jueves, 25 de septiembre de 2014

Ahuyenta a un demonio durante la Santa Misa


Sacerdote estadounidense narra como ahuyentó a un demonio durante la Consagración de la Eucaristía. La historia no es más que una prueba de la Presencia Real de Nuestro Señor.

Monseñor Charles Pope es un sacerdote de Chicago que cumple las funciones de párroco en la Iglesia del Santo Consuelo-San Cipriano en Washington D.C. Monseñor Pope es también un escritor excepcional, y a través de un blog de la archidiócesis de Washington, comparte sus experiencias con miles de personas que siguen con gran entusiasmo sus reflexiones diarias.

En el breve artículo que traducimos a continuación, Monseñor Pope nos adentra en una profunda reflexión, nacida desde una experiencia vital de la presencia de Nuestro Señor, que tras leerla, no podemos más que fortalecer nuestra Fe.

«Hace un par de años escribí acerca de una experiencia inusual. Durante una misa que oficiaba, había una persona que estaba atribulada por un demonio, y los demonios se manifestaron durante la Consagración, haciendo que la persona saliera corriendo de la Iglesia. Más acerca de eso en un momento.

Había pensado en ese incidente, de hace tiempo, en relación con los eventos ocurridos actualmente en la ciudad de Oklahoma, donde un culto satánico robó la Eucaristía de una parroquia católica y anunció sus planes de profanarla en una misa satánica en septiembre. El arzobispo Paul Coakley ingresó una demanda, pidiendo al juez que parara la profanación a través de requerir al grupo que devolviera la propiedad robada. Indicaba en la demanda, que la Hostia sería profanada de las formas más vilmente imaginables como un ofrecimiento en sacrificio a Satanás.

Un portavoz del grupo satánico, Adam Daniels, dijo: “lo básico de la ‘misa’ (satánica) es que tomemos la hostia consagrada y lo demos como ‘bendición’ u ofrecimiento a Satanás. Lo estamos censurando (creo que quiere decir ‘incensando’), haciendo todas las cosas que normalmente se hacen para bendecir un sacrificio, que es, evidentemente, la Hostia Cuerpo de Cristo. Después tomamos éso y la reconsagramos, o lo hace el Diablo…”

(Los comentarios entre paréntesis son anotaciones del autor).

A la luz de la amenzante demanda, el grupo regresó la Hostia Consagrada a la Iglesia. Gracias a Dios. Pero, ¿notasteis la certificación del portavoz satánico con respecto a la Hostia: “que es, evidentemente, la Hostia Cuerpo de Cristo”?

Por más grave y triste que haya sido este incidente (y no fue el primero), estos satanistas obviamente consideran que la Eucaristía Católica es el Cuerpo de Cristo. A menos que me haya perdido de algo, no han habido intentos por parte de los satanistas de usar una hostia metodista, o una episcopal, o una baptista, o una luterana, etc. Es la Hostia Católica lo que buscan. Aquí está entonces una afirmación de la Escritura que dice: “Hasta los demonios creen – y tiemblan” (Santiago 2:19).

En otra parte, la Escritura habla de un demonio que afligía a un hombre entre las tumbas, y cuando vio a Jesús de lejos, corrió y lo alabó (Marcos 5:6). Y en el Evangelio de Lucas, los demonios también salieron llorando: “¡Tú eres el Hijo de Dios!”; pero Él les había reprendido y no los dejaba hablar, porque ellos sabían que Él era el Cristo (Lucas 4:41-42).

Ciertamente, como muchos que han visto un exorcismo pueden atestiguar, hay una fuerza maravillosa en el agua bendita, en las reliquias, la Cruz del exorcista, el tacto de la estola del sacerdote, y muchas cosas más, en afligir demonios e instándolos a retirarse. A pesar de ésto, muchos católicos y otros no consideran estos sacramentales (al igual que los Sacramentos), usándolos sin cuidado, en extrañas ocasiones, o en ninguna. Mucha gente, incluso católicos fieles, los consideran de poca significación. Pero los demonios no. Lamentablemente, los demonios muchas veces manifiestan mayor fe (provocada por el miedo) en estas cosas que los mismos creyentes que deberían reverenciarlas, provocados por una amorosa Fe. Inclusive este satanista en Oklahoma reconocía que Jesús está verdaderamente presente en la Eucaristía y por ello busca una Hostia, aunque obviamente para propósitos nefastos y perversos.

