martes, 17 de febrero de 2009

Los fantasmas del Estadio Nacional


Algunos consideran a esta historia como una leyenda urbana, pero se han recabado tantos testimonios en los últimos 40 años -incluso muchos de ellos, registrados en video por canales de televisión-, que ya ha llegado el momento de no solo considerar al "Coloso de José Díaz", como uno de los sitios embrujados del Perú, sino también el sugerir que se realice una investigación parapsicológica seria, en este recinto.

Los antecedentes acerca de las presencias fantasmales que "vagan" por las graderías de este estadio, no podrían ser más trágicas, pero necesarias de rememorar.

En mayo de 1964, siete selecciones sudamericanas disputaban dos cupos a las Olimpiadas de Tokio. En la tarde del domingo 24 de mayo, más de 47,000 aficionados llenaron las cuatro tribunas del estadio Nacional de Lima; ese día se iban a enfrentar las selecciones de Perú y Argentina. Los albicelestes ya habían jugado cuatro partidos, derrotando consecutivamente a Colombia, Ecuador, Chile y Uruguay. Eran los favoritos para hacerse del primer lugar del torneo, así que se pensaba que peruanos y brasileños disputarían el segundo cupo; el partido entre Perú y Argentina no terminaría y más bien se convertiría en la más grande tragedia ocurrida en un estadio de fútbol a nivel mundial.

Ángel Eduardo Pazos, uruguayo, había sido designado como el árbitro que dirigiría a peruanos y argentinos. El partido se desarrolló con relativa normalidad, salvo algunas faltas normales en un partido de fútbol. En el minuto 15 de la segunda mitad el argentino Néstor Manfredi anotó el primer gol del encuentro, enmudeciendo al estadio;. entonces Perú se fue con todo en busca de la igualdad. La gente en el estadio comenzó a ponerse nerviosa. Faltaban muy pocos minutos para que concluya el partido y de repente, en segundos, un hecho desató la alegría, luego la indignación y al final, la tragedia: se jugaban los cuarenta minutos del segundo tiempo y el juez Pazos anuló un gol a Víctor "Kilo" Lobatón. Aparentemente lo hizo porque el peruano había planchado la pelota ante el zaguero Andrés Bertolotti.El gol anulado enardeció a los aficionados: desde todas las tribunas llegaron los reclamos que cada vez más se hacían más airados.

Los hinchas que habían llenado la tribuna norte zamaqueaban la alambrada. En la tribuna de oriente, los aficionados empezaron a jalar los asientos de madera hasta que consiguieron zafar los pernos que los anclaban al piso. Luego, empezaron a arrojarlos al gramado, donde aún permanecían los jugadores de uno y otro equipo. En la popular sur, las fogatas calentaban aún más el ambiente, que estaba enardecido por lo que consideraba un injusto fallo arbitral.

En medio del caos que se producía en las tribunas, el árbitro decidió dar por concluido el encuentro debido a la falta de garantías. En ese instante, Víctor Melasio Campos, más conocido como "Negro Bomba", saltó al terreno de juego y corrió en busca del juez para agredirlo: fue necesario lanzarle a los perros policías para detenerlo. La policía alcanzó al agresor y lo redujo propinándole una feroz como desigual paliza. Esto enardeció aún más a los aficionados que quisieron cobrar venganza no sólo contra el árbitro Pazos, sino también contra las fuerzas del orden. Allí mismo hizo su aparición otro de los protagonistas de la tragedia. El jefe policial en el estadio, el comandante Jorge de Azambuja dio la orden de disparar bombas lacrimógenas contra las tribunas. Se dispararon dos contra oriente, dos contra sur y muchas contra la tribuna norte.

Mientras el árbitro y los jugadores argentinos eran escoltados a los camarines por agentes de la policía en medio de una lluvia de proyectiles, algunos oficiales lanzaron las bombas lacrimógenos a las tribunas para tratar de contener la ira de los aficionados. Se lanzaron más bombas contra norte porque allí los aficionados fueron los más enardecidos. En un intento por calmar los ánimos, Azambuja, que tenía fama de duro e inflexible entre la población, se acercó a la tribuna norte. Los hinchas, al verlo, se violentaron mucho más.

