sábado, 3 de junio de 2017

Científico explica las bases neurofisiológicas de magia y esoterismo


Con el título de “El cerebro ‘mágico’”, el medio mexicano Reforma ha publicado un artículo escrito por Antonio Bertrán en el que se presentan los casos de algunas personas atrapadas por las prácticas mágicas y esotéricas y se explican los mecanismos neuropsicológicos que están detrás de esta conducta humana.

Aunque el científico consultado considera las creencias religiosas dentro de la misma categoría que el esoterismo, dejando de lado toda aceptación de lo trascendente o sobrenatural (tanto a la hora de valorar positivamente la religión como a la hora de entender la efectividad que a veces tienen las prácticas mágicas), es interesante el contenido del reportaje, que extractamos a continuación.

Como una adicción

César Sanvicente truena con su pareja. La pérdida del ser amado provoca que en su cerebro disminuya drásticamente la producción de dopamina –un neurotransmisor relacionado con el placer y la felicidad–, por lo que el muchacho de 33 años empieza a sentirse triste, desmotivado, pero sobre todo está vulnerable.

Como si se tratara de la adicción a una droga, César recurrirá a cualquier medio para tratar que los niveles de dopamina vuelvan a equilibrarse y así recuperar el estado de bienestar: por ejemplo, un ritual de baño y velas, la lectura del tarot o una oración para el amarre.


“Invoco y conjuro a Pomba Gira María Padilha para que, por la fuerza de los corazones sagrados y las lágrimas derramadas por amor, traiga el espíritu de (nombre de la persona) ante mí, amarrándolo definitivamente al mío”.
Esta “Oración fuerte para amarrar a alguien”, asegura César, le funcionó para que esa persona volviera a buscarlo. “Un amigo me la pasó y me reí mucho, pero después, en mi desesperación, la hice y al poco tiempo surgió la iniciativa de esa persona para buscarme y lograr un encuentro”, afirma el bailarín con estudios de Derecho.

Condicionan a las personas

Engancharse con alguno de estos medios “mágicos” o “esotéricos”, explica el doctor en Neurofisiología Eduardo Calixto, le será más fácil al individuo si en su entorno social se cree en ellos y se asegura por experiencia su efectividad.

“Lo que siempre busca el cerebro, desde el punto de vista fisiológico, es mantener la condición de control; sin ésta se siente uno muy vulnerable, así que, como al cerebro le gusta estar tranquilo, se facilita que recurra a personas o entidades que puedan ayudarlo en este proceso”, agrega el jefe de Neurobiología del Instituto Nacional de Psiquiatría.

¿Se trata de placebos psicológicos, de soportes emocionales que pueden ayudar al individuo a adquirir confianza y lograr un resultado positivo en casos de amor y también en la búsqueda de proyecto o trabajo? “Yo los llamaría reforzadores positivos y negativos porque pueden ser en ambas vertientes, ya que una persona se puede sentir terriblemente condicionada si el horóscopo le dice que en el día es probable que tenga un accidente, y genera una serie de conductas para decirse que así será”.

Horóscopo… y miedo al rechazo

Es el caso de Mario Briones, un contador de 28 años que trabaja en la casa de bolsa de un banco en Celaya, Guanajuato. A diario consulta el horóscopo para su signo, Piscis, y de acuerdo a las previsiones diseña su día laboral.

“Si no es un día favorable para mi signo, tampoco me vuelvo loco y me quedo sentado, simplemente evito tomar riesgos, porque al final trabajo con dinero y un error puede salirme muy caro, así que reviso dos o tres veces mis operaciones”, comparte. “Pero si dice que será un día de oportunidades, como en el 95 por ciento de las veces aseguran los horóscopos, me dedico a llamar a prospectos, ofrezco productos nuevos a mis clientes, inversiones, me motivo, ¡y me funciona!”.

¿Reconoces que esta práctica puede ser un reforzador positivo que te impulsa? “Definitivamente, sí. Me ayuda en la lucha contra la depresión y el miedo al rechazo”. Fue durante la infancia, a través de las revistas femeninas que compraba su madre, cuando Mario empezó a aficionarse a leer los horóscopos, lo cual se reforzó en la secundaria cuando, en un intercambio, le regalaron un libro de astrología.

Cuidado con la infancia

Precisamente entre los 8 y 12 años de edad, explica Calixto, este tipo de creencias y prácticas se pueden aprender y afianzar en una persona porque es cuando se están terminando de conectar ciertas estructuras cerebrales que son clave en la interpretación de las emociones.