Y eso me lleva a una historia personal que publiqué hace bastante tiempo. Aquí está un extracto de esa obra:

Fue hace casi 15 años. Estaba en la antigua Iglesia de Santa María, aquí en Washington D.C., celebrando misa en latín (la forma extraordinaria). Era una misa solemne. No creo que la considerara de manera distinta a la mayoría de los domingos, pero algo bastante asombroso estaba apunto de suceder.

Como quizás sabéis, la misa antigua en latín se celebra “ad orientem” (hacia el este litúrgico). El sacerdote y el pueblo miran todos en una dirección. Lo que esto significa para el celebrante, en términos prácticos, es que la gente está detrás de él. Era el momento de la Consagración. Para este momento, se manda al sacerdote doblar en arco los antebrazos sobre el altar, y tomar la Hostia con sus dedos.

Como es mandado, las venerables palabras de la Consagración fueron dichas en un tono de voz bajo pero claro: “Hoc est enim Corpus meum (Este es mi cuerpo). Las campanas sonaban mientras yo hacía la genuflexión.

Pero detrás de mi había una especie de perturbación; una agitación o sonido de crujido salía de los primeros bancos detrás mío a mi derecha. Y después un gemido o quejido. “¿Qué fue éso?”, me pregunté. En verdad no sonaba como un sonido humano, sino más bien como el gemido de un gran animal, como un jabalí o un oso, acompañado de un sollozo quejumbroso que tampoco sonaba humano. Elevé la Hostia y nuevamente me pregunté, “¿Qué fue éso?”. Después silencio. Como celebrante de la misa antigua, no podía voltearme fácilmente para mirar, pero aún así pensé: “¿Qué fue éso?”

Era el momento de la consagración del Cáliz. Nuevamente, me arqueé, pronunciando clara y nítidamente, pero en voz baja: “Hic est enim calix sanguinis mei, novi et æterni testamenti; mysterium fidei; qui pro vobis et pro multis effundetur in remissionem pecatorum. Haec quotiescumque feceritis in mei memoriam facietis (Éste es el cáliz de mi Sangre, de la nueva y eterna alianza, el misterio de Fe, que será derramada por vosotros y muchos para el perdón de los pecados. Cuando hagáis ésto, hacedlo en mi memoria).

Después escuché otro sonido, esta vez un gemido innegable, y después un alarido, mientras alguien gritaba: “¡Déjame solo Jesús! ¿Porqué me torturas?”. De pronto, había un ruido forcejeante y alguien corrió hacia afuera gruñendo como quien ha sido lesionado. Las puertas traseras se abrieron violentamente y después se cerraron. Después silencio.

Conclusión: no podía girarme para mirar, ya que estaba elevando el Cáliz justo sobre mi cabeza. Pero supe en un instante que algún alma atormentada por un demonio se había encontrado con Cristo en la Eucaristía y no podía suportar su Presencia Real desplegada para que todos vieran. Y recordé las palabras de la Escritura: “Hasta los demonios creen y tiemblan” (Santiago 2:19).

Arrepentimiento. Pero justo cuando Santiago usaba esas palabras para reprochar la Fe débil de su rebaño, yo también me tuve que arrepentir. ¿Porqué estaba un hombre inquietado por un demonio más consciente de la Verdadera Presencia y más impactado por Ella que yo? Se conmovió en un sentido negativo y corrió.

¿Porqué no estaba yo más conmovido en un sentido positivo pero comparable? ¿Qué hay de los otros creyentes en los bancos? No dudo que todos nosotros creyésemos intelectualmente en la Presencia Real, pero hay algo muy diferente y mucho más maravilloso en ser conmovido hasta las profundidades de nuestra alma. Es fácil para nosotros estar adormitados en presencia de los Divino, de ser olvidadizos de la milagrosa y asombrosa Presencia disponible para nosotros.

Que quede constancia que en ese día, hace casi quince años, me quedó muy claro que sostuve en mis manos al Señor de la Gloria, al Rey del Cielo y la Tierra, el justo Juez y Soberano de los reyes de la tierra. ¿Está el Señor realmente presente en la Eucaristía? Más vale que lo creas; ¡hasta los demonios lo creen!»

(FUENTE: infovaticana.com)

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