lunes, 3 de octubre de 2016

Las enfermedades que esconden las bibliotecas


Cada vez que se abre un libro hay un riesgo. Lo mismo sucede cuando se trabaja con archivos en papel u otros materiales similares. Afecciones pulmonares, ataques bacteriales y un sinfín de hongos de distinto tipo pueden afectar al ávido lector en su casa o en una biblioteca.

Esas bacterias también pueden terminar con el libro y contaminando todo el espacio.

Yerko Quitral era jefe de microbiología clínica de un hospital de Santiago de Chile cuando descubrió los riesgos sanitarios que había en los archivos, las bibliotecas y los museos.

Ahora está a cargo del archivo personal del escritor Pablo Neruda que incluye siete mil libros y objetos personales en el Archivo Andrés Bello de la Universidad de Chile. Está en Montevideo para dictar una conferencia en el VIII Encuentro Latinoamericano de Bibliotecarios, Archivistas y Museólogos que se desarrolla hasta el miércoles.

En su trabajo usa un equipo similar al que tenía en el hospital. Guantes, mascarilla y elementos para tomar muestras que luego examina en el microscopio. Intenta así evitar que las bacterias y hongos afecten el acervo y la salud humana.

Investigadores, estudiosos, archivólogos o simples lectores pueden terminar con alergias, otitis, infecciones oculares y hasta asma crónica, si no se toman precauciones. "Esto puede pasar cuando un libro no está almacenado en forma correcta, como puede ser en lugares húmedos, con roedores o parásitos. Esas infecciones pueden terminar en el ser humano", explicó Quitral.

El experto advierte que en las casas de familia el riesgo puede ser mayor porque hay más focos de contaminación. Calderas, calentadores, el baño, cañerías en mal estado y otros lugares húmedos que son focos que terminan predisponiendo a distintos tipos de alergias.

Quitral recomienda hacer un esfuerzo para la preservación del estado del libro y la salud de la persona que lo manipula. "Hay que tener un control ambiental de las colecciones, la humedad tiene que ser constante y no tenga variaciones porque es allí donde se gatilla la aparición de hongos", señaló.

Además, propone mantener el material en una zona aireada y hacer una limpieza con paños secos para evitar el ingreso de más humedad en los libros. "Cuando se le agrega humedad a un libro se está predisponiendo a que crezcan microorganismos de cualquier tipo", dijo.

Tapabocas.
La directora de la Biblioteca Nacional, Esther Pailos, afirmó que el "mayor tesoro" del organismo son "sus funcionarios". No obstante, admitió que "cuesta que la gente se ponga tapabocas".

El material se guarda en cajas libres de ácido para evitar daños. "No existe biblioteca sin hongos, el experto chileno (Quitral) se está reuniendo con nuestros técnicos para realizar pequeños cambios", aseguró.

La bibliotecóloga mencionó que en el acervo del museo de la Biblioteca Nacional se conservan joyas como una Biblia de Lutero del siglo XVII, la primera edición de la Enciclopedia Francesa de Diderot (siglo XVIII), una colección de 27 tomos de los grabados de Piranesi (siglo XVIII), entre otros.

Tutankamón y su terrible maldición.
Ocho de las personas que abrieron la tumba del faraón egipcio Tutankamón, murieron en el año 1922, días o semanas después del hallazgo. La ciencia explicó que al abrir la cámara los hongos ingresaron a las vías respiratorias de los arqueólogos y sus ayudantes.

(FUENTE: elpais.com.uy)

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