miércoles, 19 de noviembre de 2008

Los condenados


Según las leyendas del ande, los condenados son seres del otro mundo. Cuando alguien muere de buena manera, su alma, antes de morir, recorre los lugares donde sufrió o donde fue feliz. Lo hace vestida de una túnica blanca y sin poner los pies en el suelo. Recién cinco días después sube al cielo, y por eso en esa fecha se lava su ropa —la necesita limpia para subir al cielo— y se le llora. El entierro mismo no sólo no tiene llanto, sino que es más bien festivo: en algunos casos incluye abundante aguardiente, comida y orquesta.

La situación no es la misma cuando alguien muere de manera trágica, suicidio o accidente, o cuando aún no ha limpiado sus culpas antes de morir. En estos casos es rechazado por Dios y entonces debe purgar sus culpas «viviendo» una temporada entre nosotros como condenado.Una razón posible para llegar a condenado es el incesto, pero también puede ser algún crimen, o la avaricia, o la mentira. Se ha encontrado una versión destinada a los niños donde alguien se condena por jalarle los cabellos a su mamá.

En el caso de condenados que han dejado dinero escondido, regresan para decir dónde se encuentra el tapado, lo que hemos visto también en las «almas en pena» de la cosmogonía criolla. Y es que, en general, esconder plata es un acto antisocial, que llega al colmo cuando la persona muere sin dejarlo dicho.

Según sea el caso su «castigo» será distinto. Los suicidas por amor, por ejemplo, no son recibidos en el cielo hasta que llega la hora en que estaba programado que mueran. Mientras tanto, deben seguir cumpliendo con su familia acá en la tierra. Los que han robado no serán aceptados en el cielo hasta que devuelvan lo que es ajeno. Pero los más terribles son los que han muerto con violencia. En ellos la violencia se seguirá repitiendo hasta que consigan su salvación.

Estos últimos condenados normalmente viven en cuevas, o al lado del cementerio. Desde ahí lanzan gritos y lamentos terribles, ya que los diablos los azotan o los cuelgan de noche con cadenas. Su aspecto varía mucho pero la cadena parece ser un rasgo permanente. Suelen tomar la forma de animal, pero también aparecen como personas vestidas con un hábito de monje o de negro, o con túnica blanca como en la versión occidental. A veces usa botas rojas, de fuego. Cuando aparecen en las ciudades se presentan frecuentemente en procesión, pero muchas veces se muestran solos, escondiendo el rostro (que es una calavera), para no ser reconocidos. Es por esa razón que se le describe a veces como un bulto.

El condenado busca llevarse alguien con él, comerse a quienes están salvos. En especial agarrar su alma, forma en que encuentra su salvación, cambia su suerte. Cuando ha sido incestuoso busca llevarse a su pareja. En otros casos busca comer la cabeza o los sesos de su víctima, ya que ahí está la sede del alma.

Uno puede librarse del condenado que lo quiere llevar de varias maneras. Así, es posible protegerse con oraciones, agarrando un crucifijo y pronunciando el nombre de Jesús, o con una intervención directa de la Virgen. También con algunos objetos como la lana de llama, las fajas de colores, los panes, la sal, el jabon, la música del «cacho» (corneta de cuerno), y también los niños. Inclusive cuentan que en algunas oportunidades se les ha prendido fuego o se les ha destrozado a hachazos, logrando que salgan en libertad —convertidas en palomas— las almas que había tragado. Pero es muy importante tener la iniciativa. Cuando uno le sorprende y lo ve primero puede vencerlo o escaparse; en caso contrario, es él el que nos tiene en su poder.

Ahora, si lo que uno quiere es propiciar la salvación del propio condenado, esto también es posible haciendo celebrar misas por su alma.

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