; quejarse y querellarse no representa signos de afecto, sino de locura y malestar».
Este dicho nos hace pensar si los celos son realmente comparables con un estado de locura o de demencia. Es decir, ¿pasa algo malo en nuestro cerebro cuando experimentamos este terrible sentimiento? ¿Será acaso que perdemos el control de nuestros pensamientos?
Celos aquí y allá
Aunque generalmente asociamos los celos con una relación amorosa, en realidad están presentes en diversos campos sociales: los amigos, el trabajo, la familia, etc. En pocas palabras, este sentimiento aparece cuando percibimos que alguien es una amenaza en una relación que es importante en nuestra vida. Sea o no justificado, consideramos que ese individuo puede romper el lazo que hemos construido con nuestros semejantes.
Los celos aparecen acompañados de otros sentimientos, como la ira, el miedo y la inseguridad. De ahí que cuando se presentan experimentemos incluso malestares físicos como dolor de estómago, respiración agitada, jaqueca, boca seca, manos sudorosas, entre otros. Esto significa que los celos no sólo son viscerales, también involucran reacciones químicas en nuestro cerebro.
Un cerebro celoso
De acuerdo con un estudio publicado por Frontiers in Ecology and Evolution, cuando estamos celosos se registra gran actividad cerebral en la corteza cingulada, que es conocida como el área asociada con el dolor social. También hay una mayor cantidad de reacciones químicas en la zona septal, la cual está vinculada con la memoria, la motivación, la emoción y el estado de alerta.
Pero las manifestaciones orgánicas no terminan ahí. Los celos también provocan un aumento en los niveles de las hormonas testosterona y cortisol. La testosterona está relacionada con la agresión y la competencia, mientras que el cortisol también es conocido como un ‘indicador de estrés social’, pues está presente cuando interactuamos con otros miembros de nuestra especie o nos sometemos a situaciones sociales que desencadenan ansiedad.
Por otra parte, un grupo de investigadores de la Universidad de Pisa llevó a cabo un estudio con 250 voluntarios, de entre 25 y 30 años. Por medio de un cuestionario, seleccionaron a las 25 personas que se consideraron ‘celosos excesivos’. Al realizarles análisis de sangre, se descubrió que sus niveles de serotonina estaban por debajo del promedio normal.
La serotonina es uno de los tantos neurotransmisores que se encuentran en nuestro cerebro y permiten a nuestras neuronas comunicarse entre sí. Esta sustancia está asociada con otros procesos como el sueño, la percepción del dolor, el apetito, la alegría y la depresión.
De acuerdo con los especialistas, los niveles bajos de serotonina podrían ocasionar un sentimiento de inseguridad y/o vulnerabilidad en las personas, lo que explicaría por qué son más propensos a tener ataques de celos incontrolables.
(FUENTE: latribuna.hn)
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