jueves, 19 de abril de 2012

Libro: “Paseando con fantasmas. Antología del cuento gótico”


La editorial Páginas de Espuma, especializada en libros de relatos cortos, acaba de publicar en su colección Voces Clásicas una antología de cuentos góticos, aquellos que invadieron Europa tras “El Castillo de Otranto” de Horace Walpole y que presentaban la cara oscura de la racionalidad del siglo XVIII, que quiso dejar fuera del ámbito humano todo aquello que, al fin y al cabo, pertenece al ser más íntimo del hombre, al más primitivo, y por tanto no se puede despegar de él de manera tan fácil. La clara y precisa introducción de David Roas deja claras la esencia y la evolución del género y su posición en las ideas del siglo, la frase de Madame du Deffand, “No creo en fantasmas, pero me dan miedo” da cabal idea de la fascinación y le mente del siglo. Por supuesto estas tramas de castillos en ruinas, últimos vástagos de una estirpe, pasadizos misteriosos, Edad Media y espectros difusos han quedado irremediablemente anticuadas, sobre todo desde la aparición de Poe y Lovecraft y sus escenarios inconcretos –el terror ahí es la ausencia del fantasma–, pero son curiosos sus argumentos, sus rasgos de estilo, sus personajes. Es un capítulo esencial de la historia de la literatura de occidente. Pasemos a los relatos, están ordenados por orden cronológico y en el primero, de 1773, no hay nada que no aparezca en la tradición española del convidado de piedra, pero el siguiente, ‘El envenenador de Montremos’ ya presenta indicios de motivos que muchos años después utilizará Poe, el del incesto o el de la angustiosa descripción de la tortura. También en ‘Raymond. Un fragmento’ encontramos una obsesión por la esposa muerta afín al poeta de Boston. Es más, ‘El monje del horror’ el tercer relato –estamos hablando de los más puros, los menos contaminados por tópicos del género– hay evidentes anticipaciones a Lovecraft, libros de ocultismo y criptas alteradas que de golpe se quedan sin salida. Dijimos ya que son retóricas ambientaciones lejanas al lector actual, pero también éste encontrará escenas curiosas, tramas de encaje amoroso preromántico, alguna bonita descripción en ‘El castillo de Leixlip’. Pero donde salta de nuevo la sorpresa es en las postrimerías del género, relatos que aparecen cuando Poe ya había publicado ‘Manuscrito hallado en una botella’. En ‘Andreas Vesalius, el anatomista’, situada en un curioso Madrid lleno de almacenes subterráneos de disección de cadáveres, es el de mayor sadismo y en ‘Expedición al infierno’, el preciso encaje estructural entre el sueño y la realidad construye un relato plenamente moderno. Pero el verdaderamente hilarante –casi paródico– es ‘La apuesta del diablo’, en el que sir Roger necesita el rezo de media Ave María para salvarse del infierno, así va apareciéndose a todos sus familiares –genial el sobrino con un canto goliardesco– hasta que logra engañar a su hermano. Efervescente frescura final para un género que ya había dado todo de sí. 

(FUENTE: efeeme.com)

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