“Es un periodo crítico cuando el niño está terminando la primaria y va para la secundaria porque el giro del cíngulo, que está interpretando emociones, con la amígdala, que está recordando cosas y motivando conductas, se conectan con un hipocampo que procesa el aprendizaje y la memoria”, explica el autor de Neurotuits (InterWriters, 2014), libro de divulgación de las “neurociencias en pequeñas dosis para entender y mejorar tu vida cotidiana”.

El también médico destaca: “hoy sabemos que los aspectos de la vida, negativos y positivos, se aprenden en esa época; por lo tanto, si a esa edad a mí me enseñan que un horóscopo condiciona la suerte, la felicidad, la toma de decisiones, lo voy a aprender muy bien”.

Mezcla de catolicismo y supersticiones

En la cartera, Fernando Barrera lleva siempre un San Miguel Arcángel que le regaló su abuela Soledad. La estampita es, afirma el estudiante de Comunicación de 22 años, tanto un recuerdo de quien lo crió –y falleció hace seis años– como un amuleto para librarse de las “malas vibras”. Incluso antes de nacer, Fernando estuvo expuesto a las “supersticiones mezcladas con el catolicismo” de su familia, ya que la abuela amarraba un listón rojo alrededor del vientre de su mamá para librar a la criatura en gestación del mal de ojo.

Al abrir la puerta de su casa, en la Colonia Unidad Vicente Guerrero de Iztapalapa, en el zaguán recibe al visitante una especie de altar atiborrado de imágenes religiosas: cristos negros, el Niño Jesús de la Suerte (recostado sobre una calavera), San Charbel con listones, vírgenes de advocaciones diversas y también un dragón y una rana cuajada de monedas, que su madre compró en el Barrio Chino tras aficionarse al feng shui.

“Aquí me persigno todas las mañanas, antes de salir”, dice Fernando. También señala varias cruces de ocote y sendas sábilas protectoras, colocadas detrás de la puerta de ese zaguán y de la que da acceso a la sala de la morada. Ahí, sobre la mesa del comedor hay dos cuarzos suyos y, en las paredes, varias fotos de los familiares lucen enmarcadas junto con viejos billetes de 50 y 100 pesos que llama “dólar”, con los cuales se busca propiciarles la buena fortuna.

“Los cuarzos y la estampita de San Miguel me hacen sentir seguro, no sé si habrá una explicación más allá, lógica”, comenta Fernando. “Conforme más estudio en la universidad me doy cuenta que estas supersticiones pueden tener un sentido psicológico, pero quiero pensar que al menos los objetos nos aportan una energía positiva, buenas vibras que pueden ser un plus en lo que emprendemos”.

Brujería y sugestión

Seguidor de la tradición Wicca –que combina brujería y religiones antiguas de Inglaterra–, Alejandro Estanislao reconoce que recurrir a la lectura del tarot o a un amuleto puede derivar en una “sugestión” benéfica para la persona. “Creo que está bien si, a través de un ritual, sugestionamos a la mente y la condicionamos para que ocurra lo que deseamos”, sostiene.

Alejandro se autodenomina “bruja” para “reivindicar a las hermanas perseguidas y asesinadas durante siglos”, lo cual explica la presencia de diversas figurillas de hechiceras en su casa de la Colonia Santa María la Ribera, en cuyo garaje acondicionó la tienda Abrakdabra Magia. Además, fue una bruja, Lolita, quien de niño le quitó la tartamudez, asegura, y algunos años después lo acogió como aprendiz.

Todo es simbólico también en la persona del joven wicca. Entre sus 11 tatuajes, destaca el del cuello: la paleolítica Venus de Willendorf, una de las más antiguas representaciones de una deidad femenina, y, en el pecho, un amuleto contra la peste en forma de triángulo, que halló en un libro de medicina medieval.

Con estudios de psicología, el también promotor de salud sexual y reproductiva aclara que no hace amarres porque no le parece correcto “doblegar la voluntad de una persona”, pero ha visto su efectividad en los que hacen sus colegas. “Ya con el esfuerzo de conseguir algún cabello o fluido corporal del ser amado se genera un cambio positivo en la persona”, considera.

De ahí que, como el neurobiólogo Eduardo Calixto, Alejandro afirma que los rituales sirven para manejar la ansiedad que genera la pérdida de control. “Pero también tienen un componente de misterio porque muchas veces, en mitad de una lectura de tarot, cuando la persona está preguntando por el ex novio, me ha tocado que recibe una llamada o mensaje de esa misma persona”. 

(FUENTE: infocatolica.com)

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