sábado, 28 de octubre de 2023

¿Por qué los católicos no celebran Halloween?

A pesar de que una gran cantidad de las fiestas que hay en el calendario están relacionadas con las festividades religiosas que, a su vez, se originaron en celebraciones paganas anteriores a la propagación del cristianismo, existen algunas fechas que la Iglesia Católica rechaza por ser “contrarias” a la fe. Tal es el caso del Halloween.

Las fiestas de otoño, como el equinoccio, los días de Acción de Gracias y el mismo Día de Brujas, tienen su origen en la celebración que se hacía en torno a la cosecha de esta época, fruto del trabajo de todo el año que anticipaba el descanso que vendría en invierno. Sin embargo, la influencia religiosa fue cambiando el significado de las festividades y sustituyéndolas por rituales católicos o cristianos, como el Día de Todos los Santos o de los Fieles Difuntos.

Para los celtas, esta fiesta marcaba la entrada de la “oscuridad”, al terminar la mitad más luminosa del año y experimentar noches más largas durante los siguientes meses. Fue la cultura anglosajona y las producciones de Hollywood quienes agregaron un toque de terror a la fecha, por ello, los católicos se resisten a celebrar Halloween, conocido también como el Día de Brujas porque, “tiene un trasfondo de ocultismo y anticristianismo”.

Según los católicos, Halloween proviene de All hallow’s eve o bien All Hallows Evening, que significa “víspera de todos los santos”, que apareció por vez primera en 1556, pero aseguran que se ha desvirtuado al pasar de los siglos.

La fe católica busca, entonces, que se siga celebrando el día marcado en el calendario litúrgico como sucede desde el siglo octavo, que nada tiene que ver con los elementos alusivos a las brujas, fantasmas o monstruos de Halloween que, los más aventurados, tildan de “satánicos” o “demoniacos”.

Origen del Halloween

Lo cierto es que esta festividad se remonta a la cultura celta, muy anterior al cristianismo, que, conforme al calendario lunar, celebraba el Samaín o Samhain, que marcaba el fin de su año.

Los celtas creían que en estas fechas, aunque los muertos deambulaban, su magia era más poderosa y podían expulsarlos con hogueras y nabos. Los niños, por su parte, recogían de cada casa “ofrendas” que los pobladores ofrecían para que los druidas pidieran a los dioses protección ante la oscuridad. En este ritual se ofrecían sacrificios de todo tipo, desde humanos hasta en especie.

Cuando los romanos sometieron a los celtas, encontraron excesiva la celebración e intentaron prohibirla. Además, impusieron el calendario romano para determinar las festividades del año que no depende de los ciclos de la luna, por lo que la víspera de todos los santos es fija y ya no depende de la luna llena.

La fiesta fue modificándose hasta que, en siglo VIII, el papa Gregorio III movió la celebración del Día de todos los Santos del 13 de mayo al 1 de noviembre, conmemorando a todos los apóstoles, mártires, confesores, y todos los santos o justos de la Iglesia.

Sin embargo, no trascendió a la diócesis de Roma hasta que, en el año 835, el papa Gregorio IV pidió al rey-emperador Luis el Piadoso, hijo de Carlomagno, que marcara la fiesta en el día 1 de noviembre para todo el Imperio Sacro.

(FUENTE: independentespanol.com)

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