martes, 5 de diciembre de 2017

“Voces ocultas”: las paredes hablan



En una enorme mansión medieval, en la campiña italiana, vive un hombre con su hijo pequeño, que ha enmudecido desde que murió su madre. Para remediar el mutismo del chico llega contratada la joven enfermera Verena (Emilia Clarke), que tiene un “don” curativo.

La mujer se aproxima al niño, pero comienza a percatarse que, más allá de su padecimiento, hay sensaciones en el caserón, que sólo él puede percibir.

Voces ocultas (Voice from the Stone, 2017) es una propuesta que contiene un elegante diseño de producción, pero muy poco contenido. Más allá de la atmósfera de Hitchock, que pretende colocarse entre el terror sobrenatural y el suspenso, hay una débil argumentación que sorprende por su premisa sencillísima.

La mujer, que pasa de ser asistente médica, a preceptora y acompañante del muchacho, va siendo absorbida por una atmósfera sobrecogedora que cubre toda la casa. El niño, con su misteriosa actitud hostil hacia la dama y su catatonia exasperante, no es ayudado por su padre (Marton Csokas), un atractivo artista que ha dejado de esculpir por la terrible pérdida de su consorte.

Verena, entonces, se aproxima al niño y comienza a entender su actitud retraída. Tal vez escucha voces de las paredes. La casa puede estar embrujada, sospecha. ¿Existe alguna presencia del más allá en esos vetustos muros? Lo que parece ser un fenómeno paranormal tal vez sea, únicamente, una alucinación provocada por la ansiedad.

La mayor parte del tiempo la cámara se deleita en ofrecer imágenes del paradisiaco entorno otoñal, solitario y melancólico, con una perfecta iluminación que proporciona una sensación de soledad y desamparo, sentimientos que acompañan al niño sigiloso.

La progresión de hechos es insoportablemente lenta. La enfermera y el niño son como ángeles, ingenuos y necesitados de afecto, que paulatinamente se aproximan. Sin embargo, las coincidencias emocionales transcurren en una ausencia de acciones.

Por ello, el director Eric D. Howell debe incluir sobresaltos deshonestos, artificios narrativos, con pasajes extraídos del universo de Edgar Allan Poe, que posteriormente son desechados con el único propósito de mantener la atención y generar un poco de la adrenalina que, se supone, debiera estar en todos los rincones de la mansión encantada.

El desenlace es tramposo. La historia no da para más y se necesita indemnizar a los cinéfilos que invirtieron su tiempo. Por eso se incluyen algunos pasajes que pretenden ser angustiosos, pero que se diluyen en una catarsis que regresa todo al orden, con un epílogo lleno de paz y tranquilidad. Hay, además, algunos momentos eróticos gratuitos, aunque presentados con buen gusto.

(FUENTE: proceso.com.mx)

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