domingo, 9 de agosto de 2009

La "revolución de los espíritus" (2)


Fracasada la insurrección aprista, en Huancavelica, César Atala, capturado, fue interrogado por tres días: le atribuían el asesinato del Prefecto y el robo del costo de 50 pacas de coca, venta hecha por el secretario general, Cirilo Cornejo, para proveer de fondos a la insurrección. Los militares le dijeron que si les entregaba la plata, tal vez conseguiría un arreglo. Atala no sabía nada del asunto ni tenía nada que ver con el asesinato del Prefecto: todo el pueblo lo había visto en el campanario durante el combate. Al tercer día le dijeron que las órdenes de Lima era el pasarlo por las armas. Lo llevaron con grilletes al cementerio. De espaldas ante la tumba de su madre, le intimaron por última vez a confesar. “No tengo nada que declarar”, dijo. Sonaron disparos y le informaron: habían matado al cabo Urquizo a su lado: era otro complotado, y que él lo había acusado como culpable del asesinato y del robo,... pero todo fue un simulacro para hacerlo confesar. Dado que el intento fue en vano, esa misma noche los despacharon encadenado a Lima una semana después, estaba en El Frontón.

El mismo día que lo soltaron, a fines de 1937, se encontró en una calle de Lima con Manuelito Cenzano.

“Supe que te metieron preso por los del Prefecto”, le dijo Cenzano. “Yo no fui y el gobierno lo sabe: me simularon un fusilamiento, espantoso,… ¿y tú?”

Manuelito tenía aire de potentado: casimir inglés, camisa de seda, buena corbata, reloj de oro, perfumada apariencia. “Es que ahora me muevo con gente de importancia” –le dijo-, “vamos: yo sé lo que es el hambre y seguro no has almorzado. Yo invito” Lo llevó a un salón de té de los finos, con señoras que miraban con evidente desagrado: Atala no quería entras con sus ropas de preso reciente. “Vamos César, no te achiques”, exclamó Manuelito. César Atala no pudo disimular su apetito: había perdido 10 kilos de peso en la isla. Atala comía y Manuelito le contaba su vida:



“…Me cansé de las propinas, César, y de que me estuvieran hipnotizando; ¡esta ciudad es un regalo!,… tienes que escuchar, moverte en el ambiente adecuado. Aquí sabes quién se acuesta con el marido, si la mujer es fiel, cómo se llama el amante, cuántas queridas tiene el ministro, quién roba y cómo lo hace. Hay que “levantar las antenas” y escuchar,… documentarse, leer, preguntar, es fácil. Conozco el árbol genealógico de todos los influyentes, ¡y no me pierdo ni un velorio!; es donde más habla la gente”.

“Ya no me dejo hipnotizar: yo caigo en mi propio trance y me creen: a ciegas me creen. No te imaginas la influencia que tengo,…un día me hice pasar por un buscador de minas del siglo pasado, ¡y los pendejos preguntaron me preguntaron si sabía de alguna mina perdida!, ¿Cómo no voy a saber?,… si mi papá las tenía inventariadas y al final le faltó dinero para explotarlas. Así que les dí la ubicación exacta de una mina de plata,… mandan ingenieros y la encuentran, ¡justo en el sitio!; ¡me hice grande!!,…Ahora voy a sesiones de espiritismo previa cita. Me hago de rogar. Los de la mina me dieron 5,000 soles,…y deben haber ganado millones”.

“…Yo acepté, me hice el humilde, el agradecido. Pero el minero muerto “no quiere regresar de ultratumba”,… y mientras tanto, soy el médium más conocido del país”.

…¿Y ganas bien?,… -, preguntó César Atala. “Lo que quiero”, fue la respuesta. Manuelito lo llevó a su casa. Cenzano le preguntó al día siguiente, si sabía que Víctor Raúl Haya de La Torre, el fundador y líder del APRA, practicaba el espiritismo.




