jueves, 22 de octubre de 2015

Exorcismos y abusos de menores aumentan al doble en Londres


El 25 de febrero del 2000 Victoria Climbié, una niña de 8 años que había nacido en Costa de Marfil pero vivía desde hacía algunos años en Londres junto a su tía abuela Marie-Thérèse Kouao, murió en el céntrico Hospital de St. Mary de la capital. Había llegado un día antes a ese centro de salud semiinconsciente y con hipotermia, fallas múltiples de órganos y desnutrición.

En la autopsia posterior a su muerte los médicos encontraron 128 lesiones en todas las partes de su cuerpo. La pequeña había sido quemada con cigarros, atada por periodos de más de 24 horas, privada de alimentos y agua, y golpeada salvajemente con cadenas de bicicletas, martillos y alambres. El patólogo a cargo del caso informó que fue el peor de los casos de abuso físico deliberado contra un niño que había visto.

Victoria falleció el mismo día en el que la Iglesia Universal del Reino de Dios, ubicada al norte de Londres, tenía previsto celebrar un servicio “para echar al demonio de ella y exorcizarla de espíritus diabólicos”.

En su diario, la pareja de Marie-Thérese, el ghanés Carl Manning, describió a Victoria como “Satanás” y dijo que no importaba cuán fuerte le pegara, “ella no lloraba o mostraba signos de estar herida, porque estaba poseída por malos espíritus”.

El 12 de enero de 2001 ambos adultos fueron hallados culpables y sentenciados a cadena perpetua. El juez señaló: “Lo que Victoria soportó fue verdaderamente inimaginable; un infierno en vida que se prolongó por meses, hasta su muerte espantosa”.

Ese fue uno de los casos más publicitados de abusos físicos a un menor por actividades de brujería y exorcismo registrados en el Reino Unido, dando cuenta de las enormes fallas no sólo de la policía –que no fue capaz de intervenir en el caso a pesar de estar al tanto de abusos a la pequeña–, sino también de los servicios sociales y agencias de protección a menores.

De hecho, el domingo 11 Scotland Yard, encargada de la seguridad en Londres, confirmó que se está dando un peligroso aumento en el número de abusos a menores en la capital británica que involucraron actos salvajes de brujería, nigromancia o exorcismo.

La Policía Metropolitana indicó que una unidad especializada en el tema compuesta por detectives y peritos forenses, investigó al menos medio centenar de casos durante 2014, más del doble que el año previo.

La unidad policial, llamada “Proyecto Violeta”, recibió denuncias por unos 60 incidentes desde comienzos del año hasta octubre, indicando que la tendencia “va peligrosamente en aumento”.

Scotland Yard también indicó que en 2014 se denunciaron 46 casos de abusos a menores vinculados a actos de brujería; en 2013 fueron 21 y en 2012 sólo 10.

Los expertos consideran que muchos casos de abusos que involucran brujería o exorcismo no son reportados o denunciados, y quedan sin ser penados por la ley.

Salvajismo

En 2010 Kristy Bamu, un joven de 15 años, fue salvajemente golpeado por su hermana Magali Bamu, y la pareja de ella, Eri Bikubu.

Bamu había sido acusado por Bikubi de estar poseído por “espíritus malignos y por el demonio mismo”, y luego fue golpeado con martillos, piedras y vidrios rotos, antes de ser ahogado en la bañera de su hogar, el 25 de diciembre de ese año, durante sesiones de tortura para “exorcizarlo”.

Kristy también había sido llevado a una iglesia neo-pentecostal de Londres “para que le sacaran el demonio del cuerpo”.

Cuando el adolescente fue encontrado por los servicios de emergencia londinenses, su cabeza, cara, espalda y brazos estaban cubiertos de cortes profundos hechos con objetos punzantes, y le faltaban algunos de los dientes.

El médico forense a cargo del caso cifró en 101 las heridas en el cuerpo de Kristy, a las que señaló junto al ahogamiento como principales causas de muerte.

Magali Bamu y Eri Bikubu, ambos originarios de la República Democrática del Congo, fueron condenados a cadena perpetua por el asesinato del joven, cuyo rostro se volvió emblema del sufrimiento padecido por menores víctimas de abusos físicos vinculados a casos de brujería y exorcismo.

Durante el juicio, los miembros del jurado escucharon que Kristy padeció tal dolor físico después de tres días de ataques por parte de Bikubi y Bamu, –quienes utilizaban cuchillos, palos, barras de metal, un martillo y un cincel–, que “rogó desesperadamente morir” antes de ahogarse en la bañera.

Para las autoridades de la causa las agresiones sufridas por la víctima fueron “un prolongado ataque de un salvajismo y una brutalidad inconcebibles”.

El maltrato infantil en cualquier forma, incluida la basada en la creencia en la brujería o posesión de los espíritus, “es un crimen horrendo que es condenado por la gente de todas las culturas, las comunidades y la fe, y nunca es aceptable en ninguna circunstancia”, destacaron.

En 2001, agentes de la policía de Londres descubrieron el torso de un niño negro de 4 años flotando en el río Támesis, y luego de realizarle los estudios de ADN, llegaron a la conclusión de que el menor, a quienes los investigadores llamaban Adán, había sido víctima de un sacrificio ritual, con posterior desmembramiento. También detectó que el pequeño había sido obligado a comer piedras, huesos y piezas de oro antes de morir.

