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martes, 23 de diciembre de 2014

Stephen King, el autor de los 400 millones de libros



A Stephen King no le gustan ni las entrevistas ni los periodistas ni los fisgones. Para disuadirlos, su casa de estilo gótico en Maine, está rodeada de una teatral verja de hierro negro, decorada con murciélagos y telarañas. King es uno de los escritores más famosos del mundo pero detesta la fanfarria que ello conlleva. Prefiere dedicar su tiempo a hacer lo que más le gusta: escribir.

A los 67 años ha publicado más de cincuenta novelas y ha vendido la friolera de más de 400 millones de libros. Los dos últimos han aparecido este año: Mr Mercedes, publicada por Plaza & Janés, y Revival, cuya versión al castellano se espera para el 2015. Si se tiene en cuenta que en el 2013 King publicó Doctor Sueño (la secuela de la ya mítica El resplandor), y que poco antes había recordado el magnicidio de Kennedy en la espléndida 22/11/63, podría decirse que, en edad de jubilarse, está en plena forma. 

Stephen King está considerado un maestro de la literatura del terror pero es también un excelente retratista de la sociedad norteamericana, además de un experto a la hora de plasmar la psicología humana. Especialmente, sus aspectos más oscuros. El mal es un aspecto fundamental en su obra y, tras abordarlo durante décadas, considera que anida en el ser humano: "Cada vez creo menos que se deba a factores externos, a un tipo de influencia maléfica: el mal viene de la gente", asegura en una de sus escasas entrevistas, concedida a la revista Rolling Stone este otoño.

Nacido en Portland, Maine, estado donde ha ambientado la mayoría de sus novelas, King tuvo una infancia difícil, marcada por el abandono de su padre, cuando él tenía dos años. Su madre, Nellie, tuvo que buscarse la vida con trabajos precarios. Parte de su sueldo lo gastaba en pagar a canguros que hacían lo que les daba la gana con sus dos hijos. Así lo explica King en sus memorias literarias, Mientras escribo, en las que habla de "Eula-Beulah": una canguro "enorme y proclive a flatulencias" que de vez en cuando agasajaba al niño con un pedo "ruidoso y oloroso" en plena cara. "En cierto modo, Eula-Beulah me preparó para las críticas literarias", dijo en referencia a los vapuleos que, en especial en sus primeros años, recibió por parte de los críticos.

Para Stevie, la escritura fue una vocación precoz, que pronto empezó a darle satisfacciones: cuando su madre le compró por un cuarto de dólar su primera historia, vio un mundo de posibilidades. Ávido lector de comics y de autores como H.P. Lovecraft, decidió que iba a ser escritor, costase lo que costase. 

Costó. Antes de su primer éxito hubieron momentos duros, en especial, durante los primeros años de su matrimonio con Tabitha, en 1971. Los dos se conocieron en la universidad de Maine, donde estudiaron filología inglesa. Con veintipocos años y sendos empleos precarios, tenían ya dos hijos. Vivían en un tráiler, donde él trataba de escribir cuando no estaba trabajando en una lavandería. El dinero era tan justo que no les alcanzaba para comprar las medicinas de los niños. 

Las cosas mejoraron un poco cuando Stephen encontró trabajo como profesor. Sin embargo, el nuevo empleo le restaba tiempo para escribir, lo que le desazonaba. Además, en la cabeza le rondaba una historia: tenía que ver con un fenómeno de moda entonces, llamado telequinesis, con el bullying adolescente y el fanatismo religioso. Se trataba de Carrie, novela que escribió gracias al apoyo de Tabitha, la cual siempre creyó que era muy buena. No se equivocó: Carrie se publicó en 1974 y significó una entrada de aire puro en la ahogada economía familiar. Con el primer adelanto, los King se compraron un coche, todavía sin creerse su suerte. Cuando se subastaron los derechos de la edición de bolsillo y recibieron 200.000 dólares, su vida se transformó para siempre.

La existencia de Stephen podría haber sido plácida desde aquel día, pero no fue así. Hacía tiempo que bebía, un vicio que se incrementó en paralelo a su éxito. En los ochenta también se enganchó a la cocaína pero, como tantos otros adictos, no reconocía que tenía un problema: "Por ello, empecé a pedir ayuda de la única manera que sabía hacerlo: a través de mis historias y de mis monstruos", escribe en sus memorias. Ahí están el padre borracho de El resplandor y la enfermera psicótica de Misery, que para él simboliza la cocaína. O Cujo, novela que, confiesa, no recuerda ni cómo llegó a completar. Sin olvidar Los Tommynockers, tan confusa como voluminosa.

De nuevo fue su mujer quien le sacó del hoyo, organizando una intervención de emergencia: vació frente a él, en presencia de amigos y familiares, la papelera de su estudio. Entre otros, habían docenas de latas de cerveza, bolsitas de cocaína, "cucharitas para cocaína manchadas de sangre y mocos" y frascos vacíos de elixir bucal, que también se bebía a escondidas. 

Tras aquello, King accedió rehabilitarse. Está limpio desde finales de los 80 y su vida transcurrió desde entonces sin demasiados sobresaltos hasta que, en 1999, sufrió un grave atropello. Las secuelas le dejaron muy tocado, hasta el punto que sopesó dejar su profesión. Sin embargo,aquello era imposible para alguien acostumbrado a escribir "cada día, incluso fines de semana". Así que siguió trabajando en sus libros (El cazador de sueños lo escribió postrado) y en su recuperación. Las superventas continuaron y también llegó el prestigio: en el 2003 recibió el premio Nacional del Libro, uno de los premios literarios más importantes de su país. Hoy, como ha declarado en Rolling Stone: "Disfruto de dos cosas maravillosas en la vida: no tengo ni dolores ni deudas".

Los King viven entre Florida y Maine. La casa de la verja de telarañas se ha convertido en un destino turístico así que se han trasladado a otra mansión recóndita. Su trabajo le ha proporcionado una sólida fortuna pero King no se considera una persona derrochona. Tampoco alardea de sus sustanciosas donaciones. Podría dedicarse, ahora sí, a no hacer más hasta el resto de sus días, pero si alguna adicción le queda a Stephen King, esa es la de contar historias.

(FUENTE: lavanguardia.com)

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