El cartel lo dice claramente: “Cerrado, desalojo, incumplimiento de contrato”. El bar instalado sobre calle Buenos Aires (Paraná, Argentina), en una vieja casona de fines del siglo XIX, ya no recibe más visitas. No por ahora. Hasta el viernes, empleados del dueño de la vivienda ordenaban el lugar, mientras a través de la cuenta de Facebook del bar, quienes explotaban el local hasta hace poco, hacían una denuncia inesperada: “Gente, con mucho pesar lamento informar que Stradivarius cerrará sus puertas... son varios los motivos, pero uno es... para sorpresa de todos, que el lugar está embrujado!!!”.
Sí, eso, quienes fueron “desalojados” por “incumplimiento del contrato”, arguyen en la web que en el viejo caserón “empezaron a pasar cosas extrañas que ponían incómodo al personal” y sostienen que todo se fue a pique, inexplicablemente, en dos meses.
En la cuenta de Facebook del bar se revela uno de los casos testigo: el cocinero convoca al mozo y le pide que atienda una mesa de dos personas instaladas en el patio. Pero sucede que el mozo va y no encuentra a nadie. Entonces vuelve con el cocinero y le comenta que no, que no hay nadie, pero éste insiste que dos personas pasaron, lo saludaron y se fueron rumbo al patio.
Finalmente van juntos al patio donde efectivamente no hay nadie y más aún: cuando ambos miran hacia el frente del local se dan cuenta que tal cosa resultaba imposible porque las rejas permanecían cerradas.
“Cosas así pasaron”, sostienen los ex inquilinos y evocan luces que se encendían cuando no había nadie cerca de las perillas, pasos, movimientos en la oscuridad supuestamente vacía y hasta unas huellas de manos infantiles que se marcaban inmediatamente después de que limpiaran el vidrio. “Se veían sombras, o con el lugar cerrado, gente caminando, ya llegamos al límite de que no se podía trabajar así”, escriben.
Consultados los trabajadores del lugar, en plena tarea de poner en orden el bar ya cerrado, rechazaron categóricamente que la razón del final haya sido alguna manifestación de tipo metafísica. Algunos con sonrisas ladeadas, otros con mayor seriedad, todos coincidieron en señalar que los motivos fueron económicos y se pueden resumir en el cartel que está pegado sobre el ventanal que da a calle Buenos Aires: desalojo, incumplimiento de contrato.
Sin embargo, la reacción no fue unánime cuando se los consultó directamente si se oían o no ruidos o movimientos extraños.
“Sí, cosas raras pasaban por ahí”, acepta uno de ellos, “pero eso no tiene nada que ver con el cierre”.
Sara Goncebatt de Comaleras, simpatiquísima, alegre y coqueta, está por cumplir 101 años en octubre. Ella vivió más de 30 años en la casa de calle Buenos Aires donde se emplazaba el bar que “cerró por fantasmas”.
“Era la casa de mi tío Felipe y yo viví desde los 7 años y hasta después de casada”, comenta a El Diario y se ríe.
La fachada de la casona de don Felipe Heráclito Uranga es patrimonio urbano por su valor arquitectónico, de carácter italiano.
Si bien se le han formulado muchas modificaciones a lo largo de los años, hay cosas que se mantienen intactas. En las puertas cancel, por ejemplo, se ven las iniciales de su primer dueño, grabadas en blanco, con arabescos: FHU, letras entrelazadas.
Sara asegura que jamás oyó sonidos extraños en aquella casa cuando vivía con su familia allá por las décadas del 20 y el 30. Más allá de eso, le encanta recordar el lugar, al que volvió sólo una vez cuando comenzó a funcionar allí una confitería que en ese momento llevaba nombre de mujer, Alemary.
En Facebook, mientras tanto, ex clientes o casuales visitantes, se suman con sus comentarios a la extraña denuncia: “Me hubieras dicho que pasaban esas cosas... me hubiera tomado un café con los espíritus, a ver y que me aclaren cómo es la onda! Capaz que el más allá no está taaaaaan allá y es cerquita”, dice un usuario en la red.
Todas elucubraciones; lo cierto es que el bar cerró.
(FUENTE: lavoz901.com.ar)
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