domingo, 22 de enero de 2023

Cusco: la leyenda del misionero que se encontró con el duende amante de los chocolates

Las historias de apariciones de extraños se cuentan en cada rincón de todo el Perú. Este tipo de eventos, por más que quieran darle una explicación lógica, dejan una duda instalada para siempre.

Tal como le pasó a un incrédulo misionero que se dio un gran susto cuando estaba en plena misión de Dios.

Cuenta la leyenda que hace poco más de 15 años un sujeto fue enviado como misionero cristiano a Espinar, un lugar a las afueras de Cusco. Este lugar, como de muchos al interior de esta hermosa tierra del sol, era muy tranquilo y su gente muy amable con los forasteros.

Es de aquellos sitios en los que la población suele trabajar desde muy tempranas horas y, por consiguiente, se van a descansar apenas llega el anochecer. Tal vez esa sea la razón por la cual sus calles andan vacías de noche, dándole cierto aire tenebroso.

Ocurre que este sujeto llegó hasta ese pueblo, acompañado de un amigo para realizar las funciones de misionero. Como hospedaje, le dieron una pequeña casita detrás de una antigua iglesia. Era tan humilde solo tenía un dormitorio y un pequeño estudio.

Pocos días después de haberse instalado, este misionero escuchó un ruido a la mitad de la noche. Cuando abrió los ojos, vio a un pequeño ser que ingresaba a la habitación. Parecía estar buscando algo.

Primero se acercó al lado de la cama del amigo y rebuscó entre sus cosas. Luego de unos instantes, cuando parecía que ya había hallado algo en lo que entretenerse, volteó hacia su cama y también se puso a buscar entre las cosas del religioso.

Este, presa del miedo y del pánico, solo cerró los ojos hasta que cesó el ruido. Fue entonces que se animó abrirlos de nuevo y esta vez lo vio de espaldas.

Entonces aprovechó para prender la luz del cuarto, pero este ser se asustó y salió raudamente del cuarto para perderse de nuevo en la oscuridad del resto de la casa.

Con la luz encendida, el amigo también despertó e intentó convencerlo que todo había sido un sueño. Así que intentó dormir de nuevo.

Para la mañana siguiente, de nuevo tocó el tema con su amigo a la hora del desayuno, pero una vez más le insistió qué todo había sido producto de su imaginación. Hasta que le dijo que el duende había estado buscando entre sus cosas.

Entonces el amigo recordó la caja de chocolates que traía consigo y que había guardado en un cajón de su mesa de noche. Cuando fueron a revisar, se dieron con la sorpresa que faltaban algunos chocolates y otros estaban abiertos.

Fue en ese momento, en que ambos comprobaron qué los duendes también existen. Y que también le gustan los chocolates.

Desde aquel día, y durante toda su estadía en la ciudad cusqueña, ninguno de los dos volvió a tener un dulce guardado entre sus cosas. Pues no querían qué la extraña presencia los vuelva a visitar de nuevo.

(FUENTE: infobae.com)

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