viernes, 10 de octubre de 2014

Las más temibles historias de fantasmas, asesinos y envenenadores de la Ciudad de Buenos Aires


"Rufina Cambaceres, la joven que murió dos veces" -el mismo día en que cumplió 19 años, el sábado 31 de mayo de 1902- es la historia que abre la sección de Leyendas urbanas de la compilación de Zigiotto y con la que comenzó el recorrido del bus, en el Cementerio de Recoleta.

Muchas son las versiones sobre la muerte de la llamada "Dama de blanco": las leyendas hablan de que murió por asfixia a raíz de una catalepsia; de un paro cardíaco, aferrada a los barrotes del portón del cementerio, pidiendo ayuda; y de que la habría matado su madre con una sobredosis de somníferos, para salir de jarana con su novio.

Con esa pesada leyenda gravitando sobre los hombros de los pasajeros y con las luces apagadas el micro partió, lo que creaba un clima especial y llevaba a soñar con la Buenos Aires antigua, sus calles de tierra, carruajes y posibles asesinos escondidos en cualquier esquina.

El relato, a cargo de Alejandra Parets, estuvo acompañado por la misma música tenue utilizada en las mejores películas de terror; y las historias se encadenaban una tras otra, de la misma manera que en el libro publicado por Ediciones B.

Desde "El bebé en el horno" o de cómo una niñera cocinó a la criatura y se las ofreció como banquete a sus amos, padres del angelito sacrificado; pasando por "La trágica historia de Felicitas Guerrero" hasta los fantasmas del populoso Teatro Maipo; Zigiotto incluyó en este volumen casos policiales de todos los tiempos, quizá los más emblemáticos sean los de Yiya Murano y Juan de Osorio, el primer descuartizador porteño.

Sin embargo, el autor que basó sus últimas investigaciones en casos sobrenaturales descree de éstos: "Nunca vi un fantasma, soy bastante incrédulo y hay muchas historias que son muy inverosímiles así­que ni las puse, como el caso del unicornio de Costanera Sur", dispara.

"Los porteños no conocemos Buenos Aires del todo y este libro ayuda a percatarnos de esos rincones por los que pasamos todos los días sin saber su historia", señala el periodista a quien le llamó la atención la trilogía de los Alzaga, una poderosa familia argentina envuelta en casos policiales a los largo de generaciones, cuya historia incluyó en la sección Crímenes porteños.

El primero fue Francisco de Alzaga, quien junto a dos amigos secuestró a un comerciante porque estaba en la ruina y quería el dinero del rescate; otro que estuvo metido en líos de manera indirecta, pero lío histórico al fin, fue su sobrino Martín, marido de Felicitas Guerrero; a la vez que otro sobrino, Alberto, murió en manos de un joven en la década del 30.

"Soy curioso por naturaleza, visito mucho los archivos y descubro siempre cosas nuevas. Hay gente que me trae sus historias, algunas las investigo. El problema es que acá no se conservan mucho los diarios y en las bibliotecas no está todo lo que se necesita, cuesta y lleva mucho tiempo investigar", explica Zigiotto.

Acompasando el viaje en colectivo, el investigador dice que "siempre" intenta "tirar los mitos abajo", como el de la Facultad de Ingeniería, "que cuenta que su arquitecto se suicidó porque hizo mal los cálculos y nunca se puedo terminar el edificio, cuando en realidad nunca se mató y tampoco el edificio fue pensado para esa casa de estudios".

Ya en el barrio de Retiro y con los ojos bien abiertos tras tantas historias tenebrosas relatadas, el micro detuvo su marcha en Suipacha al 1400, donde se alza el majestuoso Palacio Noel que alberga al Museo Isaac Fernández Blanco y sus fantasmas.

El tour iba llegando a su fin, los años y crímenes se sucedían en la voz de Parets hasta llegar a finales de los 70 cuando una mujer envenena por ambición de dinero a tres amigas. Su nombre: Mercedes Bernardina Bolla Aponte de Murano, alias Yiya o simplemente "La envenenadora de Montserrat", que vivía un edificio sobre calle México a metros de 9 de Julio.

Cuatro mujeres elucubrando cómo ganar dinero en época de bicicletas financieras. Yiya que jugó a ser una afortunada prestamista, prometió un negocio absolutamente rentable y sus amigas de toda la vida le creyeron: Vendieron autos, propiedades, joyas y cuando Yiya no pudo devolver las ganancias prometidas, las invitó una a una a tomar té con masitas y así fueron muriendo, envenenadas con cianuro.

La piel de los pasajeros de este peculiar tour literario se erizó con detalles de crímenes como los del desalmado Domingo Cayetano Grossi, del Palacio encantado de Belgrano o devaneos respecto a si Jack el Destripador era o no argentino; un viaje por historias oscuras que aún resuena en el corazón de los presentes.

(FUENTE: telam.com.ar)

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