miércoles, 6 de marzo de 2013

Todo artista es un chamán


Las relaciones entre artistas y chamanes, esto es, las concomitancias que puede haber entre la función del chamán y la del artista, la del la religión y la del arte, es muy antigua, tanto que en las figuras de Lascaux y Altamira las dos funciones equivalen a la misma. De ese concepto, por otro lado extraído de la vuelta a la cosa que supuso el Romanticismo y el descubrimiento de la importancia de los elementos dionisiacos en la cultura griega, fascinación que está en la gestación suntuosa de El origen de la tragedia, de Nietzsche, se ha valido esta exposición que podrá contemplarse hasta el 19 de mayo en la sede madrileña de Caixa Forum. Maestros del caos: artistas y chamanes, pues, recupera esa vieja, muy vieja distinción entre luz y tinieblas, entre orden y caos, entre apolíneo y dionisiaco, esa distinción binaria en eterna lucha que ya vislumbraron también nuestros ancestros culturales, los presocráticos y que está presente en la conformación de todas las culturas.

En realidad es una exposición muy de estos tiempos, donde se intenta suplir con cierta imaginación el recorte presupuestario que han sufrido las muestras habituales. Ahora, con tres espectaculares al año las expectativas se cumplen, el resto tiene que darse a conocer a fuerza de imaginación y cierto coraje. No hace falta decir que son justo este tipo de exposiciones las más atrayentes y las que están marcando las normas por las que se van a regir éstas en un futuro ya que es evidente que hay en realidad muy poca imaginación en hacer una muestra enorme de, pongamos por caso, Miguel Ángel. Lo único que hace falta son recursos.

Digo, el fenómeno rebasa con mucho el ámbito de nuestras fronteras. Ahora, en París, hay una exposición en el Museo d ´Orsay, El ángel de lo terrible, que tiene que ver mucho con esta de Caixa Forum pero circunscrita a la extravagancia y al lado oscuro, a las tinieblas presentes en la Modernidad, en un período que se extiende de Goya a Max Ernst, es decir, el Romanticismo y sus secuelas, con las vanguardias. Maestros del caos, que ha comisariado Jean de Loisy, presidente del centro de arte de Tokio en París, es más generalista, tanto que se extiende a un periodo de tiempo que se puede contar en milenios, pero por eso mismo cumple a la perfección con sus objetivos, producto de un interrogante muy pertinente y que si bien es cierto que puede dar lugar a una exposición enorme, monstruosa, más completa, incluso inacabable, porque en definitiva gran parte del arte, no digamos el sacro, puede ser considerado como chamánico, también lo es que circunscribiéndose a lo esencial, con un gesto didáctico, han ganado en claridad lo que han perdido en ampulosidad y amplitud. En este sentido bien puede decirse que es una exposición atrayente, simpática.

Jean de Loisy explica la relación entre artistas y chamanes en que “ambos son exploradores de lo humano”, algo demasiado vago pero que incide en el carácter de desvelamiento de la sensibilidad del hombre en su relación con la realidad. Ese carácter tiene que ver mucho con la representación y aquí es donde entra en juego esa relación místico religiosa y el arte. De ahí que en las salas oscurecidas, se de prioridad a espectaculares máscaras chamánicas aunque también de carnaval, algo que choca al espectador en principio pero que luego comprende en aquello que tiene de derivación hacia un ritual que termina por perder el sentido de su origen.

La muestra se compone de 220 piezas, que proceden en su mayoría de colecciones etnográficas de todo el mundo, tal el Museo del Quay Branly de París, que es la institución responsable de la muestra, el Louvre, el Museo de Historia Natural de Nueva York, el Etnográfico de Rusia, el Museo Picasso, el British Museum, el Afrika Museum y el Wereldmuseum de Rotterdam. Ignasi Miró, que es el director del Área de Cultura de la Fundación Caixa ha incidido en el carácter español de la muestra al ofrecer algunas estampas de Los Caprichos de Goya, algún Gutiérrez Solana y cuadros de Picasso, como el delicioso Cabeza de fauno, Barceló, Tápies o una proyección de Sergio Prego.

Por su parte, la representación de artistas extranjeros que se muestran es amplia: destacan las fotografías de Myrian Mihindoy, una serie titulada Déchoucaj, que trata de sesiones de espiritismo haitiano, que son bastante impactantes, desde luego las vasijas de arte clásico, con estampas de las bacanales, y, algo que parece gusta mucho al visitante por lo inesperado, los aditamentos de las fiestas de invierno que se celebran todavía en Austria y Suiza, lugares de montaña, proclives al aislamiento.

Esta exposición, algo ya que parece inevitable, en espera de mejores tiempos, es itinerante, estuvo primero en París y luego en Bonn y, por último, ahora en Madrid. Dividida en tres secciones, El orden imperfecto, El dominio del desorden y La catarsis, juega en realidad con plantilla aristotélica, lo que hace de la muestra algo luminoso respecto al tratamiento de lo oscuro. El lado cromático, salvaje, originario, lo presta el chamanismo, en especial el siberiano, que es el inspirador secreto de todo este asunto, por lo que habría que decir que la muestra ha tratado en todo momento de sacar partido de sus propias carencias, incluida la sesión chamánica de un sacerdote de Togo que realizó un ritual de protección de la exposición contra los malos espíritus. Estos, sin embargo, han venido de parte de los críticos. Arguyen, con razón, que la muestra olvida elementos esenciales de la cosa, arguyen, asimismo, que eso trivializa el conjunto, también que tiene algo de mezcla un tanto desorganizada. Me temo que algo de razón hay en los argumentos de estos espíritus malignos, como siempre han sido los críticos, y eso a pesar del poder del chamán de Togo, pero también es cierto que la muestra es eficaz en lo que tiene de hacer de la necesidad virtud. Acostumbrados como estamos a lo redondo de los presupuestos vastos, se nos aparecen estas muestras con cierta anemia y sus defectos multiplicados como por una lupa. Pero puede ser carencia nuestra en la manera de mirar las muestras que han tenido lugar en los últimos años. En cualquier caso deberíamos irnos acostumbrando a estos recursos… y cada vez pagando más.

La muestra se completa con un ciclo de conferencias, entre las que destacamos las de Ignacio Amestoy sobre teatro, José Jiménez, Antonio Garcia Berrio o Jorge Wagensberg.

(FUENTE: cuartopoder.es)

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