domingo, 13 de diciembre de 2020

‘El perro de bronce’: Supersticiones y pandemia en el metro de Moscú

 

Hay un lugar en el metro de Moscú que todos los pasajeros conocen. Es el perro de bronce de la Plaza de la Revolución (Ploschad Revoliutsii) en Rusia, que da suerte al tocarlo. En plena pandemia del coronavirus (COVID-19), se ha mantenido como lugar de “peregrinaje”, pese a las advertencias sobre sanidad de parte de las autoridades para evitar el contacto con la estatua.

“Siempre toco la nariz del perro, cuando bajo en esta estación. Algunas veces también he bajado aquí adrede para poder hacerlo”, cuenta Natalia, una estudiante moscovita.

En la plaza, hogar del perro de la suerte y una de las estaciones más antiguas del subterráneo moscovita, siempre suele haber gente. Es uno de estos lugares de la capital de Rusia, donde el ritmo de vida sigue su curso habitual pese a la pandemia del COVID-19.

Eso sí, antes de la crisis sanitaria el lugar era visitado por varios grupos de turistas que observaban con interés cada una de las 76 figuras humanas (algunas de ellas acompañadas por algún animal) que alberga la estación.

Durante la pandemia por el COVID-19, los pasajeros de la Plaza de la Revolución son solo rusos que están acostumbrados al suntuoso interior del subterráneo capitalino y se detienen al lado de unas pocas estatuas que dan buena suerte, según la creencia popular.

Mira, pero no toques

El Departamento de Transporte de Moscú advirtió recientemente a los moscovitas que no tocaran las esculturas en la Plaza de la Revolución, debido a las restricciones sanitarias de la nueva realidad impuesta por la pandemia del nuevo coronavirus. Se trata de una recomendación que habían emitido en el pasado algunos expertos en arquitectura, preocupados por el deterioro de las obras por el “factor antrópico”.

Se estima que solo la estatua del perro fue acariciada centenares de millones de veces desde los finales de los 1930, cuando ocupó su lugar en la estación, donde también hay otros monumentos populares entre los pasajeros, como una campesina con un gallo y una gallina, un marinero con su revólver o una estudiante soñadora leyendo un libro.

“Después de muchos años de satisfacer deseos, las estatuas necesitan ayuda, muchas se han desgastado y perdido su imagen original”, señala el mensaje del Departamento de Transportes de Rusia. Además, agrega que, si los ciudadanos piden deseos sin tocar las estatuas, su magia se conservará para las generaciones venideras y “todo se hará realidad” igualmente.

Nikita, un moscovita de 28 años, dice que desconocía la recomendación de las autoridades. “No tenía ni idea. Aunque entiendo su razonamiento. Mire la nariz del perro, mire su color”, dice, apuntando a la obra, aunque enseguida añade que para muchos pasajeros del metro será difícil o “hasta imposible” renunciar a ese “saludo” habitual con contacto que brindaban a su animal de la suerte.

Mientras Nikita declara, una familia con dos niños pequeños se levanta frente a la estatua de la koljosiana y los pequeños acarician efusivamente la cresta del gallo, que parece de oro por el brillo que desprende.

Perros de la suerte

Pocos saben que el perro de la suerte en la Plaza de la Revolución no está solo, sino que tiene tres “hermanos gemelos”. Las cuatro estatuas están ubicadas en distintos puntos de la estación y todas tienen la nariz igualmente desgastada por las repetidas muestras de cariño de los pasajeros del subterráneo.

En realidad, este no es el único “secreto” relacionado con el perro de la suerte, que a diferencia de lo que se cree no se llama Ingús, como el can del conocido guardia de fronteras soviético Nikita Karatsupa, protagonista de la estatua, sino tiene por nombre “Irma”. Al menos así lo sostiene un integrante de la familia del arquitecto de la Plaza de la Revolución, Alexéi Dushkin.

“Creo que estaban tomando un té y hablando del guardia de frontera Karatsupa, que tenía cinco perros. Pero todos eran machos y mi abuelo con Manizer (el escultor Matvéi) decidieron colocarlo junto con la perra del abuelo Irma”, recordaba Alexéi, nieto del arquitecto soviético, en una entrevista.

El impacto del factor humano es evidente en las cuatro esculturas del perro, aunque, según la leyenda urbana, solo uno de los cuatro es el “auténtico”. Nadie sabe exactamente dónde está la figura milagrosa y, por si acaso, frotan la nariz de todos los perros que se cruzan en su camino en una de las estaciones más peculiares del suburbano moscovita en Rusia.

(FUENTE: peru21.pe)

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