lunes, 27 de febrero de 2012

Miles de curanderos sobreviven al desprecio de su Gobierno en Nepal



Nepal, acurrucado en las montañas del Himalaya, es todavía santuario para miles de curanderos como Mohan Rai, que practican sus ancestrales técnicas de curación en ceremonias muy criticadas por el Gobierno maoísta.

Una ceremonia de curación tiene un fuente componente ritual: el chamán, entre música de tambores, pregunta a los espíritus cuál de ellos está causando daño a su paciente y la razón, y luego se disculpa por ello ofreciéndole incienso y frutos.

"Esta es una vocación complicada, y se necesita disciplina y respeto a la naturaleza para ser chamán", explica el chamán Mohan Rai, de 84 años, que inició su aprendizaje en el oficio cuando era apenas un niño, de manos de su padre, tío y abuela.

Rai dirige un instituto al que acuden desde hace tres décadas cientos de antropólogos y pacientes desde todos los rincones del globo para aprender sus técnicas y conocimiento, pero el chamanismo es a la vez objeto de desconfianza popular y del Gobierno.

En Nepal, donde los servicios sanitarios son deficientes y están concentrados principalmente en las áreas urbanas, muchos habitantes recurren a menudo a chamanes locales en su primer intento de poner fin a una enfermedad.

La otra cara de la moneda es que su trato con los espíritus les sitúa en el eje de las supersticiones, y a menudo se registran acusaciones de magia negra y linchamientos como el acaecido la semana pasada en una aldea nepalí.

La víctima, una mujer de 40 años llamada Dhegani Mahato, fue golpeada con piedras y maderos, y posteriormente quemada viva a raíz de que un chamán la acusase de haber hecho brujería con un pariente político y haberle hecho enfermar, según las autoridades.

El chamán y otras nueve personas fueron arrestadas de inmediato por la policía, pero el caso ha llegado a la arena nacional: el primer ministro, el maoísta Baburam Bhattarai, ha hecho un llamamiento a la nación a no creer en chamanes y curanderos.

Según las estimaciones del chamán Rai, para quien el asesino de Mahato era un timador y un "embustero", en Nepal existen unos 700.000 curanderos, pero solo "un 1% de ellos conoce" realmente el oficio, una actividad ancestral que requiere de un aprendizaje.

"Los espíritus buscan a gente cuyos ancestros eran chamanes. Entonces la luz entra en nosotros. Al principio no nos damos cuenta de la energía que se halla en nuestro interior, que nos hace comportarnos de manera diferente", cuenta.

"Puede que estemos bien físicamente pero nuestros cuerpos nos duelen como si alguien nos estuviese golpeando", subraya Rai, quien mantiene que los chamanes veteranos ayudan a reconocer a los mencionados espíritus. Los curanderos "escogidos" acaban sintiéndose bien tras celebrar rituales y meditar en los cementerios, afirma Rai, que asegura que su gremio, a diferencia de los demás, no tiene "miedo" a los fantasmas.

Fantasmagorías aparte, el proceso para convertirse en chamán no estuvo exento de contratiempos para este octogenario curandero. De joven, cuenta, ni siquiera creía en las "curaciones de fe", así que se alistó en el Ejército y luego trabajó como guía turístico, hasta que en 1976 conoció a un grupo de académicos de EE UU interesados en la curandería. "Durante un viaje a las montañas fui reconocido como un chamán por chamanes de una aldea", explica Rai, un eslabón de una cadena familiar que también incluye en el oficio a tres de sus cinco hijos.

Rai y sus colegas tratan a personas poseídas por pesadillas, paranoias, o casos de adelgazamiento sin motivo aparente, utilizando técnicas rituales afianzadas por décadas de prácticas, aunque, desde luego, no sustentadas por la ciencia. "Si la gente muestra desprecio hacia la naturaleza, puede ser poseída por espíritus (argumenta). Pacientes de este tipo pueden haber sido poseídos por el espíritu de un niño o de alguien que falleció por una muerte no natural".

Pero la curandería también tiene sus límites: "con una pierna rota (asegura) se debe ir al hospital".

(FUENTE: 20minutos.es)

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