Lila Sánchez y Edwin Vargas se casaron hace dos años. Basta ver las miradas que se lanzan para saber que están enamorados. Él le dice cosas a ella al oído y ella siente una especie de vacío en el estómago y se ríe tímidamente.
Lila describe el amor que se tienen de la siguiente manera: “Él estaría dispuesto a hacer lo mismo que yo estaría dispuesta a hacer por él. Pero es un amor libre, sin ataduras”.
Edwin, por su parte, dice que “a veces ella ya sabe lo que estoy pensando; nos complementamos casi sin hablar”. Sus testimonios, que bien podrían caber en una de las famosas novelas románticas de la escritora Corín Tellado, son un buen ejemplo de lo que sienten las personas en una fase inicial del amor. Se cree que esta sensación tan fuerte dura, aproximadamente, tres años.
Este sentimiento, que suele relacionarse con el romanticismo, con la euforia y con la emoción, tiene varias etapas, sus altos y sus bajos, pero cuando logra trascender, madurar y pasar por encima de discusiones y problemas, puede convertirse en algo que perdure en el tiempo.
De acuerdo con la psicóloga clínica de la Universidad de los Andes Diana María Agudelo Vélez, “lo primero que aparece es una fase de enamoramiento, de seducción. Esto hace que las personas sean mucho más tolerantes con pequeñas o grandes diferencias y que minimicen su impacto”.
En ese sentido, Victoria Eugenia Cabrera García, profesora e investigadora del Instituto de la Familia de la Universidad de la Sabana, explica que “la fisiología del cuerpo humano contribuye al enamoramiento, porque se segregan una cantidad de neurotransmisores en el cerebro que ayudan a que las personas se atraigan entre sí. El verdadero amor comienza cuando la persona evalúa su situación y decide si quiere comprometerse y dar un paso más allá. Esta es una decisión voluntaria e inteligente”.
Adiós al enamoramiento
Una vez las personas comienzan a vivir juntas o se casan, ese sentimiento tan profundo se va transformando y el enamoramiento desciende para prestarles atención a otras actividades diferentes a la vida en pareja, como el trabajo, los proyectos personales, los hijos, entre otros. “La convivencia –asegura Agudelo– hace que las diferencias se acentúen, pues hay mucho más tiempo compartido. Hay una reorganización en la distribución de la atención, de tal forma que no está exclusivamente dirigida a la pareja. Esto tiene explicaciones biológicas como el principio de adaptación: no podríamos vivir, ni ser productivos con el nivel de activación física y emocional que hay en ese período inicial”.
Michael Hogan, doctor en psicología y columnista de la reconocida revista Psychology Today, explica en una columna que “la mediana edad es considerada como un período estresante para las parejas, debido a compromisos como el trabajo, el cuidado de los hijos, los problemas financieros y familiares”.
Cada relación es diferente. Es por esto que las personas descubren con el tiempo estrategias para evitar que su relación se hunda o quede en el olvido. Los actores Paola Rey (será una de las protagonistas de la adaptación de la serie ER para Colombia) y su esposo, Juan Carlos Vargas (está trabajando en El Capo y el otro año participará en una serie para Fox), llevan siete años de casados y tienen un hijo de un año y un mes llamado Oliver, y aunque –como reconocen los dos– los problemas no han faltado, han encontrado la forma de tener una relación que describen como tranquila.
“El amor y la pasión –reconoce Juan Carlos– son algo cíclico, hay momentos en que la pareja está enfocada cada uno en su mundo, en su trabajo; a veces hay tiempo para el romance, pero ahorita nuestra vida gira alrededor de Oliver. Creo que en los momentos difíciles es bueno no darles importancia a las cosas negativas, sino darte cuenta de las cosas buenas de la vida, y yo valoro mucho a Pao y a mi hijo. Hay que ser tolerantes y pacientes”.
Paola, por su parte, dice que siempre ha creído en los cuentos de hadas, y aunque la vida le fue mostrando que el amor no es como lo pintan, con Juan Carlos se dio cuenta de que sí se puede creer en este sentimiento: “El amor no es un cuento rosa, es un cuento arcoíris, si no pones de tu parte, si no te esfuerzas, pues nadie te va a hacer feliz. Creo que con el tiempo se puede hacer más profundo, porque al principio es algo superficial, porque no te has involucrado en la vida de la otra persona, pero cuando vives con ella no hay máscaras, y ahí es cuando es importante la comunicación –explica Paola–. Esto no se trata de aguantar, ni hacer de la otra persona algo que no es, porque algún día vas a explotar. Se trata de dialogar con tu pareja, llegar a acuerdos y crecer mutuamente”.