La humareda producida por las bombas no sólo provocó la molestia ocular sino también el pánico. Miles de hinchas trataron de ganar la calle. Otros se lanzaban desde la tribuna intermedia a la tribuna baja descolgándose por entre los avisos publicitarios. Los que trataron de salir del estadio se encontraron con que las puertas del recinto estaban cerradas. Los que llegaban detrás de los primeros siguieron presionando en su afán de escapar de los gases lacrimógenos.

Aquella tarde, fuera del estadio habían quedado miles de hinchas que no habían podido ingresar al no haber conseguido localidades. Algunos dicen que fue por ellos que se cerraron las puertas. Otros sostienen que el responsable de las puertas se fue del estadio a ver una carrera de autos que se realizaba cerca. Sea como fuere, los hinchas encontraron un muro a su paso: las rejas metálica donde hallaron la muerte. La cifra "oficial" es actualmente de 328, pero muchos historiadores hablasn de más de 350,... e incluso de 500, dentro y fuera del estadio.

¿Por qué no hubo responsables?
En un documento oficial de la entonces Guardia Civil, se responsabilizó a la "agitación comunista" de los hechos. Un informe del juez instructor del 6° Juzgado, Benjamín Cisneros, responsabilizó sin embargo al gobierno de turno: este informe "se extravió" para siempre. Hay quienes sostienen que los desmanes que ocurrieron fuera del estadio no sólo fue producto del gol anulado por el juez Pazos sino también al clima de tensión política que se experimentaba en la Lima de aquel entonces.Sostienen algunos que muchos más murieron en las calles, pero esos cadáveres fueron desaparecidos. Dos días después de la tragedia, la policía capturó al "Negro Bomba".

Las apariciones en las tribunas
Hoy en día, la historia de "los finaditos" del estadio, es bien conocida por todo aquel que está o ha estado vinculado de alguna manera, al Estadio Nacional; los principales testimonios provienen de los mismísimos guardianes y personal del recinto: "...una noche, estaba yo en la torre del estadio,..." -nos relata un vigilante-, " ese día, había una jornada boxística en "La Bombonera" (parte del estadio); miré un rato hacia la tribuna de oriente, y en la oscuridad, se veían varias personas, sentadas. Pensé que eran, no sé, una "segundilla" que alguien había metido al estadio, y eso a pesar de que de donde estaban, no podían ver nada. Llamé por radio a dos de Seguridad del estadio y bajamos juntos a la tribuna: no tardamos casi nada, pero al llegar , no había nadie".

Sin importar si los testigos son trabajadores antiguos o recientes, todos dan los mismos testimonios: cuando el estadio está vacío y a oscuras, ven con sorpresa "gente", sentada en las tribunas, viendo atentamente al campo de juego,... como en esa tarde fatídica. Los más veteranos trabajadores del Nacional no niegan verlos ni tampoco lo aseguran; sobre todo, los que ya laboraban ahí cuando ocurrió la tragedia, optan por el silencio; se dice que ellos ven a los espíritus, ponerse de pie y correr gritando, rumbo a las puertas.

"Ahora cuando los vemos, sólo nos persignamos,..." -nos dice finalmente uno de los testigos-, "nos persignamos y les pedimos que nos dejen en paz, que nos cuiden,... pero la verdad es que casi nadie de nosotros se pasea por las tribunas de noche y a oscuras, por respeto".

Son frecuentes en muchas partes del mundo las llamadas "apariciones en crisis": presencias espectrales que repiten una y otra vez el momento de su muerte; yo pienso que en este caso, estas entidades aguardan algo: algo que no recibieron en su momento, ya que los responsables de esa catástrofe nunca fueron enjuiciados: justicia.

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