viernes, 10 de mayo de 2019

La leyenda del fantasma Ataúlfo en un antiguo hospital convertido en conservatorio


El edificio del Real Conservatorio Superior de Música de Madrid (RCSMM) comparte plaza (Juan Goytisolo)  con el Museo Nacional de Arte Reina Sofía. Los dos son obra de Francisco Sabatini, ya estuvieron unidos en su origen, con otras funciones, y una de las fachadas de los inmuebles se encuentra en la calle Santa Isabel que surgió cuando ambos edificios se separaron. El RCSMM fue en su origen el antiguo Hospital Clínico de San Carlos, anejo a la vieja Facultad de Medicina y al Hospital General de Atocha que hoy ocupa el Reina Sofía. Este pabellón fue diseñado por Sabatini entre 1769 y 1788 según los cánones del clasicismo dieciochesco. Sus amplias e iluminadas galerías «nos hacen pensar que aquí trasladaban a los enfermos que necesitaban descansar y recibir sol», comenta a ABC Ana Guijarro Malagón, directora del RCSMM desde 2014.

El edificio llegó a estar unos años abandonado y el Conservatorio se instaló en 1990 después de su paso por el Teatro Real durante más de 25 años. «Se cerró el Teatro Real para acometer una profunda reforma y el Conservatorio tuvo que salir. Su entonces director Miguel del Barco consiguió una buena opción», indica la directora. Esta institución fue creada en 1830 por Real Decreto con el nombre de “Real Conservatorio de Música y Declamación de María Cristina”, la reina que tocaba el piano, el arpa y cantaba. Pasó por numerosas sedes hasta que se instaló en este edificio, ahora propiedad de la Comunidad de Madrid. Desde su origen está dedicado a la formación de músicos profesionales de alto nivel: intérpretes, directores, compositores, musicólogos y pedagogos.

El Conservatorio fue rehabilitado por los arquitectos Manuel e Ignacio de las Casas y Jaime Lorenzo. «Fue una reforma muy bonita, la redistribución se estudió mucho y se conservó la disposición original del edificio, adaptándose a las necesidades de un centro de enseñanza superior de música», indica Guijarro. Quizás el único pero de un edificio de estas características es la altura de sus techos, de casi 8 metros, lo cual no permite la insonorización deseada. Un inconveniente que se une al del tamaño de su salón de actos en el que no cabe la orquesta sinfónica, la más numerosa del conservatorio. «No hay mal que por mal no venga porque nuestros alumnos se ven obligados a actuar en otros escenarios como el Auditorio Nacional», comenta la directora.

En este edificio estudian 650 alumnos de grado superior, «equivalente a una licenciatura», y trabajan 141 profesores. El tamaño era el adecuado para los años 90, cuando allí se instaló el Conservatorio pero ahora «resulta pequeño. Llegamos a dar clases de un master los fines de semana porque no tenemos suficientes aulas», indica Guijarro. Cuenta con 5 aulas grandes, 35 de tamaño mediano, 27 cabinas de estudio, dos auditorios y varios espacios para los servicios habituales. Se imparten clase de todos los instrumentos de orquesta siendo piano y violín los más solicitados, con 60 alumnos de cada uno.  Las pruebas de acceso son duras «porque se presentan muchos alumnos de todo el país», añade.

El fantasma Ataúlfo
«Si las piedras hablaran...», dice sonriendo Ana Guijarro Malagón. Al haber sido un hospital, donde estuvo el tanatorio y fue Instituto Anatómico Forense, «hay cierta reserva al pensar lo que hay debajo de estas piedra», comenta. Se ha investigado mucho sobre el fantasma Ataúlfo, que supuestamente se paseaba tanto por el Reina Sofia como por el Conservatorio pero poco se ha sacado en claro. «Se escuchaban ruidos extraños por la noche, puede que sea el crujir de la madera», indica la directora. Desde su llegada a la dirección ha intentado convertir este centro en «una referencia de la música. Han pasado grandes músicos y tenemos el legado de algunos como Albéniz o Manuel de Falla, hay documentos muy importantes», subraya. En lo que se refiere a la distribución del espacio, Ana Guijarro Malagón decidió abrir la entrada por la plaza, en la calle Doctor Mata, en lugar de por la calle Santa Isabel. «Antes parecía que el edificio estaba cerrado, queremos que nos conozcan mejor», puntualiza.  

El Conservatorio ha estado siempre muy ligado a la Monarquía, al igual que sus directores que hasta finales del siglo XIX solían ser personalidades de la sociedad española como Ventura de la Vega. «Contamos con el legado de «La Chata» y hay mucho legado de la Casa Real».

Museo y Biblioteca
En el 2007 se decidió abrir un museo dentro del edificio en el que se muestra la colección de instrumentos históricos de la institución. «Sabemos que muchas cosas se han perdido, porque el Conservatorio estuvo dando vueltas durante unos años», afirma a ABC su responsable, Saúl Pérez-Juana. Se puede observar una interesante colección de instrumentos populares, instrumentos de viento, de cuerda y muchos documentos y partituras. Además de piezas de mobiliario antiguas. La joya de esta colección es un violín de Stradivari de 1713 que perteneció al violinista Sarasate.

En la Biblioteca hay una colección de 220.000 volúmenes de los cuales 37.000 son libros y el resto son partituras. También hay vinilos y CDs.«Tenemos junto a la biblioteca un depósito con las obras más modernas y por debajo de la biblioteca están otros dos depósitos que junto al archivo ocupan el 25% del espacio del edificio y aún así tenemos problema de espacio», indica el responsable de la biblioteca, Fernando Jiménez. Los documentos más antiguos que se conservan son una colección de libros de Uclés, de 1570-1580. Entre los más destacados está también la partitura de El Barberillo de Lavapiés, de Barbieri o el tratado de música de Pedro Cerone, El Melopeo y Maestro de 1613. Ya en el archivo se encuentran los expedientes académicos de todos los alumnos que en algunos casos han llegado a ser también profesores e incluso han aportado sus partituras. Un archivo al que acuden historiadores, alumnos de fin de carrera, de tesis doctorales e incluso personas en busca de sus antepasados.

(FUENTE: abc.es)

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