Precisamente, un error que cometen muchas parejas es tratar de cambiar a la otra persona. Álvaro Gallo Ospina, experto en consejería familiar, asegura que “cuando se empiezan a exigir cambios se genera un tipo de rechazo. Al otro hay que aceptarlo, estimularlo a crecer, valorarlo, respetarlo, pero hay que entender que esto es un proyecto conjunto; no se trata de que mi pareja sea responsable de mi felicidad”.
Amor duradero
Con los años van a haber picos altos y picos bajos en el amor. En esos momentos es cuando más hay que trabajar en la relación para así no ‘botar la toalla’, como se dice coloquialmente. “Hay que trabajar con compromiso personal; no espere que el otro diga o haga todo –explica Cabrera–. Ejecute acciones o expresiones de afecto que sabe que le van a gustar a su pareja y que pueden ser un bálsamo para la relación”.
La experta añade que el amor eterno sí puede existir, siempre y cuando cada quien lo quiera así y ponga de su parte. “Si una relación se cultiva, se busca la forma de que ambos estén satisfechos y tenga un alto nivel de calidad y compromiso, pues el amor no se va a acabar. Pero cuando las parejas no tienen estos ingredientes, yo les creo cuando dicen que el amor se les acabó”.
El periodista Gustavo Gómez (conductor de Hoy por Hoy en Caracol Radio y Cero Noticias, por el Canal Uno) y su esposa Ligeia Ospina, quien toca la viola en la Orquesta Filarmónica de Bogotá, se casaron en diciembre de 2003, aunque ya llevaban unos años viviendo en “delicioso pecado”, como dice Gustavo. Esta pareja parece haber encontrado en el humor una buena fórmula para tener un amor duradero. “Todavía me ‘mama gallo’ y yo, después de tantos años, me lo creo”, dice Ligeia. Gustavo dice, con su acostumbrado humor, que “ella sabe hacerme bien los chorizos y yo la hago reír sin contar chistes”.
Cuando se ponen más serios, ella termina por aceptar que la ‘receta’ de su matrimonio es “el respeto, la complicidad y la búsqueda de espacios para los dos, donde podamos disfrutar las cosas que siempre nos han unido”. Gustavo hace una analogía con un deporte: “El amor va superando etapas y pruebas de montaña, como en el ciclismo. La diferencia está en que en el matrimonio es más importante la camiseta de la regularidad que el efímero momento en el podio de los ganadores”.
Usualmente las parejas que tienen este amor estable entienden que las necesidades de la otra persona cambian con el tiempo y que las relaciones son dinámicas. Kate Burke, candidata a doctorado en psicología clínica de la Universidad Nacional de Irlanda, en Galway, realizó una investigación para identificar qué elementos románticos consideraban importantes las parejas jóvenes y adultas dentro de una relación afectiva.
Los elementos que resaltaron las parejas adultas fueron: la honestidad, la comunicación, el compañerismo, el respeto y la actitud positiva, mientras que para las parejas que llevan menos años los aspectos más importantes fueron: el amor, la comunicación, la confianza y la atracción y la compatibilidad.
Es así como Silvya Castro, administradora agropecuaria, y Juan Fernando Rozo, zootecnista, han logrado tener un matrimonio con tres hijas que hace poco más de un mes llegó a los 29 años. “Cuando uno se casa es muy ingenuo, pero con el tiempo te das cuenta de que a pesar de los momentos difíciles que hemos vivido, el acompañamiento de la otra persona, que está contigo por amor, es muy importante. No son palabras; son hechos. Me he dado cuenta de que tengo un maridazo ni el berraco”, dice Sylvia.
Juan Fernando piensa que el diálogo y la tolerancia son muy importantes: “En un principio todo son mariposas en el estómago, luego tienes que pensar dónde y de qué vas a vivir, luego llegan los hijos y la crianza, y la pareja queda un poco al lado. Ahora se casa una de nuestras hijas y estoy un poco triste, pero es otro escalón en la vida y nos lo vamos a gozar: vamos a viajar, a hacer más cosas en pareja y a salir con los amigos. Es retomar la vida que teníamos cuando nos conocimos, pero ya más maduros”.
Parejas como las de Sylvia y Juan Fernando nos demuestran que, a pesar de las dificultades, el amor, con sus subidas y bajadas, con sus transformaciones y cambios, sí puede sobrevivir a lo largo de los años.
“Cuando los objetivos que se plantearon al inicio de una relación ya están alcanzados, cuando los hijos están emancipados, las parejas pueden volver a una situación similar a la que tenían en su estado inicial de la relación –concluye Agudelo–. Esto no indica que el vínculo haya quedado suspendido; significa que su amor está en función de un proyecto de vida y de unas metas, lo cual supone ciclos en la relación, donde pueden aparecer altibajos y se aprende a compartir y a disfrutar aspectos como la compañía y la solidaridad del otro”.
(FUENTE: eltiempo.com)
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