miércoles, 19 de agosto de 2009

La revolución de los espíritus (3)


Llegando ya a esta parte de tan extraña e increíble historia, prefiero dejar el relato al ya desaparecido dirigente aprista César Atala, en un resumen tomado de su experiencia, y tal como fueron recogidas por Guillermo Thorndike en su obra “La revolución imposible”, transcritas de una conversación en la cual estuvo presente el autor, Atala y el hoy Presidente Alan García, en diciembre de 1984:

“Volví al Perú en 13 de febrero de 1938” –relata Atala-, “me acuerdo muy bien de la fecha. Ni siquiera en El Callao los controles eran eficientes, pero de todos modos vivías una película de suspenso, por que entonces era un país pequeño y mucha gente te saludaba por la calle”,…



“Debíamos movernos con los nombres cambiados y andar poniendo cara de inocencia para que no nos siguieran o nos volviesen a meter en el calabozo, cuando nos preguntaban: “oiga usted, ¿y qué estaba haciendo en Santiago, en Valparaíso?,…” Pasabas la aduana en puntas de pie, con el equipaje “limpio” y con una carta en el bolsillo dirigida a Margot Valverde -quien no existía-,... con la letra de “Manolo” Seoane, que era inconfundible y expresando una cantidad de incoherencias, que ni siquiera podías descifrar: así, ya estabas dentro del aparato clandestino,… y todo eso, en una Lima chiquitita, donde era imposible no encontrar conocidos a la vuelta de la esquina.”


“…Uno bajaba como otra persona del vapor, ¡y se iba encontrando con amigos que te saludaban por el nombre verdadero, mientras pasabas por la Aduana con la falsa identidad: se te helaba la sangre! En el Terminal me esperaban cuatro “dorados” (miembros de la guardia aprista), y Juanito McDonald, con quien estuve preso en El Frontón. Nos abrazamos y me dijo:

-Hermano, no te vayas a molestar, pero para llegar al “Jefe” tienes que ir con los ojos vendados. Lo hacemos por ti mismo, para darte la seguridad de que si caemos y te torturan, no vas a delatar al “Viejo”.



“Me pareció muy bien. Igual se hacía en las películas de espionaje y de misterio de esos años. Me taparon los ojos y empezamos a andar en una carcocha, un taxi de esos viejos y enormes, con los amortiguadores medio vencidos, y dábamos vueltas y vueltas hasta que ya empecé a cansarme:

-…Oigan, ¿y hasta cuando va a durar el paseo?,… mas bien vamos a parecer sospechosos, de arriba para abajo con un pasajero encapuchado,…-, les dije.”

“Lima era un dedal: uno terminaba por identificar los baches,… Al fin nos detuvimos, ¡y cometen la tontería de quitarme la venda en la calle, antes de entrar en la casa!, y digo:

- “¡Caray, que casualidad!, aquí enfrente tengo un compadre!”,…

“…Resultaba que el “Viejo” estaba escondido en el 224 de la calle Carlos Arrieta de Barranco, ¡y con todos los “dorados” en la puerta: poco más y les faltaba poner un farol!! Juanito se enfureció conmigo: “¡cállate la boca, va a escuchar el “Viejo” y nos someten a todos a disciplina!!”,…



El encuentro con “El Viejo”
“Haya de la Torre me recibió con mucho afecto, hizo muchas preguntas sobre los desterrados de Chile. Toda la noche estuve con él. Primero hablamos de todo lo ocurrido en la revolución de Huancavelica. Al fin, pude mencionarle el asunto que me llevaba a su escondite. ¡Lo hubieses visto, cholo, la furia que le vino!; ¡Nada con Cenzano: no quería ni verlo! Decía que era un ignorante, un tramposo: el “Viejo” creía profundamente en el misterio de la vida, en una fuerza superior. No era muy católico; gradualmente se reconcilió con el cristianismo. Iba mucho a las iglesias, no a vivir el rito, sino a conversar con los curas. Sentía pasión además por la arquitectura religiosa y por la historia de las religiones. Era difícil conversar con él por su famosa radio, enorme, vieja, que la ponía a todo volumen. Tenía una obsesión por las noticias que llegaban por onda corta durante la noche. Se había acostumbrado a la vigía nocturna. Tenía temor y desconfianza por la noche”.


Yo le expuse crudamente el plan: Rodríguez creía en Cenzano,… o en el “Sánchez Cerro que hablaba por boca de Cenzano”. Aquella noche recibí una lección; (Haya de La Torre), creía en el espiritismo y estaba abierto a toda clase de experimentación de toda clase de fenómenos paranormales, siempre y cuando se hiciera con un mínimo de seriedad. No le gustaban los charlatanes y consideraba que Cenzano era un tramposo redomado,… pero entonces, lo que ocurrió, escapa a toda imaginación,… a las seis de la mañana conseguí que “El Viejo” aceptara el plan”.

- Ten mucho cuidado,… -me dijo Haya-, todos corremos peligro,…

“Me fui de nuevo dando una cantidad de vueltas” –prosiguió César Atala-, “hasta que me dejaron en una esquina donde pude abordar otro taxi, ¡imagínense mi “clandestinidad”!,… con una maleta de esas antiguas, muy pesadas, en una esquina, a la espera que alguien me llevara”.


General Oscar R. Benavides (gobernante de 1933-1939)

“Le conté todo a Manuelito: no le conté que “El Viejo” tenía una pésima opinión de su persona, pero me dí con la sorpresa que, durante mi ausencia, había cambiado de opinión”.

“…¿Y si fracasa?, ¿se me termina el negocio?, ¿de qué voy a vivir, si a mi familia la han arruinado?”, me dijo. Venía de pasarme una noche en vela, convenciendo al “Viejo” y ahora tenía que repetir los mismos argumentos para que Manuelito no fuera a rajarse.


Ya “El Viejo” había dado en el clavo: estábamos en vísperas de la Segunda Guerra Mundial y el General Benavides –vaya uno a saber porqué razones-, tenía simpatía por Hitler, por Mussolini, y estaba convencido que Alemania saldría victoriosa de toda confrontación”.


“El plan consistía en que “los espíritus” tenían que explicar a Rodríguez, el Ministro de Gobierno, que “estaban en contra del fascismo” y a la vez, enseñarle los valores de la democracia. Ahí al fin Manuelito recobró su audacia,… sin embargo, la política no era su fuerte: necesitaría libretos; alguien tenía que poner por escrito “su discurso como espíritu”. Así fue que “El Viejo” se mudó a la casa de Don Augusto Benavides, su amigo, en La Tapada: ¿quién iba a encontrarlo ahí?, ¡Don Augusto era hermano de Paquita, la esposa del Presidente!!! A nadie se le ocurriría vigilar ese lugar y yo podía entrar y salir con frecuencia, sin temor a que me estuvieran siguiendo,…”

(CONTINUARÁ,…)

Post anteriores:


(FUENTE: “La revolución imposible”, de Guillermo Thorndike. 1988, Editorial EMISA)

1 comentario:

  1. Tenaz el relato: espero con ansias el final. Saludos desde Colombia

    ResponderEliminar