sábado, 2 de abril de 2011

Camboya: donde el miedo, la magia y el asesinato se entrelazan



La cacería de brujas no es un cuento de culturas antiguas. Desde el año 2006, 17 personas acusadas de brujería han sido asesinadas en Camboya. En este país, donde prevalece la magia y la superstición, quien es señalado de brujo está condenado a muerte. Aunque muchos de estos señalamientos sean por venganza.

En el sofocante calor del mediodía propio del inicio de la temporada de sequía, Pah Eang se estremeció y se dirigió a un bosque en la montaña que antes visitaba cada día. Ella dijo que tenía miedo. No había estado en este lugar abierto y silencioso desde hacía cinco meses, cuando se produjeron los asesinatos y los rumores de brujería.

Tirando de su camiseta roja, Pah se perdió entre las Montañas Cardamom que dominan el oeste de Camboya, y comenzó su búsqueda de un lugar que a sus 22 años la mantiene en vela todas las noches y que marca lo que le queda de su familia.

Su camino se fue estrechando hasta que todo quedó en silencio y la única huella de humanidad era una choza de bambú con techo de paja en un claro tan idílico, que hacía difícil imaginar el salvajismo de lo que había ocurrido allí.

El pasado mes de septiembre, el padre de Pah y su hermano menor fueron asesinados alrededor de la una de la madrugada en esta cabaña.

El padre, Pheng Pah, de 46 años, fue apuñalado hasta la muerte mientras su hijo, Pah Broh, 15, tenía la garganta cortada. Cuando los cuerpos fueron descubiertos a la mañana siguiente, algunos habitantes de esta comunidad rural se alegraron profundamente. Dijeron que el padre y el hijo eran “brujos” y que merecían morir.

Un promedio de tres Khmer (un grupo étnico de Camboya) son acusados de brujería y mueren cada año.

Desde el año 2006, 17 acusados de brujería han sido asesinados en Camboya, por lo general a raíz de una enfermedad en la comunidad que los habitantes de la localidad consideran como sospecha, de acuerdo con las organizaciones no gubernamentales.

No obstante, ésta es una tasa muy inferior a la registrada en el pasado. Sólo en 2001, ocho personas sospechosas de brujería fueron asesinadas, según un informe de 2002 elaborado por Naciones Unidas.

Y siempre detrás de estos asesinatos queda la familia de la víctima, que tiene que luchar contra la discriminación y enfrentarse a la cuestión de por qué ha sucedido, con el temor de que ellos también sean asesinados.

“Ahora no tenemos ninguna manera de conseguir dinero”, dice la esposa de Pheng Pah, Nith Oun, que se trasladó con su familia a casa de un familiar tras la muerte de su marido. “Yo no tengo a mi marido. Yo no tengo a mi hijo. Debido a las supersticiones [de mis vecinos]. Debido a la magia. Nunca voy a perdonar esto”.

Y aún más, casi dos tercios de homicidios relacionados con la brujería no llegan a los tribunales penales.

De los 15 casos diferentes referentes a las acusaciones de brujería y homicidio desde el año 2006, sólo seis han sido enjuiciados, según ha informado recientemente Licahdo, un grupo de derechos humanos en Camboya.

Es como si estos casos se situaran entre el mundo tangible donde se confía en las leyes y en las pruebas, o el de la metafísica, donde pesa más la fe que la justicia vigilante.

Al fin y al cabo, ¿cómo puedes demostrar la magia?

Cuanto más te adentras en zonas rurales de Camboya, por caminos de tierra y por las zonas menos vigiladas por la policía, menos importan las pruebas.

Pero no las creencias. Casi todos se envuelven sus cinturas con talismanes de protección contra la brujería y los espíritus del mal, y los soldados llevan tatuajes flex escritos en sánscrito que creen que les defienden de las balas en una batalla.

Este tipo de prácticas y creencias crean una especie de geografía alternativa en la mayoría de las zonas rurales de los Khmr donde se mezclan la cultura, el miedo y la magia.

“La mayoría de los camboyanos vive en una visión del mundo mágico”, explica Jan Ovesen, profesor de antropología en la Universidad de Uppsala en Suecia, que está investigando la magia en las regiones de Camboya.

“Y las acusaciones de brujería están en función de esta visión mágica del mundo. Tú tienes que atribuir la desgracia a algo o a alguien. La desgracia no es por casualidad. Así lo piensan ellos. Alguien debe estar deseándonos el mal”.

De acuerdo con informes de las ONG y más de una docena de entrevistas adicionales con los aldeanos y funcionarios locales, una escalofriante historia de venganza y el engaño es lo que provocó que sucediera el desenlace de Pheng Pah y su familia.

Fue en agosto, un mes antes de la muerte Pheng, cuando la estación de siembra se extiende por este pueblo agrario llamado Bomnok, en la base de las Montañas Cardamom.

Un vecino de 23 años de edad, recientemente comprometido con Chanly Mao, se había consumido por una enfermedad devastadora justo después del ataque de un perro de su familia que sus padres juraron que no tenía la rabia.

Nadie en el pueblo sabía lo que estaba sucediendo. La gente estaba confusa y aterrorizada. Los murmullos se hicieron cada vez más y más fuertes.

La familia de Mao le dio un tratamiento intravenoso y hierbas de la montaña, pero no funcionaron. Sus padres se desesperaban y la llevaron a la pagoda de la comunidad. Los monjes dijeron que había un brujo en la comunidad. Y que Mao moriría por su culpa.

Esta escena recuerda lo que puede suceder a menudo en zonas rurales de Camboya, de acuerdo con Licadho y Adhoc, otro grupo de derechos humanos en Camboya.

“Después de las enfermedades, los aldeanos trazan un plan secreto para matar a los hechicero [al acusado]”, explica Ek Sothea, investigador de Licadho, que describe un homicidio típico de un acusado de brujería. “No se lo dicen a la policía. Piensan que la policía no les creerá, que la ley protege a los brujos”.

Poco después, Mao murió. Y una semana después, las amenazas contra Pheng y su familia se intensificaron. No hubo ningún arresto después de los asesinatos.

(FUENTE: noticias.lainformacion.com)

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