Cuando nos “desenamoramos” nuestro cerebro comienza otro proceso químico. Como si de pronto alguien le quitara todo el brillo a un diamante comenzamos a ver más “claramente”, según Montemayor. Por su parte Leonardo Palacios, neurólogo de la Universidad del Rosario, asegura que la dopamina eventualmente deja de producirse cuando estamos con esa persona o pensando en ella y nos situamos en una realidad más objetiva.
A diferencia de las drogas, el amor –en gran porcentaje de los casos– no puede generarse con mayores dosis y su trabajo se ve finalizado. Así se desarrolla una nueva definición del amor o aquel sentimiento que se ha tenido con la otra persona. Ya que desapareció el desenfreno sexual y la abrumadora pasión, se da paso a un sentido más racional en el que se elige establecer un lazo más lógico o si todo lo que se ha construido debe derrumbarse.
Avanzar o no en una relación en el deseo también ha escapado influye la química del cerebro según los científicos. Dos hormonas se liberan cuando comienza la creación de un proyecto de vida: la oxitocina, que se enfoca al bienestar a largo plazo y la vasopresina, que actúa como analgésico natural. Ambas sirven como ayuda en el desarrollo de una relación que ya no tiene como base fantasías ni un exceso de apego.
A pesar de que no es tan común, sí es posible mantener el amor “inicial” durante un gran periodo dependiendo de la personalidad de los sujetos, la naturaleza de sus interacciones, profesiones, experimentaciones y demás temas que conciernen a los intereses de cada relación.
Como humanos vivimos procesos aflictivos a lo largo de nuestra vida y no tienen que verse interrumpidos necesariamente; se pueden convertir en continuaciones de eventos anteriores. “Desenamorarse” es una experiencia normal y no siempre terminará en tragedia, es una oportunidad de redescubrir a la persona pero con una perspectiva más transparente.
(FUENTE: corzon.pe)
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