En ese momento, los detectives londinenses advirtieron sobre la desaparición de 300 niños de origen africano, principalmente en la zona de Londres.

Otro caso muy notorio por brujería fue el de una niña de ocho años procedente de Angola, abusada y torturada en Londres por la mujer que la cuidaba: Sita Kisanga, de 35 años.

En 2001 un tribunal condenó a Kisanga a cadena perpetua luego de considerarla culpable por abusos físicos, lesiones graves y prácticas de torturas a la pequeña, a quien la mujer consideraba una “bruja”.

La niña angoleña había llegado a la capital británica luego de la muerte de sus padres, acompañada por una tía que se declaró su madre cuando pidió asilo. Kisanga y su hermano Sebastian Pinto asistieron a la tía de la huérfana en las sesiones de tortura a la niña “poseída”. Las autoridades encontraron a la niña casi muerta de frío y hambre en el hueco de la escalera de un edificio de Hackney, al este de la capital. La menor sufrió durante meses cortes, golpes con cinturón y con tacones altos y delgados de zapatos de mujer. Los cortes eran hechos con perversa armonía: los forenses determinaron que los había agrupados en idéntica forma de a dos y de a tres cortes en la zona del abdomen. Según la niña, una vez, semidesnuda, sus verdugos la metieron dentro de la bolsa de la ropa sucia y la amenazaron con tirarla al río.

Kisanga era miembro activo de la Iglesia del Combate Espiritual de Dalston, al este de Londres. Se estima que en la capital británica hay al menos unas 300 iglesias de este tipo, apoyadas por comunidades originarias de países del oeste de África, que creen en ciertas formas de exorcismo como castigo para los “endemoniados”.

“Niño demonio”

El grupo policial Proyecto Violeta tiene como principal objetivo combatir los abusos físicos vinculados con rituales religiosos, los cuales son en la gran mayoría de casos contra menores.

Terry Sharpe, detective a cargo de dichas investigaciones, sostuvo que el número de incidentes “sigue siendo pequeño en número”, aunque alertó que los incrementos “son significativos”.

Sharpe detalló el caso de un menor de 9 años que fue llamado “niño demonio”, y expulsado de su casa por sus propios padres. El pequeño fue hallado semanas después por trabajadores sociales, descalzo y hambriento caminando solo por la calle.

Otro caso involucró a una madre que creía su hijo era el diablo “poseído por espíritus malignos”, y como consecuencia de ello trató de morderlo y lastimarlo salvajemente.

El detective a cargo de las investigaciones explicó que en algunos casos se reportan abusos físicos y golpizas, pero aclaró que también se registraron homicidios.

Sharpe indicó que algunos pequeños cuyos padres creen están “endemoniados” o “invadidos por malos espíritus”, reciben fuertes golpizas o se les frota pimientos picantes en los ojos como parte de salvajes rituales de exorcismo.

En ese sentido, Debbie Ariyo, fundadora del grupo benéfico Africanos unidos contra abusos a menores, dijo que en distintas iglesias africanas del Reino Unido existen muchas veces motivaciones financieras detrás de los casos.

“El pastor dice que hay un demonio en la congregación, mira desde el púlpito a los feligreses y señala a un niño: ello significa una humillación pública para la familia en cuestión”, subrayó la experta. “El siguiente paso es el exorcismo, que no se hace gratis. Es un engaño para generar dinero”, agregó.

Ariyo pidió no ver el problema como único en las comunidades africanas, y dijo que hay víctimas de otros credos y etnias, incluidas de América Latina, especialmente de países donde se mantienen creencias de brujería y exorcismo.

La experta mostró además preocupación por la falta de conocimiento de parte de profesionales que están a cargo de cuidar y proteger a menores en el Reino Unido.

“En julio pasado organizamos seminarios y cursos de entrenamiento para trabajadores sociales, maestros y abogados. La mayoría de ellos desconocía lo que era la brujería o actos de exorcismo, y menos aún cómo lidiar con esos incidentes”, destacó.

Datos obtenidos por la Radio 5 de la BBC concluyeron que la mitad de las fuerzas policiales de Gran Bretaña no registran dichos abusos y agregó que sólo dos fuerzas de seguridad en Inglaterra (de Manchester y Northamptonshire) reportaron incidentes de esa naturaleza en los últimos tres años.

En 2014, el Comité de los Derechos del Niño de Naciones Unidas (CDN) confirmó que cientos de menores son secuestrados en África y trasladados ilegalmente al Reino Unido para participar de rituales de brujería. Dicho organismo internacional instó al gobierno británico a hacer más para detener esa “forma brutal” de tráfico humano”.

“Estamos muy preocupados por reportes que indican que cientos de niños fueron secuestrados de sus familias en África, y traficados al Reino Unido, especialmente a Londres, para ser obligados a participar de rituales religiosos”, afirmó Kirsten Sandberg, jefa del CDN y exjueza de la Corte Suprema de Justicia de Noruega.

Tras las denuncias, una vocera del gobierno en Londres emitió un comunicado que advertía: “Nada es más importante que el bienestar de los niños”.

“Ningún sistema de creencias puede justificar abusos a menores, es inaceptable en cualquier forma. Y aquellos responsables por abusos a niños vinculados a rituales o creencias religiosas serán juzgados bajo la misma legislación que condena a las personas que abusan o matan a menores por otras razones”, concluyó.

(FUENTE: zocalo.com.mx)

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