miércoles, 28 de julio de 2010

Entrevista a la autora de "El Libro de las brujas españolas"


Mucho se ha hablado de las brujas como mujeres malvadas con poderes sobrenaturales. Vuelan en escoba, elaboran pócimas en sus ollas y viven rodeadas de gatos negros, cuervos, sapos, culebras, murciélagos, búhos y ratones. Pero realmente la palabra bruja significa “mujer sabia”, conocedora de temas mágicos. La escritora Ana Cristina Herreros ha conseguido reunir en su Libro de brujas españolas a la gran mayoría de brujas de la tradición pagana de nuestro país en un precioso aquelarre apto para todos los públicos.

–Dicen que la bruja obtiene su poder del Diablo, ¿de dónde cree usted que obtiene su magia y su sabiduría?
La asociación de la bruja con el Diablo se produjo durante el apogeo del cristianismo. No se podía concebir que una mujer tuviese poder por sí misma. De algún ser masculino le habría de venir. Demonizándola se conseguía apartarla de las mujeres jóvenes, que podían seguir su ejemplo y decidir vivir sin la tutela de un hombre. Pero la magia, la energía y la sabiduría se obtienen de la experiencia, que solo proporcionan los años, de una vida escogida libremente.

–¿Cómo y a qué nivel cree que influye la tradición oral en la evolución del hombre?
Hay una teoría antropológica que dice que el ser humano sobrevivió porque un día en una cueva alguien tomó la palabra y contó un cuento a los que estaban allí reunidos. Todos los cuentos populares cuentan lo mismo: no importa en qué aprieto te halles ni si es por tu culpa, porque siempre hay alguien que te ayuda. Este mensaje provocó que unos confiasen en otros y comenzasen a hacer tareas colectivas. La suma de las fuerzas individuales produjo que nuestra especie sobreviviera y se multiplicara. Esta confianza es lo que permitirá que sigamos existiendo como especie. El individualismo conduce a la extinción.

– ¿Cree que las brujas fueron el germen del feminismo?
Fueron las primeras que reivindicaron el poder de las mujeres, eso que actualmente se llama “empoderamiento” en una traducción literal del empowering del feminismo estadounidense. Su poder, además, era muy peligroso, porque se reunían para bailar, cosa que una mujer decente no hacía. Las mujeres no podíamos ni podemos tener ocio, no vaya a ser que dejemos de trabajar –antes en el hogar y el campo, y ahora en la oficina– y tengamos tiempo para pensar…

–Así que las brujas pueden ser buenas o malas, según se porte uno con ellas. ¿Qué hay que hacer para no enfadarlas?
Ser una persona de bien: desear el bien de todos por encima del propio. Ellas actúan como un espejo y devuelven lo que hay en tu corazón. Si eres generoso, se portan contigo con generosidad.

–Bruja y hechicera, ¿qué diferencia hay?
“Bruja” designó antiguamente –en una lengua catalo-occitana– un fenómeno atmosférico turbulento e impredecible. Avala esta teoría etimológica que el término “bruja” o “bruxa” es común a todas las lenguas romances peninsulares. “Hechicera” viene del latín, del verbo “hacer” (facere), y en este término lo que se resalta es el poder que le confiere a la bruja su capacidad de hacer: de elaborar brebajes. No hay diferencias en los cuentos de tradición oral entre “hada” y “bruja”. Esta polarización del hada buena, joven y bella, frente a la bruja mala, vieja y fea no existe en los cuentos. Es una polarización de la industria del ocio infantil Disney, que transmite una ideología machista demonizando a la mujer por ser vieja, o sea, no deseable por un hombre.

– ¿Cree que algunas de esas historias fantásticas pudieron partir de hechos reales deformados?
Hay quien cree, como el formalista ruso Vladímir Propp, que estos cuentos transmiten ritos mágicos de las sociedades paleolíticas y neolíticas. Este autor dice que eso de encerrar a la chica en la torre (recuérdese el cuento de Rapunzel, que en mi libro se recoge en una versión manchega, Arbolica del arbolar) proviene de un rito mágico en el que se encerraba al rey para preservarlo de los espíritus malignos. En el cuento de mi libro se trata de un rito de preservación de lo divino: la mujer. También aparecen en el libro 24 historias de brujas que se llaman “historias” y no “cuentos” porque se narran, a veces, en primera persona. Estas historias podrían tener una base más “real”, como “reales” son las leyendas urbanas.

– ¿A usted le contaban cuentos de brujas? ¿Usted se los cuenta a su nieta? ¿Es partidaria de contarlos?
A los niños hay que contarles cuentos en los que lo que triunfe sea la justicia, sean de brujas o no. Si no hay justicia en los cuentos, ¿cómo vamos a pedirla en la vida? Los adultos confunden “justicia” con “crueldad”, pero para los niños lo que es justo no es cruel. A mí de niña no me contaban cuentos. Mi abuela era una enjuta leonesa muy beata, siempre de luto y siempre callada. Como tenía un marido comunista, sabía que el silencio era lo único que podía evitar su muerte en un momento en el que se mataba por el color político, así que mi abuela callaba hasta los cuentos. Yo sí le cuento a mi nieta cuentos de brujas, de lobos y de cualquier cosa que me emocione. Es impresionante la comunicación que se establece con un bebé, porque entienden qué te está pasando cuando les hablas.

– ¿Qué diferencias ha encontrado entre las brujas del Norte y del Sur, las atlánticas y las mediterráneas, si es que las hay? Es curioso, pero en los lugares en los que ha habido y hay brujas reales, mujeres curanderas, magas y maestras, apenas aparecen como personajes en los cuentos maravillosos y, sin embargo, sí que hay muchísimas historias de brujas. Quizá sea porque la gente no las ve como personajes de cuento, sino como alguien “real” con nombre y apellidos. Las brujas cantábricas son muy peculiares porque en esta zona existían y existen cuentos de divinidades paganas asociadas a las aguas: las xanas asturianas, las anjanas cántabras y las lamiak vascas. Son brujas muy especiales, porque aparecen cerca de fuentes y pozos y se las puede ver hilando o peinándose con peines de oro. A todas se las demonizó cuando llegó el cristianismo, cosa común con las donas d´aigua mediterráneas.

Por Lola Ahub

(FUENTE: blog.masalladelaciencia.es)

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