martes, 26 de octubre de 2010

Casas embrujadas de México: la casa encantada de Villahermosa


Dicen que por las noches se escucha que lavan los trastes. En la parte del patio –atrás- se oyen voces de niños que juegan. Arriba, a veces una persona espía entre unos tablones que medio cubren la ventana. Es la casa de rejas azules, la que dicen está encantada.

La vivienda se encuentra en la calle Plutarco Elías, número 126, en la colonia Miguel Hidalgo, por su ubicación, en todas las inundaciones, ésta no ha sido afectada.

Comentan los vecinos que en el balcón rechina una mecedora después de las dos de la mañana. Pero cuando algunos curiosos quieren investigar de quién se trata, inmediatamente regresa el silencio.

Desde hace varios años se encuentra vacía, salvo una vez que un inquilino se atrevió a vivir en ella hace algún tiempo, pero que sólo tardó meses, porque a él lo mecían unos niños en la hamaca, y un día sin darnos cuenta desapareció.

Iván de la Cruz, es un joven que vive casi en frente de la casa abandonada, la que él junto con otros vecinos dicen que pasan cosas sobrenaturales.

“No soy el único que puede decir que ahí espantan, otras gentes también lo han presenciado, como el señor que pasó un día a vender sillas y mesas -esos que llaman poblanos- cuando alguien allá adentro le dijo: “espere en un ratito salgo”.

“Nosotros lo vimos que platicaba con alguien, fue cuando nos acercamos y le preguntamos que si a quién buscaba. Él nos respondió que desde allá dentro le había dicho que esperara”.

En eso le comentamos que tenía sus años que ahí ya no vivía nadie. Nos miró espantado. “Peeerooo, les juro que escuché una voz”. El hombre no hizo más comentarios, de inmediato emprendió la huída, pero nosotros nos dimos cuenta que realmente iba asustado.

Cuando llueve es peor, porque el ruido del agua se combina con los gritos de adentro: “clarito se escucha que alguien llora”, señala el joven chofer.

Han dicho que la casa tiene varios dueños, pero ninguno se presenta, así está, descuidada, sin pintura, negra, cacariza; y si vieran los cuartos, éstos sueltan un mal olor.

Le digo porque hace mucho tiempo nos atrevimos a entrar por la parte de atrás, descubrimos un capulín, una batea vieja y mucha basura. Espiamos por una ventanita. Todo vacío. Sólo unos tanques viejos que se usan para llenar agua.

Lo que nos sorprendió fue encontrar algunos juguetes, y lo más curioso es que uno de ellos –según se dijo- era de un hermano de Roberto, un amigo que nos acompañaba.

Cuando afirmó eso se nos entumieron las piernas. Los cuatro que estábamos ahí cruzamos las miradas y desde ese día jamás regresamos. El miedo se apoderó de nosotros al saber de esa coincidencia.

Nos ganó la desesperación y salimos corriendo, incluso a Roberto, lo tuvo que llevar su mamá con una señora que es curandera para que lo ensalmaran.

El tiempo pasó y la casa ahí sigue, a veces en silencio, a veces con ruidos extraños, lo cierto es que ninguno quiere habitarla.

(FUENTE: tabascohoy.com)

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