Algunos los consideran algo demoníaco y peligroso, otros ven en ellos a unos buenos consejeros. En cualquier caso, los coreanos tienen una tradición ancestral de chamanes, que tras varias décadas marginados de la sociedad, ahora están resurgiendo, en gran parte debido a la crisis. Los jóvenes que se han quedado en el paro acuden cada vez más a ellos para recibir su particular bendición y su asesoramiento para el futuro.
Cuando les dije a mis amigos que iría a ver a un mudang, un chamán coreano, sus comentarios no me dejaron nada tranquilo. Un universitario coreano me explicó que los espíritus del demonio secuestrarían mi cuerpo, harían que me cortara las muñecas y que bebiera mi propia sangre hasta convertirme en un subordinado de Satanás. “¿Estás loco? Son el demonio”, me dijo otro. Aunque soy bastante escéptico, me asusté. Por eso me sentí aliviado cuando un hombre apacible, de 44 años, que utiliza el nombre de Mu-gyuk se me acercó con una sonrisa y una leve reverencia. Nada que ver con la idea del drácula sediento de sangre con la que me habían amenazado.
Mu-gyuk (exorcista, en coreano) me explicó durante unas horas su anterior vida de ludópata y ex prisionero y el día en que “vio la luz” y se convirtió en guía espiritual. Después de su transformación, Mu-gyuk asegura que empezó a tener extraños dolores abdominales y cefaleas. Los doctores no lograban descubrir el problema, de modo que fue a ver a un maestro mudang quien le aconsejó que siguiera sus pasos. En ese momento, Mu-gyuk dice que también veía fantasmas.
Se sometió a una rigurosa ceremonia de iniciación que incluía mantener el equilibrio entre espadas para demostrar su fortaleza antes los espíritus del mal. Hoy se dice un hombre pleno. “La gente dice cosas malas de nosotros [los mudang]”, reflexiona. “Pero hemos conseguido recuperar nuestra popularidad en Corea. Creo que la gente se da cuenta de que la mayoría sólo queremos ayudar [Mu-gyuk advierte a este corresponsal que tendrá mala suerte si escribe historias sobre la comunista Corea del Norte]".
De hecho, tras décadas de estereotipos, los surcoreanos son ahora testigos de un resurgimiento del chamanismo, que se explicaría por una mayor atención a la cultura popular. Pero también ha influido la crisis económica, que ha dejado sin empleo a muchos jóvenes que buscan una bendición ancestral y consejos para su futuro.
Los expertos sostienen que tras la Guerra de Corea, las religiones autóctonas del país prácticamente desaparecieron debido a la rápida modernización. Desde los años 60, Corea dejó de ser una de las naciones más pobres del planeta y se convirtió en una potencia, llena de rascacielos y aparatos de la marca Samsung. Los mudang eran considerados algo anacrónico y hasta los años 80 los presidentes del país intentaron acabar con ellos. Las ciudades coreanas experimentaron un enorme crecimiento y los campesinos se iban a Seúl en busca de nuevas oportunidades. Los mudang, que deseaban mantener su clientela, les siguieron y ahora, la mayoría está en las ciudades.
Sin embargo, los mudang viven hoy en una Corea muy diferente y han tenido que fusionar sus costumbres ancestrales con la modernidad que les rodea. Por ejemplo, los mudang pueden elegir los dioses a los que rezan de entre un grupo de más de mil, que incluyen a divinidades autóctonas, pero también a Jesús, Buda e incluso al ex dictador surcoreano Park Chung-hee. Curiosamente, en los años 70, con un gobierno pro-estadounidense, algunos mudang rezaban al general Douglas MacArthur, lucían gafas de sol y fumaban pipa para parecerse a él cuando llamaban a su espíritu.
Pero más allá de esta moda pasajera, el chamanismo es un tema serio. “Los coreanos siguen seriamente los consejos del chamán”, explica Kim Seong-nae, profesor de Religión de la Universidad Sogang, en Seúl. El académico indica que las creencias del mudang son en realidad más una costumbre cultural que una religión como el cristianismo o el budismo. “La mayoría de los coreanos actuales no tiene miedo de los chamanes, sino que confían mucho en sus consejos en momentos importantes, como un nacimiento, una boda, un traslado de casa, el éxito, los negocios y la política”.
Para aconsejar sus clientes, los mudang –que son en su gran mayoría mujeres- realizan ceremonias religiosas llamadas kut, durante las cuales tocan con fuerza los cimbales para pedir consejo a los espíritus. La mayoría cobra entre 20 y 80 euros por consulta. Algunos chamanes poco escrupulosos amenazan a sus clientes con una muerte inminente y cobran miles de euros para convencer a los espíritus de que les dejen vivir más tiempo.
Actualmente, la visita a un mudang es una práctica tan extendida que incluso los políticos les consultan, a veces para preguntar si deberían trasladar los restos de sus antepasados para asegurarse la buena suerte en las próximas elecciones. En Corea, un país donde vive la mayor población de cristianos evangélicos de Asia, el reciente auge de los mudang no ha estado libre de fricciones. “Las actividades de los chamanes provienen de fantasmas, que son los títeres de Satanás”, declara Park Young-mo, un pastor cristiano de Seúl. “Su resurgimiento se debe a que la juventud atraviesa una crisis de identidad”, afirma Young-mo y apunta a que son los adolescentes los que más siguen a los mudang.
Sin embargo, quienes no comparten esta opinión, señalan que la mayoría de los coreanos, independientemente de su religión, celebran ritos para sus ancestros, muy parecidos a los que se realizan en las ceremonias de los chamanes. David Kwang-sun Seo, teólogo protestante, sostiene que el propio protestantismo coreano recoge muchas costumbres pre-cristianas, entre ellas, los mudang. En la versión surcoreana del protestantismo, añade Kwang-sun, “recibir” el Espíritu Santo es literalmente ser poseído por éste, increíblemente similar al rito de los mudang que afirman que los espíritus se apoderan de ellos. Por lo tanto, argumenta, los protestantes coreanos deberían ser más tolerantes cuando se trata de costumbres tradicionales.
(FUENTE: Geoffrey Chain, Global Post, lainformacion.com)
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