¡No puede ser: esa sí no te la creo!!,… -, protestó Atala. “Claro que sí” –explicó Manuelito-,… “yo no lo he visto, por que está escondido, pero a la joyería de Don Jorge Fort, donde se usa su trastienda para hablar con los espíritus, nos manda a un comerciante, un señor Pérez León, para que haga preguntas. Te lo voy aprobar. Haya cree que sufre una afección al hígado y yo hago que se eche y que levante una pierna para saber si le duele o no le duele. Además, le he recomendado que haga dieta, que seguramente la necesita,….un hombre perseguido debe llevar una vida desordenada y comer mucha fritura, mucho alimento guardado, recalentado. Y claro, parece que se está sintiendo mejor.”

Atala seguía sin creerle, por lo que Manuelito se obstinó y le dijo: “no solo tu jefe me hace consultas: a la joyería viene Antonio Rodríguez”.



“¿El General?,…” se sorprendió Atala. “El mismo”, replicó Cenzano. ¿Me estás hablando del Ministro de Gobierno de Benavides, el que nos tiene perseguidos a todos los apristas?,….

Manuelito sonrió: “…¿Y sabes por qué me cree todo lo que le digo?”,… -agregó Manuelito-, “por que Sánchez Cerro también era espiritista y yo lo conocí: Carrasco me llevó varias veces a su casa de Miraflores, y le aprendí la manera de hablar, de moverse”.



Luis Miguel Sánchez Cerro; gobernante de 1930-1933

“Tú me conoces, César: sabes que siempre he sido buen imitador, y a Sánchez Cerro se las “pesqué todas”: la forma de poner la mano a la que le faltaba un dedo, sus dichos, su acento piurano, sus palabrotas, su manera de razonar, su lenguaje militar, su postura, sus gustos. Rodríguez fue jefe de su casa militar. Lo trató íntimamente. Así que decidí jugármela tan pronto vino a una mesa y me hice pasar por el espíritu de Sánchez Cerro: ¡bien bonito conversamos!,… el hombre quedó convencido.

- …¿Te das cuenta, Manuelito, lo que esto significa?,…
- Podríamos hacerlo Presidente de la República. Tiene el Ministerio de Gobierno; si tuviera el apoyo del APRA,...
- ¡Pero cómo se te ocurre que los apristas van a ayudarlo, si Rodríguez es el enemigo!,.. –se molestó Atala-,… es Rodríguez quien quiere exterminarnos, ¿por qué habría de cambiar de opinión?,…




- ¿Y para qué están los espíritus? –sonrió Manuelito-, para guiar y orientar a hombres como él. ¿Ya entiendes?,…

Atala era un joven sin mayores conexiones con la clandestinidad aprista: el partido se había sumergido en lo más hondo de sus catacumbas. A menos que estuviese uno incorporado al aparato subterráneo, nunca encontraría a un “compañero” aprista dos veces en el mismo sitio: simplemente, el APRA parecía haberse evaporado. Estaba ahí, “debajo”, pero no existía. César Atala casi se daba ya por vencido cuando Manuelito le ofreció conseguirle dinero para que viajara a Chile y buscar a los apristas desterrados: Manuel Seoane, líder de los desterrados en Chile, tenía que mantener contacto con Víctor Raúl Haya de La Torre, pensaron.



Atala encontró a Seoane en Santiago y se hicieron amigos. Manuel Seoane envió mensajes en clave al Perú, por medio de un correo personal; Víctor Raúl estaba interesado en el plan. César Atala regresó a poner en marcha la “revolución de los espíritus”, desembarcando en el Callao en febrero de 1938. La conspiración con ayuda de “los espíritus” estaba ya en marcha. Al pasar su barco frente a la Isla de El Frontón, fue informado de que su hermano estaba preso ahí, y que compartía celda con el creador del prodigio que era la organización aprista en la clandestinidad: el nombre del creador era Carlos García Ronceros, padre del hoy Presidente del Perú, Alan García.

(CONTINUARÁ,…)

(FUENTE: "La revolución imposible" de, Guillermo Thorndike)

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